Virtud y humildad
Virtud y humildad.
En las Sagradas Escrituras sólo los humildes pueden vivir cerca de Cristo en su corazón.
Hay una virtud esencial a la vida consagrada porque Cristo pidió expresamente que se practicara: venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré... Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas”.Mt 11,28.
Es esencial porque en las Sagradas Escrituras sólo los humildes pueden vivir cerca de Cristo en su cosazón. Dios resiste a los soberios, en cambio a los humildes les da su gracia. Humillaos pues bajo la potente mano de Dios para que os exalten a la hora del premio.
El fracaso y la desgracia en la vida religiosa comienzan el día que nos comenzamos a buscar a nosotros mismos.
La naturaleza de la virtud de la humildad
a) Virtud desconocida para los paganos, la tenían como algo servil y despreciable... humillante, pues los valores consistían en aplastar al otro sin compasión.
Para los judíos la humildad es una virtud que encontramos en el Antiguo Testamento, pero como una virtud sólo delante de Dios. Sólo con Cristo la humildad adquiere su verdadero significado: Era rico y se hizo pobre por nosotros para que nos hiciéramos ricos por medio de su pobreza 2, Cor 8,9. Y en Ef, 2, 5-8, encontramos lo siguiente:
Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual siendo de naturaleza divina, no se ensoberbeció con su igualdad respecto a Dios, sino que se despojó de sí mismo y asumió la condición de siervo, llegando a ser igual a los hombres, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, por eso Dios lo exaltó sobre todo nombre...
La humildad es una virtud sobrenatural que nos da un conocimiento de nosotos mismos y nos lleva a estimarnos según el junto valor y a moderar el sentimiento de sobrevalorarnos.
El fundamento de la humildad es la justicia. La verdad nos lleva a reconocernos como realmente somos. Debemos para ello conocernos cada día mejor a nosotros mismos, si no, es muy difícil avanzar en el camino de la perfección. Debemos conocer nuestra pasión dominante, etc. Debemos reconocer nuestra situación de creaturas y nuestra condición de pecadores, como ejemplo de la verdadera humildad tenemos el ejemplo de los santos como San Francisco, Santo Domingo de Guzmán o Santa Teresita, etc. Quien no vive en la humildad se aleja de Dios y no vive en dependiencia de Él. Soy pecador y fuí perdonado por la gracia de Cristo, luego mi comortamiento delante de Dios y delante de los demás, debe estar sellado por este conocimiento: Dios me ha creado con superabundancia de amor y me ha perdonado por el sacrificio de su Unigénito.
Para conocernos mejor hay que ver lo que nos pertenece y lo que le pertenece a Dios. Lo bueno que hay en nosotros le pertenece a Dios lo malo a nosotros mismos.
Una virtud es un hábito bueno, no es una disposición transitoria o un sentimiento. Sino una disposición habitual radicada en la persona. Para lograr un habito, una virtud hay que repetir los actos correspondientes a ella. Una persona humilde es capaz de mantener siempre la calma a pesar de las contrariedades de todos los días.
Es importante notar que llevamos dentro un apetito de nuestra propia excelencia. No de tender a la excelencia porque eso no es malo sino de creernos superiores a los demás. Y allí hay dos errores: el primero consiste en creernos superiores a lo que somos y el segundo el poner como punto de referencia a los demás y no a nosotros mismos y a Dios.
La humildad por tanto nos da una justa valoración de nosotros mismos, de nuestra pequeñez y de nuestras limitaciones.
Grados de humildad
Primero: nos ayuda a sufrir con resignación y pacientemente las humillaciones que nos vengan, por nuestra culpa o por la de otros. Este estado exige el estado de gracia y el horror hacia el pecado mortal con una decición firme de preferir la muerte antes de cometer un pecado mortal. En la vida nunca faltan dificultades fracasos, pérdida de cualidades y demás, cuando tenemos la culpa nosotros es más fácil aceptar la humillación y exige más humildad cuando no la tenemos. Podemos ofrecer todos estos sacrificios por la Iglesia, por la congregación y por tantas intenciones.
Segundo grado: En él vivimos con desapego y con liberalidad cualquier experiencia humana y espiritual, poniendo nuestro corazón y nuestra voluntad únicamente en la gloria de Dios y la salvaciónde las almas. Exige dos cosas: desapego total de las cosas temporales y voluntad decidida de evitar el pecado venial.
La práctica de la humildad
a) Hacia Dios
La virtud de la religión nos lleva a alabar a Dios, la alabanza a Dios debe ser como el clima en el que nos movamos en la vida religiosa, lo alabamos por su su santidad, por su magnificencia, por su honor.
Nos lleva a reconocer a Dios y a agradecerle todos sus dones y beneficios.
El espíritu de dependencia nos invita a vivir en obediencia a Dios y a sus leyes que son su voluntad, queriendo todo lo que quiere Dios, para ello se necesita humildad.
b) Hacia el prójimo
Alegrarnos sinceramente por las virtudes de los demás y no dejarse llevar por la envidia y considerar los aciertos de los demás como triunfos para el Reino de Cristo.
En las conversaciones no poner en ridículo a los demás o burlarse de ellos sino tratarlos con reverencia y escuchar con interés sus opiniones.
Evitar las palabras llenas de orgullo, la vanidad y la superioridad.
Mostrar siempre gran respeto y reverencia por los superiores con estima y cortesía a las personas de la misma dignidad y gran caridad hacia los súbditos.
Busca no juzgar los actos de tu prójimo. Más bien interpreta con benignidad las palabras y los actos, buscando excusarlos y justificarlos en sus defectos.
Pide en tus oraciones por los defectos de los demás.
Nunca contradigas a nadie ni te enzarces en discusiones inútiles, no busques ofender a los demás y propón siempre cosas positivas.
Cuando haya que defender la verdad hazlo con moderación y sin ofender. Actúa con paciencia frente a los defectos de los demás y sus debilidades.
No busques ser amado y estimado sino ama y estima a los demás.
No busques herir con tus palabras o con tus acciones.
S se te presenta la oportunidad de ofrecer algún servicio a los demás no lo omitas y hazlo con amor. questo con amore.
c) Hacia tí mismo
Humildad de mente. Teniendo confianza en Dios y buscando el consejo de los demás.
Reprime con firmeza la curiosidad vana e inútil.
No te abatas si te faltan las consolaciones interiores. Conténtate con lo que Dios te manda.
Busca ante todo la bondad del corazón, la dulzura, que todos tus actos sean un testimonio de la presencia de Dios en tu alma. Que cada acto tuyo sea una invitación para los demas a alabar a Dios.
Humildad exterior, que es una manifestación de la interior y practica con sentimientos de mansedumbre, habitación sencilla y pobre, condescendencia, sencillez en las conversaciones. Hay un hábito de sincera humildad que se manifiesta en el cuerpo a través de posturas, actitudes hacia los demás, en la armonía y en la gracia que desprende la sencillez. La modestia se debe manifestar en la mirada, en la risa y en todos los movimientos, en la dulzura y mansedumbre hacia los otros.
d) Otras manifestaciones de humildad
La gozosa aceptación de la voluntad de Dios y simplicidad de corazón,
No caer nunca en el desánimo, la desesperación y la amargura, si hay desánimo, seguro que está la vanidad y falta la humildad y hay mucho orgullo y amor propio.
Simplicidad y docilidad hacia los superiores.
Espíritu de servicio: la religiosa debe ser una servidora de Dios en los demás, siendo sierva, esposa y madre.
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