4 formas de resolver conflictos en el matrimonio


Conflictos en el matrimonio: ¿Se puede aprender a querer?
Autor: Juan Ignacio Bañares

¿Por qué ahora son más las rupturas matrimoniales? Quizá los motivos de fondo no sean pocos ni sencillos: pero tal vez tengan que ver con el concepto de la libertad, del amor y de la conyugalidad misma




En las estadísticas suelen ir juntos: matrimonios, separaciones, divorcios. Según los datos disponibles, durante el año 2004 en España se contrajeron 216.000 matrimonios, se separaron 82.340 y obtuvieron la declaración de divorcio 52.591. Ciertamente la comparación de la primera cifra (216.000) con la suma de la segunda y la tercera (135.291) es relevante, pero es también relativa. Lo relevante es que la cantidad de matrimonios que se separaron o que obtuvieron el divorcio equivale al 62% del número de matrimonios celebrados en ese año. Lo relativo es que los 135.291 que se separaron o divorciaron en 2004, en sí no tienen nada que ver con el número de nuevos matrimonios: una cosa es cuántos se casan y otra cuántos interrumpen o rompen la convivencia conyugal.



En cambio las cifras sí pueden servir la comparación entre unos años y otros. En este sentido, por ejemplo, los 216.000 matrimonios contraídos en 2004 superaron los 208.000 de 2001 o los 211.500 de 2002.



La ley del “divorcio-exprés”

En cuanto a los divorcios, si bien los números se presentaban más o menos estabilizados, parece que en 2005 ha habido un incremento importante. Se entiende que la aplicación del llamado “divorcio-exprés” haya facilitado que una parte de los cónyuges separados se haya acogido enseguida a esa modalidad. Habrá que esperar algún año más para ver cómo sigue la tendencia. Pero, en cualquier caso, es claro que la posibilidad de un divorcio inmediato, sin culpas que demostrar y sin motivos que aducir, es un nuevo factor entre los generadores del divorcio. Ni la precipitación es buena consejera, ni el apasionamiento lleva al acierto: de hecho, hasta ahora se acababan reconciliando al menos un 20% de los matrimonios que se separaban. No parece que la esta ley-trampolín esté pensada precisamente para favorecer la restauración de la vida conyugal y familiar.



Es cierto que una ley de divorcio nunca ‘obliga’, pero también lo es que es más fácil resfriarse si te obligan a vivir con las ventanas abiertas. Convivir, superar las dificultades de fuera y las crisis de dentro, supone tiempo, esfuerzo, paciencia: el matrimonio se hace en un momento; la vida conyugal se construye en ‘cada momento’. Uno se convierte en cónyuge en el momento de la boda, al darse y aceptarse como esposa o esposo; uno permanece cónyuge para siempre, debiendo aprender a vivir las nuevas circunstancias desde esa perspectiva, desde esa dimensión nueva libremente asumida. Por eso se dice que la fidelidad –vivir según el compromiso adquirido- es muestra del amor –que llevó a tal compromiso–. Así, aprender a amar no es sólo –aunque no sea poco– aprender a comprometerse: es también aprender a ser fiel en toda situación.



La conyugalidad ¿No se conoce, no se puede asumir, o no se quiere vivir?



¿Por qué ahora son más las rupturas matrimoniales? Quizá los motivos de fondo no sean pocos ni sencillos: pero tal vez tengan que ver con el concepto de la libertad, del amor y de la conyugalidad misma.



Tal vez la dificultad principal de hoy, no ya para amar, sino para ‘aprender a amar’, consista en la conjunción de ciertos desenfoques antropológicos típicos y tópicos en la que se ha llamado cultura occidental posmoderna. Se trata de errores serios sobre tres temas que están en la base misma del concepto de amor conyugal: el primero consiste en la consideración de la libertad como pura opción, es decir, como el puro hecho de tener las máximas posibilidades abiertas; el segundo, en la sustitución de la búsqueda de la verdad por la aceptación del relativismo; y el tercero en la sustitución de lo bueno por lo apetecido. Fijemos brevemente la atención en cada uno de ellos.



La libertad como simple opción



En efecto, si situamos la esencia de la libertad en la mera opción, la persona es más libre en la medida en que tenga más opciones disponibles: la libertad se pone antes de la acción del sujeto e independientemente del objeto que elija. Desde esta óptica, en realidad cualquier libertad real se hace imposible. El hombre, realidad finita, debe escoger y toda elección excluye otras posibles; en consecuencia, todo acto de elegir sería precisamente una limitación de la libertad.



Llevando el razonamiento hasta el final se daría el absurdo de que la libertad mayor consistiría en no realizar ninguna elección: no podríamos movernos, porque moverse es desplazarse hacia algún sitio concreto por un itinerario determinado y eso ya significaría rechazar las demás posibilidades y por tanto limitar la propia libertad; no podríamos comer, mirar o vestir, porque siempre se come, mira o viste algo concreto; no podríamos aprender, hablar o pensar, porque también la realización de estas acciones, al limitarse a un objeto, limitaría la libertad.



La realidad es muy distinta. El hombre es un ser inacabado, histórico: cuando nace contiene nuclearmente todo lo que es, pero le es propio dirigirse por sí mismo, a través de sus acciones, a lo que contribuye a su perfeccionamiento. La libertad no es, estrictamente hablando, una facultad del ser humano, sino una característica de la voluntad. La voluntad es una potencia natural que tiende a la acción, buscando la posesión de lo que percibe como conveniente o adecuado a su plenitud. El hombre, como los demás seres animados, puede y debe obrar para alcanzar su desarrollo. La diferencia con los demás seres es que el hombre conoce intelectualmente y –en consecuencia– su voluntad no está determinada por las circunstancias del entorno, sino que las trasciende como el espíritu trasciende la materia.



El objeto de la libertad, de la voluntad libre, no consiste por tanto en el máximo de opciones de los bienes posibles, sino en pasar del bien posible al bien real a través de la elección y de su posterior ejecución: el objeto de la voluntad libre no es la posibilidad de bien, sino obtener la posesión del bien. Cuando tengo hambre, mi voluntad no busca el máximo de posibilidades ‘en potencia’ para calmar el apetito, sino hacerse con un alimento concreto y saciarse.



Si se aplica el punto de vista erróneo, se entiende la elección como limitación de la libertad, el compromiso como una negación de la libertad humana, y el compromiso definitivo como algo inconcebible, porque la irrevocabilidad de la decisión atentaría contra el sentido mismo de la libertad. Desde ese punto de vista, en la medida en que un fin abarca más realidad, ordena más medios, está más enraizado en la persona, en esa misma medida atentaría más contra su libertad, porque cancelaría de golpe más opciones posibles. La consecuencia es clara: cuando la libertad se reduce a opción, el amor –el movimiento propio de la voluntad hacia lo bueno– se reduce al goce sensible.



¿Qué es la verdad?



El segundo error consiste en la sustitución de la búsqueda de la verdad por la aceptación del relativismo. También en este caso deja de considerarse como valor el conocimiento de la realidad objetiva y se sustituye por el valor que el sujeto quiera otorgarle; es cierto que hay muchas cosas opinables, que dependen de la perspectiva con la que mira cada uno, pero también es cierto que hay realidades objetivas, que hay afirmaciones que son verdaderas y afirmaciones que son falsas.



Desde el enfoque relativista no se puede decir que esto o aquello sea verdadero, o esto más verdadero que aquello: esto será verdadero ‘para mí’, y quizá ‘falso’ para aquél. Por tanto, desde este planteamiento el mero hecho de sostener que existe una verdad objetiva supondría otro atentado a la libertad, porque pretende una imposición que limita las opciones de los demás. Aplicándolo a la actuación del hombre, ya no cabe hablar del bien o del mal, de lo bueno o lo malo, porque si la verdad no es objetiva, no pueden existir juicios absolutos. En definitiva, cuando la verdad se reduce a la opinión, el bien se reduce al propio gusto.



¿Quién crea el bien?



Queda así abierto el paso al tercer error antropológico: la sustitución de lo bueno por lo apetecido. Si yo ‘decido’ y ‘creo’ la verdad, yo también ‘decido’ y ‘creo’ el bien. En realidad, ya no se trata del bien –que siempre se refiere a algo objetivo- sino de mi voluntad, que queda como fundamento único y último de todo.



Como se ve, el fondo de estos tres planteamientos es un inmanentismo antropológico que desemboca en un individualismo absoluto. El yo es el principio y el final que se manifiesta como un depósito insaciable de derechos individuales y como un absorbedor inagotable de beneficios tangibles inmediatos.



En lo que se refiere al matrimonio, las consecuencias son implacables. Ya en la Carta a las Familias, hace ya más de diez años, Juan Pablo II advertía que el modelo antropológico de hoy “se ha alejado de la plena verdad sobre el hombre y, por consiguiente, no sabe comprender adecuadamente lo que es la verdadera entrega de las personas en el matrimonio” (n. 20). La libertad como opción impide la unidad de la persona que proporciona el fin: no cabe, por tanto, el amor, porque no cabe el compromiso. La relativización de la verdad impide cualquier referencia o anclaje de la realidad externa al propio sujeto: el valor de lo demás y de los demás dependerá, en cada momento, de mi aprecio subjetivo. La sustitución de lo bueno por lo apetecido fragmenta la dimensión sexuada de la persona humana en un calidoscopio de objetos ocasionalmente deseados.



¿Cuál es la relación entre el bien y el amor de verdad?¿Por qué hay que aprender a amar?¿Por qué no ‘sale solo’ ese don-de sí?¿Por qué es necesario el esfuerzo?

Obviamente el esfuerzo es necesario porque hay dificultades. De un lado, el amor es lo más natural del ser humano, porque es su fin. De otro lado, el amor es costoso, porque no es automático, porque exige poner en orden los bienes y ejecutar ese orden, porque la secuela del pecado original y de los propios pecados desbarata ese orden incitándonos a anteponer el propio yo y porque nuestra voluntad libre es débil. Desde este punto de vista es claro que la dificultad para amar es simplemente nuestra facilidad para anteponer el yo a Dios y a los demás.



Al empezar me he referido a algunos errores antropológicos de nuestra cultura actual y que hacen difícil no ya el amor, sino comprender el mismo concepto del amor: comprender que nuestra libertad está para amar y que el amor consiste en el don. Si aquellos errores se resumían en un inmanentismo que se desborda en un individualismo cerrado, queda patente la principal dificultad: una cultura del yo, de la exaltación del yo, significa necesariamente una cultura de la ofuscación de Dios y de los demás.



Afortunadamente el contexto presentado no trata de ser una descripción de la realidad social en su conjunto, sino una explicación teórica de los errores prácticos que están produciendo en la sociedad occidental un desplazamiento radical –de raíz–, aunque muchas veces inconsciente, de las conductas y de los conceptos. Quizá tenga algo que ver con los datos de las estadísticas: pero las respuestas están siempre y sólo en las personas. Por eso creer en la libertad es optar por la confianza en el futuro.

Juan Ignacio Bañares
Profesor de Derecho Matrimonial y Subdirector del Instituto de Ciencias para la Familia (ICF) de la Universidad de Navarra
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Hombres egoístas: como enseñarles a amar


Superar el egoísmo
Algunos ejemplos
Autor: Alfonso Aguiló

Para toda persona, erradicar un poco cada día el egoísmo, será erradicar una fuente de tristeza

Vivir de forma egoísta es como vivir en un calabozo. Oímos sólo nuestra propia voz, hablamos sólo de nosotros mismos, sólo escuchamos los lamentos de nuestro propio dolor, únicamente captamos la gloria de nuestra propia victoria personal. Cualquier otro interés está mediatizado por el interés propio.



— No te pongas así. Es lógico que la gente mire un poco por su propio interés...

Pero se puede velar por el propio interés sin ser egoísta. El problema es que el egoísta vive en una permanente búsqueda de la propia satisfacción. Una búsqueda que acaba por ser angustiosa, porque el egoísta a cada paso se sorprende con que ha vuelto a perder el rastro y no consigue disfrutar un poco de tiempo con casi nada.

Son afanes oscuros y confusos que hacen desgraciadas a las personas. Por eso es tan importante que los padres logren que sus hijos descubran la satisfacción que la generosidad encierra, y reflexionen sobre el regusto de tristeza que a todos queda cuando nos comportamos de forma desconsiderada, implacable y egoísta con los demás.

— ¿Y a qué edad suelen tener más tendencia al egoísmo?

Cuanto más pequeño es el niño, tanto más vive bajo el poder de los sentidos, y es por eso mismo más fácil que ceda al egoísmo si no hay una educación adecuada. Una criatura de pocos años parece que todo lo ansía para sí, acumula los juguetes, quizá no repara en que a otros nada les llegue. Pasa por un etapa de acusado egocentrismo infantil en la que gusta considerarse el centro de todo, que se hable de él, llamar la atención...; como Currita Albornoz en aquella novela de Coloma: si asiste a una boda, quiere ser la novia; si a un bautizo, el recién nacido; si a un entierro, el muerto.

Por eso, desde muy temprano hay que ir sacando brillo a sus sentimientos de generosidad, para que ahoguen a esos otros de egoísmo.

De lo contrario, podemos encontrarnos con un reverdecer del egoísmo en los años de la adolescencia.


Precisamente en esos tiempos en los que quizá siente más orgullo por su talento, su desarrollo físico o su agudeza intelectual. Y quizá resulta que a lo mejor:

*se hace amigos interesadamente para que le expliquen las matemáticas o le dejen copiar un trabajo de clase;

*se muestra indiferente ante un motivo de tristeza de otros;

*habla con orgullo a su compañero o compañera de clase, de posición menos acomodada, de los grandes viajes que hace en vacaciones, de la moto que le han regalado, o de los lujos de que él disfruta y que el otro no tiene;

*manifiesta un sorprendente sentido práctico con el que pasa por encima de todos los demás para lograr su propio interés; etc.

— ¿Y cuál crees que es la razón de todo eso?

Quizá arranca desde la niñez, con cosas insignificantes consentidas por quienes convivían con él, y nadie entonces le hizo considerar lo poco noble de esos detalles. A lo mejor escogía siempre el mejor sitio, la mejor fruta, o la tarea más cómoda, y nadie le decía nada, o se acostumbró a oír los reproches como quien oye llover.

Y se acostumbró a no ceder el sitio, a no reparar en las necesidades de los demás, a no sujetar la puerta hasta que pasara quien venía detrás. A lo mejor salían de excursión y pasaban entre unos matojos, y él iba soltando las ramas, que herían en la cara a los que marchaban detrás; sólo importaba una cosa: él ya había pasado.

Por el contrario, el niño que comparte hoy sus juguetes o sus juegos –señala Bernabé Tierno–, o que se atreve a defender a un compañero maltratado, es el hombre del mañana en cuyo proyecto de vida tendrán lugar los demás.

Si quien está a tu lado tiene algún pesar, consuélale con unas palabras de las que brotan del corazón. Si se alegra, alégrate con él, porque es propio de los egoístas entristecerse de envidia ante la alegría ajena. Comparte, ayuda, agáchate a recoger el paquete que se le ha caído al suelo a ése que pasa a tu lado, trata a la gente con corrección, y especialmente a quienes tienen que servirte.

Cada uno debe examinarse sobre si hay en su vida planteamientos egoístas de fondo. Hablo de esos padres posesivos de sus hijos, y de esos hijos que dominan a sus padres. De esos matrimonios que son una pareja de vidas solitarias, y de ésos que son cadenas el uno para el otro.

Para toda persona, erradicar un poco cada día el egoísmo, será erradicar una fuente de tristeza.


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Economia familiar


Autor: Francisco Gras
Fuente: Yoinfluyo.com

Consejos para la economía del hogar
Francisco Gras nos ofrece una serie de prácticas de virtudes y valores a enseñar en el hogar para fomentar el ahorro

La vida en la familia tiene que estar presidida, entre otras cosas, por la práctica de las virtudes y valores humanos de los padres, para que su ejemplo refuerce las enseñanzas a los hijos.


Virtudes y valores humanos que deben quedar reflejadas en los ingresos, gastos, ahorros y objetivos financieros que tenga la familia. Éstos tienen que ser irremediablemente muy claros y realistas, y estar debidamente plasmados por escrito en un plan para conseguirlos, que puede denominarse “Plan 125”, es decir, a 1, 2 y 5 años vista, e irlo controlando y adecuando mensual o anualmente, para en su caso, modificar también las metas u objetivos previstos.


La familia debe contar con un presupuesto de ingresos, fijos y variables, previsibles en el tiempo y en las circunstancias. La posibilidad de tener otros ingresos adicionales, o de mejorar los actuales estará en función de:

Que los dos cónyuges puedan trabajar a tiempos totales o parciales, sin olvidar el tiempo necesario para la educación de los hijos, su propia formación profesional y el equilibrio entre ingresos y calidad de vida.

Que uno o los dos cónyuges trabajen más horas.
Trabajar desde la casa para ahorrar los costos de transporte y comidas fuera del hogar.

Formación de un negocio trabajado desde la casa a tiempo total o parcial, en función de los conocimientos y plan de vida previsto.

La mejor manera de aumentar los ingresos para poder cumplir los objetivos previstos es asumiendo el costo económico y el sacrificio dedicado a obtener una mejor formación académica, realizando un programa de educación continua o certificaciones para conseguir trabajos mejor retribuidos.

Es una decisión que requiere el profundo análisis de las características de cada persona, en relación con sus posibilidades, cualidades, reservas económicas, capacidad de endeudamiento, situación de la economía, lugar donde se vive, y sobre todo, de la viabilidad del proyecto, etcétera.

Los cónyuges deben considerar los tipos de gastos calculados en cada fecha prevista y balanceados con los ingresos y sus fechas, para tomar decisiones.

Gastos fijos o variables obligatorios (las deudas en tarjetas de crédito o de hipotecas de interés variable, es un concepto prioritario en muchos casos).

Gastos fijos imprescindibles.

Gastos variables opcionales.

Gastos extraordinarios opcionales (compra de libros, aparatos que mejoren la capacidad educativa de los hijos).

Gastos extraordinarios imprevistos (hacer un remanente para casos de enfermedades, accidentes, aumento de estudios, etcétera).

Lo ideal es que solamente haya una cuenta bancaria, donde queden reflejados todos los gastos e ingresos, desechando esa mala costumbre de algunos cónyuges, de tener cuentas bancarias, ingresos y gastos separados, haciéndose cada uno responsable de administrarlos. Los bancos facilitan resúmenes de cuentas mensuales, con el desglose de todos los gastos realizados, lo que ayuda muchísimo a compararlos con los presupuestos.

La política sobre la inversión de los ahorros familiares debe consultarse con los expertos, pues hay muchos conceptos a tener en cuenta, que algunas veces marcan las prioridades. Por ejemplo, la disminución de impuestos con el pago de intereses hipotecarios, prepararse para la jubilación, beneficiarse de los incentivos que ofrecen las empresas con los planes de ahorros para la jubilación, para los estudios universitarios de los hijos, la compra de acciones, prepararse para los estudios de los hijos, disponibilidad inmediata para emergencias, riesgos asumidos, rentabilidad, seguridad, etcétera.

Las tarjetas de crédito, solamente se deberían utilizar para casos de emergencia y siempre de común acuerdo entre los cónyuges, para evitar el consumismo que acarrea tantos males. Previamente a utilizar la tarjeta de crédito, tiene que haber un plan sobre la forma de pagar lo gastado. Los gastos, preferentemente, deberían ser hechos por medio de tarjetas de débito, para no poder pasarse de los límites que cada uno se impone.

Gastar menos debería ser una prioridad familiar cuando la diferencia entre los ingresos, gastos y ahorros previsibles en las fechas indicadas no permite seguir llevando el modelo de vida que utiliza la familia, o no se pueden cumplir los objetivos familiares previstos.

Todas las acciones que la familia tome tendrán que ser pasadas por la criba de ese presupuesto de ingresos, gastos y ahorros mencionados, para adecuar sus acciones de forma que converjan en los fines propuestos.

Ya se han terminado las épocas donde se gastaba según se quería sin ningún miramiento y cuando la diferencia se cargaba a la tarjeta de crédito, esperando a que algún día pudiera pagarse. Ahora todos quieren que esta crisis pase cuanto antes, para volver a lo de antes, a los felices tiempos de los gastos descontrolados. No para actuar de acuerdo con lo aprendido de los derroches realizados.

Virtudes y valores humanos, que los padres deberán practicar e inculcar a sus hijos, para conseguir los objetivos propuestos: Abnegación. Aceptación Arrepentimiento. Austeridad. Autodisciplina Disciplina. Coherencia. Colaboración. Compromiso. Constancia Control. Cooperación Desprendimiento Disposición. Ejemplo. Esfuerzo Familia. Fortaleza. Generosidad Habito Humildad. Moderación Mortificación. Orden. Paciencia. Prevención. Responsabilidad. Sacrificio. Sencillez. Templanza. Trabajo, etcétera. La práctica de estas virtudes y valores humanos serán una buena herramienta, para romper las malsanas costumbres o perniciosos hábitos, que impiden a las familias alcanzar los objetivos previstos.

Padres e hijos deben estar completamente al corriente, según sus edades, de todas las decisiones que se tomen. Cada uno debe hacer lo que mejor sepa en beneficio de la familia y tiene que asumir la responsabilidad que voluntaria u obligatoriamente le corresponda.

Entre todos tienen que darse soporte, para poder llevar a efecto lo que hayan acordado, que aunque en un principio alguien disienta, después de que han llegado a un acuerdo, todos tienen que luchar en equipo para conseguirlo.
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Miedo al compromiso

¿Perder la libertad?

Si no se vive para los demás,
la vida carece de sentido.
Madre Teresa de Calcuta

Alfonso Aguiló
Interrogantes.net




El único modo de ser libres

El relato del Génesis nos presenta un retrato del hombre que no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, el hombre abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita su libertad y, con ella, nuestra libertad, porque en Adán estamos representados todos los hombres.

La tentación, de entonces y de siempre, es pensar que Dios crea una dependencia y que el hombre necesita desembarazarse de esa dependencia para ser feliz. El hombre quiere tomar por sí mismo del árbol del conocimiento del bien y del mal, ansía poder dirigir de modo totalmente autónomo su vida, modelar el mundo, hacerse igual a Dios.

Al hombre le cuesta comprender que la libertad de un ser humano es una libertad limitada en sí misma. Solo podemos poseerla como libertad compartida, solo puede desarrollarse si vivimos unos con otros, y unos para otros, es decir, según la voluntad de Dios, pues cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. La voluntad de Dios no es para el hombre una ley impuesta desde fuera, que lo obliga, sino la medida intrínseca de su naturaleza, una medida que está inscrita en él y lo hace imagen de Dios, y así criatura libre.

El episodio del Génesis describe la historia de todos los tiempos, la historia de ese modo de pensar, de ese principio corruptor que llamamos pecado original, de esa sospecha de que una persona que no peca es una persona aburrida, una persona a la que le falta algo en su vida. El hombre ansía de modo dramático ese ser autónomo, ansía experimentar la libertad de bajar a las tinieblas del pecado para disfrutar a fondo de toda la amplitud y la profundidad de sus posibilidades.

"Pero al mirar el mundo que nos rodea –señala Benedicto XVI–, podemos ver que no es así, es decir, que el mal envenena siempre; que no eleva al hombre, sino que lo envilece y lo humilla; que no lo hace más grande, más puro y más rico, sino que lo daña y lo empequeñece. El hombre que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y conformista; no pierde su libertad.

"Solo el hombre que se pone totalmente en manos de Dios encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en manos de Dios no se aleja de los demás, retirándose a su salvación privada; al contrario, solo entonces su corazón se despierta verdaderamente y él se transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta".

Para libertad y felicidad, esfuerzo
—Pero tendemos a pensar que todo eso te complica la vida, que Dios se mete en tu alma y perturba todo el egoísmo que te envuelve y no lo quieres perder.

Es cierto. No queremos complicarnos la vida. Es la nostalgia de la comodidad perdida. Pensamos quizá en lo tranquilos que vivíamos sin tener esta inquietud en el alma. Y a lo mejor vivíamos efectivamente tranquilos, escuchando, desde la lejanía de una vida cómoda, el Sermón de la Montaña. Nos gustaba ver al Señor hablar allá arriba. Y pensar, perdidos entre la muchedumbre, que sus palabras se dirigían solo a una elite privilegiada de escogidos. Pero el caso es que se dirigen también a ti y a mí. Y su llamada es imperiosa y exigente, porque, como decía Santa Teresa de Ávila, "creer que admite a su amistad a gente regalada y sin trabajos, es disparate".

Es un miedo, es verdad, pero, al tiempo, es una liberación. A ello se refería Benedicto XVI en la homilía de inicio de su pontificado. "¿Acaso no tenemos todos de algún modo miedo de que, si dejamos entrar a Cristo totalmente dentro de nosotros, si nos abrimos totalmente a Él, pueda quitarnos algo de nuestra vida? ¿Acaso no tenemos miedo de renunciar a algo grande, único, que hace la vida más bella? ¿No corremos el riesgo de encontrarnos luego en la angustia y vernos privados de la libertad? Y el Papa quiere deciros: ¡No! Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Solo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Solo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Solo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. Así, hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, deciros a todos vosotros, queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida".

Razón de la perplejidad
—¿Y qué se necesita para ser santo, para aceptar y fructificar el designio que Dios tiene para nosotros?

Dicen que una hermana suya preguntó a Santo Tomás de Aquino: "Tomás, ¿qué se necesita para ser santo? ". Y que él contestó, sencillamente: "Querer. Para ser santo se necesita eso, querer".

—Yo quiero ser santo. Si no fuera así, no estaríamos hablando de esto. Lo que pasa es que acabo mareado con tantas disquisiciones sobre qué debería hacer para serlo.

Quizá es que le das muchas vueltas a las cosas, lo hablas con unos y con otros, pides consejo a todo el mundo, y unos te desaniman, otros te alientan, unos te aconsejan una cosa, y otros lo contrario. Contestas, preguntas, cuentas, dices, y al final acabas más perplejo que al principio. Quizá te aconsejan quienes no saben hacerlo, y te acaban confundiendo y haciéndote perder el tiempo, como sucede cuando te pierdes buscando una calle y te aconseja quien no sabe. Quizá lo mejor que puedes hacer, en vez de darle tantas vueltas, es recogerte en oración y preguntarle al Señor: "Señor, ¿realmente quiero conocer y hacer, sea la que sea, tu voluntad?".

—¿Y no te parece que hoy día está en crisis el hecho de entregarse por completo, tanto en el matrimonio como en el celibato?

Siempre se ha dicho que los tiempos de crisis del celibato coinciden con tiempos de crisis del matrimonio. De todas formas, sería más correcto decir que quienes están en crisis son las personas que no quieren o no logran entregarse por completo, pero el matrimonio y el celibato, como instituciones, gozan de muy buena salud.

Un problema de generosidad
Entregarse por completo es una forma de vida que conduce a una elevada realización personal, pero, junto a eso, comporta una exigencia mayor. Por eso es fundamental crear un clima favorable a esa actitud vital de generosidad, hacer ver a todos que el hombre puede lograr vivir así, entre otras cosas porque hay una llamada de Dios que lo respalda, y también porque así lo han vivido millones de personas a lo largo de los siglos. Y las familias, y todos los educadores, deben buscar con empeño formar en ese espíritu a la gente joven, de manera que su corazón sea capaz de un amor pleno, fundamentado en virtudes y hábitos que les hagan capaces de realizarlo.

—¿Y cómo crees que debe ser la educación para lograr ese matrimonio o ese celibato feliz?

Es preciso despertar y fomentar en todo momento la generosidad, tanto con los demás como con Dios. Por eso, cuando en la educación se introduce un sesgo de egoísmo, de ese realismo un poco cínico que previene malévolamente a la gente joven contra los "excesos de generosidad", se deteriora su educación afectiva, que es tan decisiva para su futuro.

No debe minusvalorarse el efecto negativo de esos consejos que previenen contra una entrega total al cónyuge, o de esos otros que empujan a recortar más y más el número de hijos para tener una vida con más lujos y menos preocupaciones, o de quienes previenen contra la posibilidad de la entrega en el celibato. Cuando se tachan de ingenuidad los arranques generosos, o cuando se incita a ese supuesto realismo de no ser "demasiado generoso", las consecuencias suelen ser negativas globalmente, pues afectan a la más profunda educación del corazón. Cuando en la formación de una persona joven no se desarrolla lo que Juan Pablo II llamaba la "vocación al amor", las consecuencias son siempre muy negativas para su vida afectiva futura.

La belleza del amor compartido
"Esta vocación al amor –escribía Juan Pablo II–, es el elemento más íntimamente unido a los jóvenes. Como sacerdote, me di cuenta muy pronto de esto. Sentía una llamada interior en esa dirección. Hay que preparar a los jóvenes para el matrimonio, hay que enseñarles el amor. El amor no es cosa que se aprenda, ¡y sin embargo no hay nada que sea más necesario enseñar! Siendo aún un joven sacerdote aprendí a amar el amor humano."

"Los jóvenes, en el fondo, buscan siempre la belleza del amor, quieren que su amor sea noble. Si ceden a las debilidades, imitando modelos de comportamiento que bien pueden calificarse como "un escándalo del mundo contemporáneo" (y son modelos desgraciadamente muy difundidos), en lo profundo del corazón desean un amor hermoso y puro. Esto es válido tanto para los chicos como para las chicas. En definitiva, saben que nadie puede concederles un amor así, fuera de Dios. Y, por tanto, están dispuestos a seguir a Cristo, sin mirar los sacrificios que eso pueda comportar."

"El problema esencial de la juventud es profundamente personal. La juventud es el periodo de la personalización de la vida humana. Los jóvenes, sean chicos o chicas, saben que tienen que vivir para los demás y con los demás, saben que su vida tiene sentido en la medida en que se hace don gratuito para el prójimo. Ahí tienen su origen todas las vocaciones, tanto las sacerdotales o religiosas, como las vocaciones al matrimonio o a la familia. También la llamada al matrimonio es una vocación, un don de Dios."

La vida tiene sentido en la medida que se entrega, en la medida en que se hace un don y un servicio a los demás. Quien acude al matrimonio buscando en el otro una persona que le quiera y que le comprenda y que le cuide, en vez de buscando querer, comprender y cuidar a la otra persona, comete un grave error. Quienes se casan como si fueran dos amigos que comparten vivienda y un poco de su tiempo libre, pero sin una apuesta clara por los hijos, o sin disposición de ceder y de sobrellevar las diferencias que sin duda surgirán, o con la idea de romper el matrimonio en cuanto las cosas dejen de ser fáciles, deben saber que no será sencillo que aquello marche bien durante mucho tiempo, como se demuestra en tantos casos que todos conocemos.

Amores recortados que no son amores
Muchas parejas jóvenes comienzan su vida matrimonial poniendo muchas cosas por delante de las necesidades de su matrimonio o de la educación de sus hijos, como por ejemplo su ambición profesional, sus aficiones, su deporte, sus amigos, o lo que sea. Muchos se lanzan a un matrimonio que esperan que sea una balsa de aceite, cuando no conocen ningún caso en que así sea, ni aun entre los matrimonios más felices. Otros, son más conscientes de que las cosas no serán fáciles, pero en vez de superarlo con entrega personal, ponen por delante la barrera del miedo al compromiso y no hacen una apuesta total.

Todos estos son temas esenciales para una vida de entrega feliz, tanto de entrega al otro cónyuge y a los hijos como de entrega a Dios en el celibato. Por eso, en la educación de la afectividad, especialmente durante la adolescencia, es fundamental enseñar a entregarse a los demás y salir del propio egoísmo. Los hijos aprenden entonces a querer de verdad, sin cálculos egoístas, y ponen así las bases de su felicidad y de la felicidad de su familia futura. En cambio, cuando se les enseña a condicionar su entrega, tanto si es a otra persona como si es a Dios, se propicia una quiebra afectiva, al inducirles a la mezquindad y a la cicatería, al hacerles pensar demasiado en su propio beneficio, al no acostumbrarles a abrir su corazón a los demás. Y quienes animan a evitar las ocasiones de escuchar la voz de Dios, a no "exagerar" la vida cristiana o a evitar determinadas lecturas o conversaciones, para así alejarles sistemáticamente de la posibilidad de un encuentro con la vocación, quizá no se dan cuenta de que con eso, además de dificultar el encuentro del propio camino, dañan algo tan fundamental como la nobleza de corazón, y eso siempre es un perjuicio grande.
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¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?


Nuestra Señora de Guadalupe
Fuente: corazones.org

Patrona de México. Pío X la proclamó "Patrona de toda la América Latina"; Pío XI, de "todas las Américas"; Pío XII la llamó "Emperatriz de las Américas"; y Juan XXIII, "La misionera celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".




La Virgen de Guadalupe, Patrona de México y Emperatriz de las américas.
Fiesta: 12 de diciembre.

"Confiamos a Santa María de Guadalupe, Patrona de México y de todo el continente, el destino de los pueblos americanos y de su nueva evangelización."
Juan Pablo II, enero 1999.

La Virgen Santísima se apareció en el Tepeyac al Beato Juan Diego en 1531. Como prueba de su visita la Virgen milagrosamente hizo que en aquel lugar aparecieran preciosas rosas de Castilla y que su imagen se quedara permanentemente en la tilma de su siervo. Ya en España existía la advocación a la Virgen de Guadalupe en Cáceres y en La Gomera.

La milagrosa imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México (y en todo el mundo) con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen bajo esta advocación son tan extraordinarios que no se puede menos que exclamar: "El poder divino está aquí." Dios Todopoderoso se complace en derramar sus dones por medio de aquella a quien El escogió para ser su madre.


Historia.

Nunca han faltado, aun entre los católicos, los que rechazan la historicidad de las apariciones de la Virgen. Pero estos ataques se convierten en oportunidades para nuevos estudios. Así ocurrió con los exhaustivos estudios dirigidos por Fidel González mccj en preparación para la canonización de Juan Diego y recogidos por la agencia Zenit:

Quizá uno de los trabajos más originales del padre González, quien ha sido asistido en esta labor por otros miembros de la comisión, Eduardo Chávez Sánchez y José Luis Guerrero Rosado (cf. «El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego», Editorial Porrúa, México 1999, 564 pp.) es la presentación de 27 documentos o testimonios indígenas guadalupanos y 8 de procedencia mixta indo-española. Entre todos ellos, destaca el «El Nican Mopohua» y el llamado Códice «Escalada».

Los antiaparicionistas, sin embargo, no pueden explicar con elementos históricos algunos aspectos decisivos de la historia de México sin tener en cuenta el milagro de Guadalupe. Como, por ejemplo, el que, después una conquista dramática y tras dolorosas divisiones y contraposiciones en el seno del mundo político nahuatl, en un lugar significativo para el mundo indígena, en el cerro del Tepeyac, se levantara en seguida una ermita dedicada a la Virgen María bajo el nombre de Guadalupe, que con la Guadalupe de España coincide sólo en el nombre.

No explican tampoco cómo Guadalupe se convirtió en señal de una nueva historia religiosa y de encuentro entre dos mundos hasta ese momento en dramática contraposición.

... Existen otras muchas pruebas históricas sobre la existencia de Juan Diego, como, por ejemplo, la tradición oral, fuente decisiva al estudiar a los pueblos mexicanos, cuya cultura era principalmente oral. Esta tradición, en esos casos suele obedecer a cánones bien precisos y, en el caso de Guadalupe, siempre confirma la figura histórica y espiritual de Juan Diego. Quien quiera profundizar en el aspecto histórico del vidente de Guadalupe, puede leer a continuación el artículo inédito escrito por una de las personalidades más competentes en la materia, Fidel González, presidente de la Comisión histórica sobre Juan Diego constituida por la Santa Sede.


La siguiente historia es tomada del escrito del indio Nican Mophua del XVI.

Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a clase de catecismo y a la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: "Juanito, Juan Dieguito."

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y manifiéstale que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo. Ten seguro que te agradeceré bien y te lo pagaré. Vas a merecer que yo te recompense el trabajo y fatiga con que procuras hacer lo que te encomiendo".

Él se arrodilló y le dijo: "Señora mía, voy corriendo a cumplir lo que me has mandado. Yo soy tu humilde siervo." Y se fue de prisa a la ciudad y camino al Palacio del Obispo, que era Fray Juan de Zumárraga, religioso franciscano.

Cuando el Obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creyó. Solamente le dijo: "Otro día vendrás y te oiré despacio."

Juan Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su mensaje. Se fue derecho a la cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del Cielo que le estaba aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le dijo: "Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al Obispo, pero no me creyó. Comprendí, por la respuesta que me dio, que pensó, quizás que es una invención mía que tú quieres que te hagan aquí un templo. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de los principales que le lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un pobre hombrecillo, el último de todos. Perdóname que te cause esta gran pesadumbre, Señora y Dueña Mía."

Ella le respondió: "Oye, hijo mío, el más pequeñito, es preciso que tú mismo solicites y ayudes a que se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío, y aún te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Dile que yo, en persona, la siempre Virgen María, Madre de Dios, te envía, para hacerle saber mi voluntad: que deben hacer aquí el templo que les pido."

Pero al día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era necesaria alguna señal maravillosa para creer que era cierto que lo enviaba la misma Señora del Cielo. Y lo despidió.

El lunes, Juan Diego no volvió al sitio donde se le aparecía nuestra Señora porque su tío Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a la capital y le llevara un sacerdote para confesarse. Él dio la vuelta por otro lado del Tepeyac para que no lo detuviera la Señora del Cielo, y así poder llegar más pronto a la capital. Mas Ella le salió al encuentro en el camino por donde iba y le dijo: "Ten entendido hijo mío, el más pequeño, que no es tan importante lo que te asusta y aflige. No se entristezca tu corazón ni te llenes de angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿Acaso no soy tu ayuda y protección? No te aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano. Sube ahora a la cumbre del cerro y hallarás distintas flores. Córtalas y tráelas."

Juan Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y exquisitas rosas de Castilla, siendo aquel un tiempo de mucho hielo en el que no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o larga ruana blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la Señora del Cielo.

Ella le dijo: "Hijo mío, esta es la prueba que llevarás de parte mía al Obispo. Te considero mi embajador, muy digno de confianza. Ahora te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás todo lo que viste y admiraste para que logres que el prelado construya el templo que he pedido."

Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del Obispo le dijo: "Señor, hice lo que me mandaste hacer: Pedí a la Señora del Cielo una señal. Ella aceptó. Me despachó a la cumbre del cerro, y me mandó cortar allá unas rosas y me dijo que te las trajera. Así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides, y cumplas su voluntad. Helas aquí."

Desenvolvió luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios, tal cual se venera hoy en el templo de Guadalupe en Tepeyac. Luego que la vieron, el Obispo y todos los que allí estaban, se arrodillaron llenos de admiración. El prelado desató del cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo y la llevó con gran devoción al altar de su capilla. Con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Virgen.

La ciudad entera se conmovió, y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle oración; y le pusieron por nombre la Virgen de Guadalupe, según el deseo de Nuestra Señora. Juan Diego pidió permiso para ir a ver a su tío Bernardino, que estaba muy grave. El Obispo le envió un grupo de personas para acompañarlo. Al llegar vieron a su tío estaba muy contento y que nada le dolía. Y vinieron a saber que había quedado instantáneamente curado en el momento en que la Santísima Virgen dijo a Juan Diego: "No te aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano."

El Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del Cielo. La ciudad entera desfilaba para admirar y venerar la Sagrada Imagen, maravillados todos de que hubiera aparecido por milagro divino; porque ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen.

(Hasta aquí el relato indio del siglo XVI.)


La maravillosa visita de la Virgen ocurrió el martes 12 de diciembre de 1531, apenas diez años después de la conquista de México. La madre de Dios viene para dar a conocer el evangelio a los pobres indios vencidos y para "mostrar y dar" todo su "amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre." El obispo de México era Fray Juan De Zumárraga, franciscano

Durante cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su propia lengua, el náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra "coatlallope"; un sustantivo compuesto formado por "coatl" o sea, serpiente, la preposición "a" y "llope", aplastar; es decir, se definió como "la que aplasta la serpiente." Otros reconstruyen el nombre como "Tlecuauhtlapcupeuh" que significa: "La que precede de la región de la luz como el Aguila de fuego." De todas formas el vocablo náhualtl sonó a los oídos de los frailes españoles como el extremeño "Guadalupe." relacionando el prodigio del Tepeyac con la muy querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la Basílica construida por Alfonso XI en 1340. ¡La Virgen se comunicó de manera que la entendiesen tanto los indios como los españoles!

La Virgen de Guadalupe dio al indio Juan Diego un delicado trato de nobleza elevando proféticamente la condición de todo su pueblo. El Señor "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes." Al mismo tiempo, La Virgen trajo reconciliación y no división entre los nativos y los españoles. Les ayudó a ambos a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie sino un don de amor para todos.

Cuatrocientos años debieron pasar para que la cultura occidental reconociera admirada que la imagen impresa sobre el ayate indígena era un verdadero códice mexicano, un mensaje del cielo cargado de símbolos. Helen Behrens, una antropóloga norteamericana descubrió en 1945 lo que los ojos de los indios habían "leído" en la pintura de la "Madre del verdadero Dios por quien se vive" aquel diciembre de 1531.


Descripción de la Imagen.

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino de algodón. La trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través de ella, y la fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor lo hubiera escogido para pintar sobre él.

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural, una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de describir aquí la rica y complicada simbología que contiene este cuadro-códice porque cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teológico.

El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México.

María asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. El cuadro que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41 pulgadas y la imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas del mismo. La Virgen está de pié y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales "Inmaculadas."

Esta oportuna inclinación evita que el empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa" con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra, (símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto severo, lleva abiertas sus alas de águila.

La Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del Creador y conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere acogerlos a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre.

Con la prodigiosa impresión en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del sexto sol que esperaban los mexicanos. El cuadro de la Virgen de Guadalupe estuvo 116 años expuesto a las inclemencias del ambiente, sin protección alguna contra el polvo, la humedad, el calor, el humo de las velas y el continuo roce de miles y miles de objetos que fueron tocados a la venerada imagen, además del constante contacto de manos y besos de innumerables peregrinos. Se ha comprobado que el tejido de maguey es de muy fácil descomposición; cualquier tejido de esta fibra vegetal no puede conservarse más allá de veinte años y sin embargo el ayate de Juan Diego ha resistido mucho mas de cuatro siglos en perfecto estado de conservación.


Los Papas y la Virgen de Guadalupe.

Pío X proclamó a Nuestra Señora de Guadalupe "Patrona de toda la América Latina"; Pío XI, de "todas las Américas"; Pío XII la llamó "Emperatriz de las Américas"; y Juan XXIII, "La misionera celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas". En esta gran basílica Juan Pablo II beatificó al indio Juan Diego el 6 de mayo de 1990.

En sus cuatro visitas a México, Juan Pablo II ha visitado el Tepeyac y honrado con profundo amor filial a la Virgen de Guadalupe a quien ha encomendado el continente Americano y su nueva evangelización.


La Virgen de Guadalupe, defensora de la vida.

El Papa Juan Pablo II nos enseña que, ante la actual cultura de la muerte, encontramos esperanza en la Virgen de Guadalupe, la gran abogada y defensora de la vida humana. Ella apareció embarazada. Los indios comprendieron que les visitaba la Madre de Dios. Tras la conversión, los indios cesaron de ofrecer sacrificios humanos que hasta entonces eran comunes. Por eso la Iglesia pide hoy día su intercesión para defender la vida contra el genocidio del aborto y otras amenazas contra los inocentes.

En su cuarta visita a México, del 22 al 26 de enero de 1999, Juan Pablo II puso a los pies de la Virgen el documento del sínodo de las Américas que en aquella ocasión entregó a la Iglesia como fundamento para la Nueva Evangelización que solo es posible por la obra del Espíritu Santo. La Virgen es la que propicia la obra divina con su fiat. Así es corredentora con su Hijo Jesucristo. La cuarta visita del Papa a México coincidió con el 26 aniversario de la legalización del aborto en USA, poniéndose así de relieve la gran batalla mundial por la dignidad de la vida humana.


Amor del pueblo Mexicano y de todo el mundo.

Cada año, 20 millones de fieles se acercan al venerado cuadro para expresar a la Madre del Cielo el testimonio de su cariño y veneración. El día de la fiesta, doce de diciembre, se calcula que casi tres millones de personas acuden al santuario del Tepeyac, cuya forma redonda simboliza la tienda que albergaba el Arca de la Alianza en su marcha por el desierto; las lámparas interiores que cuelgan del techo recuerdan la nube que guiaba al pueblo de Dios día a día y la refulgente pared de oro que sostiene el cuadro, representa la columna de fuego y luz que indicaba el camino durante la noche.

El cuadro ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos y hasta de una bomba de gran tamaño que, en 1921, un desconocido escondió entre flores que malvadamente le ofrecía. Al explotar la bomba, causó gran destrucción. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen quedó retorcido y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta. El cristal del marco de su imagen no se rompió.

En la actualidad la imagen milagrosa está en la nueva basílica construida junto a la antigua que se ha hundido notablemente. Los fieles pueden contemplar el cuadro desde una estera móvil que a sus pies se desliza para movilizar a los fieles y dar cabida a las multitudes que desean venerarla. Como en todo santuario mariano, la basílica de Guadalupe cuenta con una capilla del Santísimo donde los fieles constantemente adoran al Señor.


Estudios Científicos sobre la Imagen de la Virgen de Guadalupe.

Los asombrosos descubrimientos en torno al cuadro de la Virgen de Guadalupe tienen a los científicos en gran asombro. Se ha formado una comisión de científicos para investigar los fenómenos inexplicables de esta tela que era la ruana o poncho del indio Juan Diego.


La Fenómeno de la Tela.

Lo primero que llama la atención de los expertos en textiles es que esta manta se haya podido conservar durante siglos, expuesta al polvo, al calor y a la humedad, sin que se haya deshilachado ni desteñido su bella policromía. Siempre estuvo así expuesta a todo, y sólo desde hace unos años la cubrieron con un vidrio.

La tela está hecha en una fibra de ayate mexicano que, por su naturaleza, se descompone por putrefacción dentro de veinte años. Así ha sucedido con varias reproducciones de la imagen que se han fabricado con este mismo tejido. Sin embargo este lienzo lleva cuatrocientos cincuenta años, desde el tiempo de Hernán Cortés, sin desgarrarse ni descomponerse. Por causas ininteligibles a los expertos, es refractaria a la humedad y al polvo.


El Fenómeno de la Imagen.

La pintura que cubre la tela es otro misterio. El sabio alemán Kuhn, premio Nobel en Química, ha estudiado esta pintura, y su respuesta dejó atónitos a los oyentes: "Estos colorantes no son ni minerales, ni vegetales, ni animales". No han podido explicar el origen de los pigmentos que dan color a la imagen, ni la forma en que esta fue pintado.

Se podría pensar que la tela ha resistido tanto porque la habrían encolado y preparado de manera especial como a otras pinturas famosas, para que tuviera gran resistencia. Pero el Señor Callaga, del instituto espacial NASA, de Estados Unidos, la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y ha descubierto que la tela no tiene ningún engomado ni preservativos, y que no se puede explicar cómo esa imagen ha resistido cuatro siglos en un lienzo tan ordinario. Con estos rayos infrarrojos se ha descubierto que la imagen no tiene esbozos previos -como se ve en los cuadros de Rubens y Tiziano-, sino que fue plasmada directamente, tal cual se la ve, sin tanteos ni rectificaciones.

La imagen no tiene pinceladas. La técnica empleada es desconocida en la historia de la pintura. Es incomprensible e irrepetible.


El Fenómeno de las Pupilas.

Un famoso oculista, Lauvvoignet, examinó con un poderoso lente la pupila de la Virgen, y observó, maravillado, que en el iris se ve reflejada la imagen de un hombre. Esto fue al principio de una investigación que condujo a los más inesperados descubrimientos.

Por medio de la digitalización se observa en la pupila de una fotografía todo lo que la persona estaba mirando en el momento de tomarse la foto. El Dr. Tosnman, especializado en digitalización, le ha tomado fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe. Después de ampliarlas miles de veces, logró captar detalles imposibles de ser captados a simple vista. ¡Ha descubierto lo que la Virgen miraba en el momento de formarse la imagen en la tilma de Juan Diego!

Los detalles que aparecen en las fotografías de la pupila de la Virgen de Guadalupe son: un indio en el acto de desplegar su ruana ante un religioso; un franciscano en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la mano sobre la barba en señal de admiración; otro indio en actitud de rezar; unos niños y varios religiosos franciscanos más. O sea, todas las personas que según la historia de la Virgen de Guadalupe, escrita hace varios siglos, estaban presentes en el momento en que apareció la sagrada imagen.

Lo que es radicalmente imposible es que en un espacio tan pequeño, como la córnea de un ojo situado en una imagen de tamaño natural, aún el más experto miniaturista lograra pintar todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar dos mil veces para poderlas advertir.

La ciencia moderna se queda sin explicaciones ante las maravillas de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Es una realidad irrepetible. Sobrepasa todas las posibilidades naturales, por lo que se puede decir que estamos ante un hecho sobrenatural.

Una tilma que no se corrompe. Unos colores que no fueron pintados. Una pupila que contiene toda la escena y todas las personas del momento del milagro. Estamos ante una imagen que ni el tiempo ni los atentados de hombres llenos de odio han podido vencer.

La Virgen no se impone, no reta, no humilla a sus enemigos. El milagro de su presencia en el Tepeyac es real pero muy sutil. Es un milagro que no aparece como tal a primera vista. Quiere ser mas bien confirmación de la verdad para ayudar a los corazones que se han endurecido pero que aun buscan.

Para los sencillos de corazón los milagros no son necesarios para tener fe. Ellos captan por la gracia del Espíritu el amor solícito de la Madre del Cielo que viene por ellos.

Los enemigos de la Virgen son muchas veces personas muy poderosas, pero pasan y se hacen polvo. La Virgen permanece como testigo del amor de Dios que es eterno. Ella ha querido ser un faro plantado en el corazón del continente Americano para atraer a todos a Cristo, Salvador y Vida Eterna, única esperanza ante la ruina en que se encuentra la humanidad. Ella ha querido darnos un milagro para ayudar a las generaciones incrédulas. Ha querido demostrar con su característica humildad, que la ciencia tiene su función pero también sus límites. Ella nos recuerda las palabras del ángel: "Para Dios nada es imposible."


Virgen de Guadalupe, ruega por nosotros.

Oración a Nuestra Señora de Guadalupe
Patrona de México y Emperatriz de las américas.

"Madre Santísima de Guadalupe. Madre de Jesús,
condúcenos hacia tu Divino Hijo por el camino del Evangelio,
para que nuestra vida sea el cumplimiento generoso de la voluntad de Dios. Condúcenos a Jesús, que se nos manifiesta y se nos da en la Palabra revelada y en el Pan de la Eucaristía
Danos una fe firme, una esperanza sobrenatural una caridad ardiente y una fidelidad viva
a nuestra vocación de bautizados. Ayúdanos a ser agradecidos a Dios, exigentes con nosotros mismos y llenos de amor para con nuestros hermanos. Amén."


Los ojos de la Virgen de Guadalupe.
La aparición de la Virgen de Guadalupe es una maravillosa obra de evangelización de la Madre de Dios, hecha en los primeros años del desembarco de los españoles en América. María se mezcló tempranamente con la llegada de los europeos a México para impulsar el conocimiento de Su Hijo entre indios y futuros habitantes de las Américas.

Muchos milagros se descubren hoy en día en conexión con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Pero recordemos primero, en forma resumida, lo que ocurrió allí:

La aparición se inició el 9 de diciembre de 1531 en las cercanías de la Ciudad de México, entonces ciudad capital del imperio Azteca: la Virgen se aparece al indio Juan Diego, y le pide que transmita al obispo del lugar su voluntad de que se construya un templo dedicado a Ella en el cerro Tepeyac. El obispo, al escuchar el relato del indio, le pide una prueba de la Presencia de la Madre de Dios allí. María hace crecer entonces un jardín de rosas en un cerro inhóspito y semidesértico, y se las hace recoger en su tilma (especie de poncho o manta) a Juan Diego. Luego le pide se las presente como prueba de Su Presencia al obispo. Cuando el indio abre su tilma frente al obispo, caen las flores al piso y aparece milagrosamente retratada la imagen de la Virgen María en la rústica tela. El templo dedicado a la Virgen de Guadalupe fue construido en el cerro Tepeyac, lugar de las apariciones, donde se exhibe la tilma original de Juan Diego, impresa con la mundialmente conocida imagen de la Virgen de Guadalupe.

El milagro de Guadalupe perdura hoy en día en la tilma de Juan Diego, la que conserva el testimonio vivo de lo ocurrido: la imagen que María quiso retratar en ella está expuesta actualmente en la iglesia que se construyó en el cerro Tepeyac. Enorme cantidad de milagros se pueden testimoniar al estudiar la tilma con métodos científicos:

En los ojos de María se han descubierto imágenes humanas de tamaño diminuto, que ningún artista podría pintar. Trece figuras humanas se han identificado en un espacio de 8 milímetros de diámetro. Existen dos escenas: la primera contiene al obispo Zumárraga sorprendido frente al indio Juan Diego, que abre su tilma y descubre la imagen de María. Otros testigos complementan la escena del milagro, como el traductor de lengua Náhuatl al español, una mujer de raza negra, etc. La segunda escena, mucho mas pequeña que la anterior, se ubica en el centro de los ojos y contiene una imagen familiar típica de indígenas americanos: un matrimonio con varios hijos alrededor. Las dos escenas se repiten en ambos ojos con una precisión sorprendente, incluida la diferencia de tamaño producida por la mayor cercanía de un ojo respecto del otro, frente a los objetos retratados. Científicos de la NASA (entre otros) han utilizado tecnología digital similar a la usada en las imágenes que se reciben desde los satélites, para analizar las figuras impresas en los ojos de María.

La imagen del obispo Zumárraga (retrato minúsculo hallado en los ojos de María) fue agrandada a su vez mediante tecnología digital, hasta poder observar qué se refleja en su mirada, en los ojos del obispo retratados en los ojos de María. Allí se halló la imagen del indio Juan Diego, abriendo su tilma frente al obispo. ¿El tamaño de ésta imagen?. Una cuarta parte de un millonésimo de milímetro.

Estudios oftalmológicos realizados a los ojos de María han detectado que al acercarles luz, la retina se contrae, y al retirar la luz, se vuelve a dilatar, tal cual como ocurre en un ojo vivo. ¡Los ojos de María están vivos en la tilma!. También se descubre que los ojos poseen los tres efectos de refracción de la imagen que un ojo humano normalmente posee. Lograr estos efectos a pincel es absolutamente imposible, aún en la actualidad.

Al tomarse la temperatura de la fibra de maguey con que está construida la tilma, se descubre que milagrosamente la misma mantiene una temperatura constante de 36.6 grados, la misma que el cuerpo de una persona viva.

Uno de los médicos que analizó la tilma colocó su estetoscopio debajo de la cinta que María posee (señal de que está encinta) y encontró latidos que rítmicamente se repiten a 115 pulsaciones por minuto, igual que un bebé que está en el vientre materno. Es el Niño Jesús que está en el Santo Vientre de la Madre de Dios.

La fibra de maguey que constituye la tela de la imagen, no puede en condiciones normales perdurar mas que 20 o 30 años. De hecho, hace varios siglos se pintó una réplica de la imagen en una tela de fibra de maguey similar, y la misma se desintegró después de varias décadas. Mientras tanto, a casi quinientos años del milagro, la imagen de María sigue tan firme como el primer día. Se han hecho estudios científicos a este hecho, sin poder descubrirse el origen de la incorruptibilidad de la tela.

No se ha descubierto ningún rastro de pintura en la tela. De hecho, al acercarse uno a menos de 10 centímetros de la imagen, sólo se ve la tela de maguey en crudo. Los colores desaparecen. Estudios científicos de diverso tipo no logran descubrir el origen de la coloración que forma la imagen, ni la forma en que la misma fue pintada. No se detectan rastros de pinceladas ni de otra técnica de pintura conocida. Los científicos de la NASA afirmaron que el material que origina los colores no es ninguno de los elementos conocidos en la tierra.

Se ha hecho pasar un rayo láser en forma lateral sobre la tela, detectándose que la coloración de la misma no está ni en el anverso ni en el reverso, sino que los colores flotan a una distancia de tres décimas de milímetro sobre el tejido, sin tocarlo. Los colores flotan en el aire, sobre la superficie de la tilma.

Varias veces, a lo largo de los siglos, los hombres han pintado agregados a la tela. Milagrosamente estos agregados han desaparecido, quedando nuevamente el diseño original, con sus colores vivos.

En el año 1791 se vuelca accidentalmente ácido muriático en el lado superior derecho de la tela. En un lapso de 30 días, sin tratamiento alguno, se reconstituye milagrosamente el tejido dañado. Actualmente apenas se advierte este hecho como una breve decoloración en ese lugar, que testimonia lo ocurrido.

Las estrellas visibles en el Manto de María responden a la exacta configuración y posición que el cielo de México presentaba en el día en que se produjo el milagro, según revelan estudios astronómicos realizados sobre la imagen.

A inicios del siglo XX, un hombre colocó un arreglo floral a los pies de la tilma, que contenía una bomba de alto poder. La explosión destruyó todo alrededor, menos la tilma, que permaneció en perfecto estado de conservación. Una Cruz de pesado metal que se encontraba en las proximidades fue totalmente doblada por la explosión, y se guarda como testimonio en el templo.

María parece ser la misma niña que a los tres años de edad fue entregada por sus padres Joaquín y Ana a los Sacerdotes del templo, consagrándola así a Dios. Ella nos sorprende con todos estos milagros realizados hoy en día frente a nuestros ojos.

Madre amorosa, Niña Perfecta, nos convocas insistentemente con Tus manifestaciones. Si nuestro pobre entendimiento no puede ver que todos estos portentos Celestiales no son más que un llamado Tuyo a nuestra dormida fe, ¿pues qué tienes que hacer para que nos despertemos y te sigamos?

Por más científicos que pongamos para tratar de ver si es verdad o no, si es un milagro grande, mediano o chico, la verdad es que no tenemos otra escapatoria que creer en Jesús y María vivos hoy, a nuestro alrededor.

Y si no tenemos más remedio que creer, ante las abrumadoras pruebas:

¿Qué hacemos viviendo una vida alejada de Dios, sólo preocupados por las cosas del mundo?

Tú tienes en este instante un llamado a despertar tu fe, frente a ti. ¿No lo oyes?. ¿Qué más tiene Dios que hacer?

El 31 de julio de 2002 Juan Pablo II canoniza al indio Juan Diego. Ahora es San Juan Diego. La vida del indio fue de una enorme santidad, después del milagro. Como una joya que brilla y reluce en el alhajero de María, San Juan Diego es presentado al Trono de Dios con el orgullo de la Madre que le devuelve al Padre, a uno de sus predilectos.

¡Gracias San Juan Diego, ora por nosotros, ora por nuestra conversión!
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La Iglesia frente a los homosexuales

Cómo enfrentar el problema de la homosexualidad desde el punto de vista cristiano
Padre Rich Perozich
Fuente: vidahumana.org

Cuando un católico experimenta sentimientos de atracción sexual hacia miembros de su mismo sexo, esa persona debe presentarse ante Dios y admitir con honestidad que tiene esos sentimientos.


Cómo enfrentar el problema de la homosexualidad desde el punto de vista cristiano. Cuando un católico experimenta sentimientos de atracción sexual hacia miembros de su mismo sexo, esa persona debe presentarse ante Dios y admitir con honestidad que tiene esos sentimientos. Un católico debe pedirle a Dios que le ayude a conocer el origen y la finalidad de esos sentimientos, así como la manera de lidiar con ellos.

La persona humana tiene deseos normales de que se le preste atención, se le muestre afecto y se le dé aprobación, tanto por sí misma como por sus logros. Los deseos humanos de amor, amistad y compañía son normales.

La inclinación homosexual se caracteriza por la obsesión en cuanto al apego emocional y los deseos sexuales hacia aquellas personas del mismo sexo. Estas formas de aliviar la tensión sexual y la soledad o de intentar satisfacer el deseo natural de amor son anormales, y alejan a la persona de Dios.

La Iglesia está aquí para proclamar el amor de Dios a las personas que tienen inclinaciones homosexuales; para conducirlas hacia una identidad adecuada, masculina o femenina; para ayudarlas a desarrollar relaciones correctas con Dios y los demás; para lograr una buena conducta; y para experimentar una vida espiritual plena, cuyo resultado sea la vivencia de la castidad y la integración lograda de la sexualidad.

¿Qué es la homosexualidad?

"La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19:1-29; Rm 1:24-27; 1 Co 6:10; 1 Tm 1:10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados´ (CDF, Declaración Persona humana sobre algunas cuestiones de ética sexual, número 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso" (1). La actividad homosexual es "un comportamiento al cual nadie puede reivindicar derecho alguno" (2).

"Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor, las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición" (3).

"Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante las virtudes de dominio, educadoras de la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana" (4).

Los que practican o promueven la conducta homosexual les hacen creer a muchas personas que tienen inclinaciones homosexuales, que la identidad sexual del ser humano es masculina, femenina u homosexual. Pero ello no es cierto. La identidad sexual es masculina o femenina. La identidad masculina o femenina influye en la dimensión afectiva de la vida de las personas. A veces las personas que tienen inclinaciones homosexuales sienten vergüenza o culpabilidad por tener esos sentimientos. Esa vergüenza y esa culpabilidad no son apropiadas. A pesar de que la inclinación homosexual no viene de Dios y a pesar de que es una tendencia desordenada, el mero hecho de tenerla no constituye la realización de un pecado, aunque al mismo tiempo es una inclinación hacia un grave mal moral (5).

Un hombre o una mujer que tiene inclinaciones homosexuales puede desarrollar una buena amistad --la cual se debe caracterizar por la castidad-- con Dios y con otras personas, sean éstas hombres o mujeres. El factor clave aquí es nunca identificar el ser de una persona con sus sentimientos sexuales. Ello es lo que hacen los que practican o promueven la conducta homosexual. El peligro de este error es que la persona puede llevar a la práctica aquello con lo cual se identifica.

Pero la Iglesia tiene un concepto distinto de la persona humana, que ha descubierto a la luz de la siguiente verdad:

"La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no puede ser definida de manera adecuada con una referencia reductiva sólo a su orientación sexual. Cualquier persona que viva sobre la faz de la tierra tiene problemas y dificultades personales, pero también tiene oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios. La Iglesia ofrece para la atención a la persona ese contexto del que hoy se siente una extrema exigencia, precisamente cuando rechaza el que se considere la persona simplemente como un ‘heterosexual´ o un ‘homosexual´ y cuando subraya que todos tienen la misma identidad fundamental: el ser criatura y, por gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna" (6).

Jesús vino a salvar a todos del pecado y de la muerte. Aunque la inclinación homosexual en sí misma no es pecado, sí es un desorden, es decir, una tendencia a apartarse de la verdadera finalidad de la sexualidad humana, que es la unión entre un hombre y una mujer en el matrimonio para el apoyo mutuo y para la transmisión de la vida.

Nosotros los seres humanos somos la corona de la creación divina.Todos tenemos inclinaciones al mal en uno u otro aspecto de nuestra vida. Debemos reconocer que esas inclinaciones son sentimientos y pensamientos que no vienen de Dios, sino que son el efecto del pecado original en el mundo. Para algunas personas, esas inclinaciones al mal pueden caracterizarse por lo sexual, como la fornicación, el adulterio, la pornografía, la masturbación o la homosexualidad. Para otras personas, las inclinaciones al mal consisten, entre las muchas anomalías que afligen al espíritu humano, en el deseo desordenado del poder o de las posesiones, el prestigio que se funda en falsedades, el robo o la falta de respeto hacia los demás.

Jesús vino a salvarnos del pecado y de la muerte para que recibamos el amor, la paz y la vida eterna. La meta que Dios le ha dado a una persona que tiene inclinaciones homosexuales es el tener amistades castas aquí en la tierra, una relación plena de oración con Jesús y un día la vida eterna en el cielo.

Para enfrentar correctamente el problema de la homosexualidad usted debe comenzar por saber quién es: "Yo soy un hombre o una mujer, no un homosexual o una lesbiana". Después, usted debe saber a dónde va, cuál es su meta: su meta es la santidad y la vida eterna con Dios a través de la Iglesia y los sacramentos. Enfrentarse correctamente al problema de la homosexualidad también significa llevar a cabo un inventario honesto de los deseos de uno que están en conflicto con la propia identidad sexual, masculina o femenina, y con la meta que uno tiene de vivir en santidad y alcanzar la vida eterna. También significa actuar por medio de la oración y de la conversión constante ante la corriente de homosexualismo presente en la sociedad, para lograr vivir las virtudes de la modestia, el dominio propio y la castidad.

La modestia es la expresión de la propia masculinidad o femineidad en el hablar, en el vestir, en la compañía de otros. Significa dejar atrás los actos pecaminosos y las ocasiones próximas al pecado, como los lugares donde el homosexualismo es exaltado y proclamado: los bares, los desfiles, los clubes y los grupos sociales de apoyo para los que practican y promueven la conducta homosexual.

El dominio propio es fruto de la modestia. Por medio del dominio propio podemos resistir las tentaciones a comportarnos inicuamente o a aceptar las malas compañías para aliviar la soledad y la tensión sexual. El dominio propio es capaz de lograr todo ello precisamente porque la modestia le preparó el camino.

La castidad es la integración lograda de la propia sexualidad. El éxito de esta integración no es necesariamente el logro del deseo heterosexual o del matrimonio normal. El éxito aquí se mide por medio de la modestia y el dominio propio, que se expresan en el rechazo de las relaciones sexuales y en la elección de comportamientos y amistades acordes con el propio estado de vida.

Notas:

1. Catecismo de la Iglesia Católica (edición típica latina), 15 de agosto de 1997, número 2357. 2. Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Consideraciones para la respuesta católica a propuestas legislativas de no discriminación a las personas homosexuales, 23 de julio de 1992, número 7. 3. Catecismo, 2358. 4. Ibíd., 2359. 5. CDF, Carta a los obispos sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986, número 5. 6. Ibíd., número 16.
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