Dios, autor de la vida, ama la vida y por eso mata a la muerte.
Dios, autor de la vida, ama la vida y por eso mata a la muerte.
La resurrección de Lázaro y la vida eterna.
Leemos en el gran Evangelio de la resurrección de Lázaro que, con el de la samaritana y la curación del ciego de nacimiento, son la base de la catequesis Pascual.
1. "La mano del Señor se posó sobre mí, y el espíritu del Señor me llevó, dejándome en un valle todo todo lleno de huesos. Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Eran muchísimos los que había en la explanada del valle; estaban calcinados".
El Señor arrebata a Ezequiel a una gran vega donde hay amontonados millones de huesos humanos. Ante aquella desolación, le dijo: Hijo de Adán, ¿piensas que esos huesos podrán revivir? Y me ordenó: Conjura así a esos huesos y díles: ¡Huesos calcinados, escuchad la palabra del Señor! Yo os voy a infundir espíritu para que reviváis.
- Yo, pronuncié el conjuro y mientras profetizaba resonó un trueno; luego hubo un terremoto y los huesos se ensamblaron hueso con hueso. Ví que habían prendido en ellos los tendones, que habían criado carne, y que tenían la piel tensa. Pero no tenían aliento.
2. Parece el relato de la creación del primer hombre: Ezequiel nos transporta a la contemplación del monigote de barro, aún sin vida, en los albor de la creación. Estos huesos son la entera casa de Israel, que no creen que voy a reconstruirla y a vivir siempre con ella. "Ahí los tienes diciendo: ¡Nuestros huesos están calcinados, nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos!". Y el Profeta, obedece y conjura: "¡Ven, espíritu!". Y el espíritu penetró en aquellos huesos. Y los huesos se pusieron en pie. Eran muchísimos, "una cantidad inmensa". Y sigue diciendo el Señor: "Yo mismo abriré vuestros sepulcros" Ezequiel 37,12. Como el sepulcro de Lázaro. Como nuestros propios sepulcros. Los de toda la humanidad.
3. “Estamos perdidos”.... Ha ocurrido tantas veces... La miopía humana no alcanza a ver tan lejos... Acabo de leer un libro de José María Javierre. Se titula “Madre Coraje”. Maravilloso, como todo lo de Javierre. ¡Un abrazo, José María! Relata la vida de Genoveva Torres Morales. Quiso ser de las Carmelitas de la Caridad, pero no fue aceptada porque le faltaba una pierna.
El fracaso será el éxito: La fundación de una congregación nueva: las Angélicas, que hoy veneran a su Fundadora como Santa Genoveva Torres, serán el resultado de aquel doloroso rechazo. Nosotros decimos: Fracaso. Dios dice: ¡Es que no tenéis paciencia! Me confia un amigo que hace unos días ha reecibido una carta del Rector de su seminario, que le había puesto cuando entonces dificultades para su ordenación. Treinta y cinco años después el mismo rector solemne le escribe felicitándole por su madurez, espíritu y fecundidad. Somos cortos de vista todos. Pero, eso sí, han de pasar montones de años, y han de caer cadáveres en el camino y eso no lo resiste cualquiera, porque lo nuestro es querer resultados rápidos.
4. Por eso en Lázaro está presente toda la humanidad, amada tiernamente como Lázaro, por quien Jesús se emociona y llora, demostrando lo mucho que le quiere. La fuerza de la amistad de Jesús hacia Lázaro se revela de manera verdaderamente apasionante. Jesús, ante Lázaro muerto, va a realizar el signo fundamental de su misión: destruir la muerte con su propia muerte. Transformar la muerte en vida. ”He venido para que vivan y estén llenos de vida” (Jn 10,10). Jesús se presenta como la vida que desafia a la muerte y la derrota en su propio terreno. La muerte ha hecho presa en un hombre muerto, Lázaro, y Jesús le roba la presa matando la muerte, que le había ya devorado. "Yo soy la Resurrección y la Vida" Juan 11,25.
5. El hombre teme la muerte. Huye de la muerte. No sólo por ella, y por sus dolores y por la disolución progresiva del cuerpo sino por lo que ella significa de negación de la existencia, de separación a fondo, de fin de la vida. “El máximo tormento del hombre es el temor de la desaparición perpétua. La semilla de eternidad que en sí lleva, como es irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte” (GS 18). El hombre no quiere morir. Porque ha sido creado por Dios, no para morir, sino para vivir (Sal 117,17).
6. Dios, que es el autor de la vida, tampoco quiere la muerte. Pero esta vida, resurrección en el caso de los huesos vivificados y de Lázaro resucitado, no sólo tendrá lugar el último día, en la resurrección escatológica de que habla Marta, sino que tiene lugar ya, ahora, en el que tiene fe, en el que cree en Jesús. Sabemos que la intención del evangelio de Juan es proclamar paladinamente la divinidad de Jesús: “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios” (1,1). “En él estaba la vida” (4).”A cuantos le recibieron les dio poder de ser hijos de Dios” (12).
7. En esa línea, Juan narra los signos, es decir, las obras milagrosas de Jesús: Primero utiliza elementos materiales: agua y vino en las Bodas de Caná; después, en las carencias de la naturaleza humana: la enfermedad, curando enfermos; dando la vista a un ciego de nacimiento. Después, con la multiplicación de los panes y peces, saciando el hambre; y de las necesidades vitales pasa a la raiz de la misma vida y hoy resucita a Lázaro, que se la ha arrebatado la muerte.
Jesús es Dios, Dios es la vida y Jesús da la vida terrena y la vida eterna, que es la participación de la misma vida de Dios. “Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo” (Jn 5,21). “Lázaro, nuestro amigo, duerme” Con la misma facilidad que una madre despierta a su niño pequeño va a despertar de la muerte Jesús a su amigo querido.
San Juan no sólo nos quiere decir que Jesús va a resucitar a Lázaro, sino, y esto es enorme, que los que creen en él están tan profundamente unidos a Jesús que ni la muerte los puede separar. “¿Quién nos separará del amor de Cristo?...Estoy seguro que ni la muerte ni la vida... podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8,35).
8. En el diálogo de Jesús con Marta se mezclan varios conceptos con diferentes acepciones. Marta achaca la muerte de su hermano, es decir, la pérdida de la vida terrena, a la ausencia de Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Piensa que le hubiera curado. Jesús asegura que su hermano resucitará. Y se refiere a la resurrección anticipada del muerto por un milagro, que le devolverá la vida terrena que la muerte física le ha robado; que se convertirá en signo milagroso de la resurreción suya y la de toda la humanidad que crea en él y viva en él. Porque como Lázaro creía en Jesús, vivía la vida sobrenatural por su Palabra.
9. “Dijo Marta a Jesús: “Señor aun ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. ¿Qué puede hacer ya Jesús por Lázaro, si está muerto? Pedir a Dios que lo resucite. Jesús ha presenciado actos de fe más perfectos y admirables que el de Marta, como el del centurión de Cafarnaum (Mt 8,5). Quiero decir que la fe de Marta no es total. Ella cree que la oración de Cristo presente le habría librado de la muerte; incluso cree en el poder de la oración de Jesús ante Dios; pero no cree que Jesús pueda resucitar a su hermano, y así, cuando Jesús le dice “Tu hermano resucitará”, acepta creer que resucitará en la resurrección del último día".
El creyente tiene ya la vida eterna aquí. No necesita llegar a la hora de su muerte. Santa Teresa del Niño Jesús decía: “No tendré nada más en el cielo de lo que tengo ya. Sólo que ahora no lo veo, y entonces lo veré” Y esto sucede porque hemos recibido el Espíritu de vida y vivificante. Jesús no le ha preguntado a Marta, si entiende esto, sino si lo cree. “No se cree por razones, pero hay razones para creer” (Manaranche). La razón suprema es la palabra solemne de Jesús: “Yo soy la Resurrección y la Vida”.
Jesús quiere no sólo resucitar a su hermano sino también su fe vacilante. Marta, a pesar de la amistad y evangelización de Jesús, seguía con la teología judía: los muertos resucitarán en la resurrección del último día, pero no se le ocurría que Jesús es el agente de la resurrección. Jesús podía con su oración, si hubiera estado allí antes de que muriera Lázaro, librarlo de la muerte, pero no resucitarlo después de muerto. Jesús quiere que Marta crea que él es el que puede resucitar físicamente a su hermano, “como el Padre resucita a los muertos y les da vida”. Es decir quiere que le confiese Dios, que vive en el Padre.
Jesús va desarrollando su idea poco a poco, y en este momento va a hacer una revelación trascendental, teológicamente riquísima y humanamente superconsoladora: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá nunca” ¿Crees esto?". –Sí, Señor; yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Por fin, la fe de Marta está en la base del milagro, signo de la resurrección y vida eterna.
10. “¿Dónde lo habéis enterrado?”- Señor, ven a verlo”. –“Quitad la losa”. Y Marta, con sus dudas nebulosas: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Oye, Marta, ¿cómo va a resucitar tu hermano, y cómo va a salir del sepulcro, si no quitas la losa y lo abres? Es necesario que abrume el olor nauseabundo del cadáver que se descompone, para que el milagro sea más patente y la gloria de Dios más nítida y clara. ¿No te ha dicho Jesús que “si crees verás la gloria de Dios”, derramando un mayor foco de luz sobre tu corazón y tu mente?.
Ya sabemos que Marta es más activa que contemplativa y que nunca vio bien los silencios amorosos de su hermana María, la que había elegido la mejor parte. A Marta activa, ejecutiva, hacendosa, y racionalista, se le resiste lo que no sea agitarse, tocar, ver, realizaciones, obras, resultados. Jesús la ha tenido que educar y todavía se debate con una fe colgada de un hilo, hasta que no lo vea.
En el fondo lo que creía Marta es que Jesús, movido por el amor que siente por Lázaro, quería ver su cadáver por última vez. Y llega el momento impresionante, solemne, escalofriante: Jesús ora dando gracias, con los ojos levantados a su Padre. Y recogido y concentrado, majestuoso, con voz poderosa, resonante, imperativa, lanzó un gritó imponente: ¡Lázaro, sal fuera!. El muerto salió; llevaba los brazos y las piernas atados con vendas y la cara envuelta en un sudario. Era otro milagro. Que pudiera salir del sepulcro, pozo cabado en el suelo, atado de pies y manos.
11. Al rezar el Credo hoy atendamos especialmente al artículo: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida". Para que el Señor nos resucite ya ahora y aquí basta con que escuchemos su voz: Reconciliaos con Dios. ¡Lázaro, sal del sepulcro del pecado, donde estás muerto con la muerte fría y amarga!
Pídamoslo con la oración de Jesús Nerses Snorhalí: “Como Lázaro, tu amigo, yo, cadáver, fuí puesto en la tumba, pues no hace cuatro días sino ya muchos años que mi alma muerta a causa del pecado yace en mi cuerpo. Haz resonar en mí tu voz celeste y déjame oir tu Palabra; desátame de los lazos infernales y sácame de mi morada tenebrosa”. Cuando sobre el que confiesa sus pecados el ministro de la reconciliación pronuncia la fórmula de la absolución: “Yo te absuelvo”, es como si dijera: “Lázaro, sal fuera”, perdonados te son tus pecados. Vive otra vez y camina. "Si el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales" Romanos 8, 8.
12. Si nos dieran opción de ver y conocer más vidas...otras vidas...Conocemos la vida vegetal en un geranio florecido. La vida animal en una golondrina. La vida racional en un bebé que agita su manita saludándonos sonriendo, cuando pasa por el parque en el cochecito empujado por su mamá joven. La vida eterna? No la podemos ver. La de los ángeles. La de los santos. La de Dios. Y, ¿si pudiéramos elegir? En el escaparate podemos contemplar los coches de marcas diversas: Seat, Ford, Peugeot, Mercedes, Packart, Porsche... ¿Cuál elegimos?
La vida mejor que conocemos es la nuestra humana: Poder ver. Poder reir. Poder pensar. Poder amar. Todo muy bello, grandioso, pero se debilita, caduca, fenece...Mas, no termina... sigue no unos años de plus, toda la eternidad, sin fin... Ese es el don de Dios por Jesucristo, que tenemos posibilidad no sólo de conseguir, sino de acrecentar. Desgraciadamente creo que se piensa poco y se habla escasamente de esta posibilidad, razón por la cual se fomenta poco la ambición santa de aquilatarla. Hablemos claro: Todos deseamos conseguir el máximo confort para esta vida terrena de que gozamos: el puesto más elevado en el escalafón, la mayor plenitud de nuestra salud, la ampliación de nuestras relaciones, influencias y amistades, la realización de todo el cúmulo de nuestras posibilidades y capacidades. Y sabemos que es para pocos años, por largos que sean.
Curiosamente, para la vida eterna somos muy modestos: nos conformamos con alcanzarla, con salvarnos, con ir al cielo. Y es de fe que en la vida eterna hay muchos grados: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Jn 14,2). “Hay diferencia entre el resplandor del sol, el de la luna y el de las estrellas; y tampoco las estrellas brillan todas lo mismo. Igual pasa en la resurrección de los muertos”, dice San Pablo en la 1 Carta a los Corintios, 15,41. Y ha dicho antes: “El que planta y el que riega hacen uno, aunque el salario que cobre cada uno dependerá de lo que haya trabajado” ((Ib 3,8). Y citando los Proverbios dirá en la 2ª Corintios: “A siembra mezquina, cosecha mezquina; a siembra generosa, cosecha generosa” (9,6). Y San Juan en el Apocalipsis: “Voy a llegar en seguida, llevando mi salario para pagar a cada uno conforme a la calidad de su trabajo” (22,12).
Resucitados en la patria, todos veremos a Dios, pero con diferente intensidad y grado y distinta extensión. En un concierto musical, rebosante el auditorium, suena la música. Cada oyente, escuchando lo mismo, goza de distinta manera, dependiendo de su sensibilidad. Sensibilidad de caridad que ahora tenemos la oportunidad de agudizar, enraizar y aquilatar, porque “a la hora de la tarde se nos examinará en el amor”. Ni de cargos ni de honores, “de caridad, que es la plenitud del amor” (Rm 13,10). Santa Teresa quería pasar los mayores trabajos del mundo con tal de acrecentar un tantico más su gloria.
13. Al redimir el Señor a Israel de todos sus delitos, con su copiosa redención, le está resucitando a la vida de Dios, que es la vida verdadera y que no tendrá fin, porque es la participación de su misma vida, por Jesucristo, de quien aguardamos la salvación, como el centinela que anhela que llegue la aurora, y amanezca el primer rayo de luz que disipe las tinieblas de la noche oscura Salmo 129.
14. El creador de la muerte, busca la muerte. Agazapado y a traición se nos infiltra y va despojándonos de fuerza para llevarnos por el camino de la muerte, que nos separa de Cristo. No nos dejemos engañar por el padre de la mentira, que actúa por odio y envidia de los llamados y amados.
15. Hoy todo proclama la vida, cuando estamos a punto de celebrar la muerte de Cristo. Porque esa vida nos viene por esta muerte suya. Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa muerte y resurrección redimiste al mundo.
16. Vamos a hacer memoria viva de esa muerte y de esa resurrección, que se actúan hoy sobre el altar para la salvación del mundo, de la mano de María, Madre de la Vida.
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