Familia de Amor.


Familia de Amor.
La maravilla de una comunidad de Amor.

1. "Cuando venga el Espíritu de la verdad os guiará hasta la Verdad plena" Juan 16, 12. No es que el Espíritu Santo nos va a enseñar verdades nuevas diferentes de las reveladas por Cristo, sino que nos hará profundizar en la misma verdad y nos la hará gozar fruitivamente. Cuando nace un niño se siente rodeado de ternura y de cariño. A ese cariño corresponde el bebé lentamente con sus gestos y un poco más adelante con sus balbuceos, nacidos de las caricias de los papás y hermanitos que le aman. El niño que se siente amado, va balbuceando nombres a esa ternura: papá, mamá, los nombres de sus hermanos, pato, tina, mano. Los creyentes han seguido un camino semejante al del niño. Primero ha sido sentida la ternura difusa. Después, han pasado a poner los nombres de las Personas divinas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Pero cuando han de expresar la ternura y la vida de Dios, las palabras se quedan pequeñas. Con razón dice San Agustín: "Se habla de Tres Personas, por decir algo y no quedarse callados" En la familia humana, creada a imagen de la familia Trinitaria nos encontramos en ese ámbito de cariño y de entrega generosa entre los esposos y entre ellos y los hijos, hasta el límite de que sólo su recuerdo nos inunda de felicidad. Paladeamos saboreando aquellas palabras de amor que nos dirigieron. “Rey!...”Fill meu!...

2. Por el contrario, cuando en la familia en vez de amor hay egoísmo, ocurre la esterilidad. No se deja paso al hijo del amor. Se llama amor a otra cosa. Es verdad que el amor es siempre crucificante. El eros se trueca en ágape. Comienza en el Padre, que entrega al Hijo a la Cruz, y sigue en el Hijo, que acepta el cáliz que le ha preparado su Padre. Y, cuando el Hijo nos ha enseñado su camino, nos ha dicho que la senda es estrecha (Mt 7,14). Cuando hay amor alguien tiene que morir, el que más ama. El que no ama no quiere morir. Y esto cada día, cada instante. Si amo, lo mejor para tí; si amo, he de estar en la cruz. En un mundo en que sólo se busca el placer y el poder, (el poder porque facilita el placer, ¿no se habla de la erótica del poder?); (¿no es el poder una corona de espinas, que cuando más duele es "cuando se la quitan"?); pues en este mundo, los cristianos, familia de Dios Amor, tenemos mucho que decir y, sobre todo, muchísimo que hacer.

3 ¿Pero qué enigma es éste de tres que son uno y de uno que son tres? ¿No sería más sencillo creer en un Dios único, como los judíos y los musulmanes? La Iglesia cree en la Trinidad no para complicar las cosas, sino porque esta verdad le ha sido revelada por Cristo. La dificultad de comprender el misterio de la Trinidad es un argumento a favor, no en contra, de su verdad. Ningún hombre habría ideado jamás un misterio tal. Intuimos que, Dios no puede más que ser uno y trino. No puede haber amor más que entre dos o más personas; si “Dios es amor”, debe haber en Él uno que ama, uno que es amado y el amor que les une. Dios es único, pero no solitario. ¿A quién amaría Dios si estuviera absolutamente solo?¿Tal vez a sí mismo? Entonces su amor, sería egoísmo, o narcisismo.

4. La gran y formidable enseñanza de vida que nos llega de la Trinidad, es que este misterio es la máxima afirmación de que se puede ser iguales y diversos: iguales en dignidad y diversos en características. Y ésta es la necesidad más urgente que hay que aprender, para vivir en este mundo. Se puede ser diversos en color de la piel, cultura, sexo, raza y religión y a la vez, gozar de igual dignidad, como personas humanas. Esta enseñanza encuentra su primer y más natural campo de aplicación en la familia. La familia debe ser un reflejo terreno de la Trinidad. Está formada por personas diversas por sexo (hombre y mujer) y por edad (padres e hijos), con todas las consecuencias de estas diversidades: distintos sentimientos, diversas actitudes y gustos. El éxito de un matrimonio y de una familia depende de saber esta diversidad y tender a una unidad de amor, de intenciones, de colaboración. Un hombre y una mujer no deben iguales en temperamento y cualidades; para ponerse de acuerdo, no es necesario que los dos alegres, vivaces, extrovertidos e instintivos, o los dos introvertidos, tranquilos, reflexivos. Esposo y esposa no tienen cada uno la media naranja, dos mitades perfectamente iguales, sino que cada uno es la mitad que le falta al otro y el complemento del otro. Es lo que pretendía Dios cuando dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gn 2,18). Todo esto supone el esfuerzo de aceptar la diversidad del otro, que es lo más difícil y aquello que sólo los más maduros consiguen. No hay que considerar a la Trinidad como un misterio remoto de la vida, que hay que dejar a la especulación de los teólogos. Al contrario: es un misterio cercadísimo. Hemos sido creados a imagen del Dios uno y trino, llevamos su huella y estamos llamados a realizar la misma síntesis sublime de unidad y diversidad.

5. Consiguientemente, profundicemos en la contemplación del Misterio con la luz de la fe, y adoremos filialmente y con ternura al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Una hermana encontró a Teresa de Lisieux en su celda cosiendo, con el rostro cuajado de lágrimas, y le preguntó cuál era la causa de aquellas lágrimas. -Es tan dulce llamar a Dios "Padre", contestó la Santa, que estaba experimentando inefablemente la emoción de la paternidad de Dios Padre.

¡Es tan misterioso llamar a Dios Hijo! Que el Padre tenga un Hijo y que los dos formen una familia con el Espíritu Santo, que sean una comunidad de amor, nos debe inundar de gozo.

6. Con la ayuda de la Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, sintonicemos con el autor del Salmo 8, y con el pueblo de Israel, que cantó este salmo de admiración y de adoración: "¡Señor, Dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra". Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Por los siglos de los siglos. Amén.

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