La austeridad de vida puede hacer real una pequeña, pero creciente, civilización del amor
La austeridad de vida puede hacer real una pequeña, pero creciente, civilización del amor
Dar el pez al necesitado mientras aprende a pescar
Sin duda es poco ética la mala distribución de la riqueza en nuestro mundo, donde unos pocos tienen miles de millones de dólares mientras mil millones viven con menos de un dólar al día, y nueve millones mueren de hambre cada año. La falla ética está principalmente en que haya indigentes, y no tanto en que haya ricos. Por tanto, la pregunta crucial es qué poder hacer para que los indigentes dejen de serlo. Pero también surge la pregunta de qué tan ética sea la riqueza de los ricos mientras siga habiendo indigentes.
Suele responderse que para que los indigentes dejen de serlo hay que lograr el desarrollo de los países a fin de que los indigentes puedan educarse y trabajar, y así lograr un mínimo de riqueza para poder vivir con un mínimo de dignidad, o incluso para enriquecerse ellos también. Ésta es la solución de enseñarlos a pescar, en vez de darles el pez. Pero claro, se trata de una solución a largo plazo. En las cumbres económicas mundiales se ha propuesto la meta de reducir la pobreza extrema en un 50% a un plazo de 15 años; y la realidad es que ni siquiera los plazos previos se están cumpliendo. Mientras tanto, pues... ¡ni modo!... que sigan muriéndose de hambre, mientras nosotros seguimos despilfarrando dinero y divirtiéndonos con grandes espectáculos y competencias deportivas.
La solución anterior, nada ética, tiene un defecto principal: mientras los países se desarrollan la gente sigue muriéndose de hambre, y de enfermedades fácilmente prevenibles o curables. Pero también tiene una gran ventaja: en espera de una solución ideal de desarrollo educativo y general a largo plazo, no es necesario aportar dinero propio hoy, ni siquiera excedentes, sino que basta con seguir enriqueciéndose...y de esa forma ayudar a que los enteros países se desarrollen, gracias a la derrama, en algún tiempo futuro e incierto. ¿No es todo esto... muy conveniente?
No hay que dar el pez, sino enseñar a pescar. Cierto, si contraponemos una cosa a la otra —una o la otra—; con sólo dar el pez no se resuelve el problema, únicamente se ponen parches. Pero tampoco es solución el sólo enseñar a pescar, si el otro se va a morir de hambre antes de aprender. La solución está en hacer las dos cosas a la vez, en complementarlas en vez de contraponerlas: dar el pez al necesitado mientras aprende a pescar. E incluso en esta solución hay diversas formas de hacerle llegar el pez al que está aprendiendo a pescar, como veremos en el presente artículo. La solución está en el correcto uso de los excedentes de los ricos. Y resulta que en esto se apoya una de las mejores formas de lograr que la familia acepte y quiera caminar hacia la vida austera.
La vida austera y su importancia
La vida austera es de suma importancia para llegar a vivir conforme a una ética plena, auténtica, aunque sea con los altibajos de la debilidad humana. Sin austeridad de vida lo anterior no es factible. Y esto es verdad tanto en lo personal como en lo social, y en todo tipo de sociedades, incluidas las modernas empresas. ¿Por qué? ¿Por qué es tan importante la austeridad de vida? ¿En qué consiste realmente la austeridad de vida? La respuesta de algunos ha sido que la vida austera es un justo medio, es decir, un encumbrado camino entre dos abismos. Y a este justo medio otros —incluidos algunos emperadores romanos— le han llamado aurea mediocritas, esto es, un término medio de oro, debido a su gran valor. Y también se ha dicho: Tanto tienes, cuanto menos necesitas. Quizá la mejor respuesta esté en la Sagrada Escritura:
"No me des ni pobreza ni riquezas. Dame aquello de que he menester. No sea que harto te desprecie y diga: «¿Quién es Yavé?», o que, necesitado, robe y blasfeme del nombre de mi Dios" (Proverbios 30, 8-9).
La vida austera ha adoptado formas diversas en diferentes épocas históricas y en distintas zonas geográficas, pero esencialmente se trata de lo mismo. Quizá la entendamos mejor procurando describir sus aspectos básicos en nuestro tiempo y ambiente. La austeridad de vida pide hoy básicamente lo siguiente:
1.- Tener instrumentos de trabajo y de cultura razonablemente buenos.
2.-Tener los seguros que sean necesarios, razonablemente buenos, como los de vida, gastos médicos y accidentes.
3.-Tener un razonable colchón de liquidez en el banco, a fin de afrontar imprevistos, pero sin acumular riquezas.
4.-Trabajar serenamente, pero con dedicación, confiando en la providencia divina.
5.-Usar los excedentes en beneficio de los necesitados.
Estos puntos son suficientemente claros para casi todas las personas, pero no suelen serlo para los ricos. Ellos tienden a preguntarse qué sea lo "razonable" o lo "razonablemente bueno" respecto a los instrumentos de trabajo y de cultura, los seguros y el bancario colchón de liquidez para atender imprevistos. Nada suele parecerles razonable ni razonablemente bueno, por lo que nunca piensan tener excedentes que puedan ser usados en beneficio de los necesitados. Siempre será primero su propia familia y su propia empresa —¡con todas las familias que dependen de ella!—, que nunca estarán suficiente o razonablemente protegidas.
La austeridad de vida puede hacer real una pequeña, pero creciente, civilización del amor
Dar el pez al necesitado mientras aprende a pescar
La austeridad de vida puede hacer real una pequeña, pero creciente, civilización del amor
Sin duda es poco ética la mala distribución de la riqueza en nuestro mundo, donde unos pocos tienen miles de millones de dólares mientras mil millones viven con menos de un dólar al día, y nueve millones mueren de hambre cada año. La falla ética está principalmente en que haya indigentes, y no tanto en que haya ricos. Por tanto, la pregunta crucial es qué poder hacer para que los indigentes dejen de serlo. Pero también surge la pregunta de qué tan ética sea la riqueza de los ricos mientras siga habiendo indigentes.
Suele responderse que para que los indigentes dejen de serlo hay que lograr el desarrollo de los países a fin de que los indigentes puedan educarse y trabajar, y así lograr un mínimo de riqueza para poder vivir con un mínimo de dignidad, o incluso para enriquecerse ellos también. Ésta es la solución de enseñarlos a pescar, en vez de darles el pez. Pero claro, se trata de una solución a largo plazo. En las cumbres económicas mundiales se ha propuesto la meta de reducir la pobreza extrema en un 50% a un plazo de 15 años; y la realidad es que ni siquiera los plazos previos se están cumpliendo. Mientras tanto, pues... ¡ni modo!... que sigan muriéndose de hambre, mientras nosotros seguimos despilfarrando dinero y divirtiéndonos con grandes espectáculos y competencias deportivas.
La solución anterior, nada ética, tiene un defecto principal: mientras los países se desarrollan la gente sigue muriéndose de hambre, y de enfermedades fácilmente prevenibles o curables. Pero también tiene una gran ventaja: en espera de una solución ideal de desarrollo educativo y general a largo plazo, no es necesario aportar dinero propio hoy, ni siquiera excedentes, sino que basta con seguir enriqueciéndose... y de esa forma ayudar a que los enteros países se desarrollen, gracias a la derrama, en algún tiempo futuro e incierto. ¿No es todo esto... muy conveniente?
No hay que dar el pez, sino enseñar a pescar. Cierto, si contraponemos una cosa a la otra —una o la otra—; con sólo dar el pez no se resuelve el problema, únicamente se ponen parches. Pero tampoco es solución el sólo enseñar a pescar, si el otro se va a morir de hambre antes de aprender. La solución está en hacer las dos cosas a la vez, en complementarlas en vez de contraponerlas: dar el pez al necesitado mientras aprende a pescar. E incluso en esta solución hay diversas formas de hacerle llegar el pez al que está aprendiendo a pescar, como veremos en el presente artículo. La solución está en el correcto uso de los excedentes de los ricos. Y resulta que en esto se apoya una de las mejores formas de lograr que la familia acepte y quiera caminar hacia la vida austera.
La vida austera y su importancia
La vida austera es de suma importancia para llegar a vivir conforme a una ética plena, auténtica, aunque sea con los altibajos de la debilidad humana. Sin austeridad de vida lo anterior no es factible. Y esto es verdad tanto en lo personal como en lo social, y en todo tipo de sociedades, incluidas las modernas empresas. ¿Por qué? ¿Por qué es tan importante la austeridad de vida? ¿En qué consiste realmente la austeridad de vida? La respuesta de algunos ha sido que la vida austera es un justo medio, es decir, un encumbrado camino entre dos abismos. Y a este justo medio otros —incluidos algunos emperadores romanos— le han llamado aurea mediocritas, esto es, un término medio de oro, debido a su gran valor. Y también se ha dicho: Tanto tienes, cuanto menos necesitas. Quizá la mejor respuesta esté en la Sagrada Escritura:
"No me des ni pobreza ni riquezas. Dame aquello de que he menester. No sea que harto te desprecie y diga: «¿Quién es Yavé?», o que, necesitado, robe y blasfeme del nombre de mi Dios" (Proverbios 30, 8-9).
La vida austera ha adoptado formas diversas en diferentes épocas históricas y en distintas zonas geográficas, pero esencialmente se trata de lo mismo. Quizá la entendamos mejor procurando describir sus aspectos básicos en nuestro tiempo y ambiente. La austeridad de vida pide hoy básicamente lo siguiente:
1.- Tener instrumentos de trabajo y de cultura razonablemente buenos.
2.-Tener los seguros que sean necesarios, razonablemente buenos, como los de vida, gastos médicos y accidentes.
3.-Tener un razonable colchón de liquidez en el banco, a fin de afrontar imprevistos, pero sin acumular riquezas.
4.-Trabajar serenamente, pero con dedicación, confiando en la providencia divina.
5.-Usar los excedentes en beneficio de los necesitados.
Estos puntos son suficientemente claros para casi todas las personas, pero no suelen serlo para los ricos. Ellos tienden a preguntarse qué sea lo "razonable" o lo "razonablemente bueno" respecto a los instrumentos de trabajo y de cultura, los seguros y el bancario colchón de liquidez para atender imprevistos. Nada suele parecerles razonable ni razonablemente bueno, por lo que nunca piensan tener excedentes que puedan ser usados en beneficio de los necesitados. Siempre será primero su propia familia y su propia empresa —¡con todas las familias que dependen de ella!—, que nunca estarán suficiente o razonablemente protegidas.
A fin de no ir a molestar directamente a los empresarios, a quienes principalmente me dirijo, mencionaré dos ejemplos extremos de lo que no es razonable: uno de tipo familiar, y otro referente a la seguridad nacional. El caso de los empresarios se encuentra en algún lugar intermedio, y así ellos podrán adaptar a su propia situación lo que trataré de ejemplificar.
Sin pretender criticar ni atacar a los norteamericanos, sino sólo porque de ellos lo dijeron en las noticias, está el informe de que ellos gastan anualmente en sus mascotas cuarenta mil millones de dólares. Como me pareció demasiado, me puse a hacer las cuentas, que arrojaron un gasto de alrededor de setenta centavos de dólar al día por cada ciudadano norteamericano. La cifra, pues, es creíble. Y si una persona puede vivir con menos de un dólar al día, como lo prueba la quinta parte de la humanidad, resulta que el problema del hambre en el mundo puede resolverse con menos de la décima parte de lo que los norteamericanos gastan en sus mascotas. Invito al lector a que haga las cuentas. Por tanto, que los norteamericanos no quieran reducir en un 10% lo que gastan en sus mascotas, a fin de resolver el problema mundial del hambre, no es algo razonable. Y ni qué decir si añadiéramos lo que gasta en sus mascotas el resto de la humanidad.
El otro ejemplo es el de las bombas atómicas. Tanto Rusia como Estados Unidos, separadamente, tienen bombas suficientes para acabar con la vida humana del planeta... ¡muchas veces! ¿No serían suficientes las bombas necesarias para acabar con la vida humana del planeta... una sola vez? Más aun, ¿no serían suficientes las bombas necesarias para acabar con la vida de todos los enemigos, sin incluir la propia ni la ajena, una sola vez? Parece claro, por tanto, que el gasto destinado a construir las bombas excedentes, no es un gasto razonable.
Como puede verse, hay formas de conocer los gastos que no son razonables. Y los gastos de los empresarios no son una excepción a esta regla. Así, pues, cada uno podrá hacer un estudio que le permita ubicarse donde le corresponda. Parece claro que la necesidad de la vida austera se justifica tanto en lo personal como en lo social, y en todo tipo de sociedades, también las de tipo empresarial.
Involucrar a los miembros de la familia
Las reflexiones anteriores son temas que hoy por hoy andan como volando en el aire, pues aparecen mucho en los medios de comunicación y también se habla mucho de ellos. Ésta es una gran oportunidad para tomar el hilo cuando surgen de modo espontáneo en el hogar, o incluso para abordarlos discretamente para ver si provocan el interés general, o al menos el de alguien. Sería raro que nadie se interesara en estos temas después de que hayan surgido varias veces; hay que estar atentos. Habrá que retomar y cultivar el tema surgido, con tacto, con los miembros de la familia a quienes más les interese, sea individualmente o en grupos de dos o más.
Algunas observaciones o comentarios podrán hacer que el interés vaya en aumento; y luego se podrán recomendar algunos libros, sitios de Internet, etcétera. Por ejemplo, si se puede vivir con un dólar al día, los nueve millones de personas que mueren de hambre al año podrán vivir un día con nueve millones de dólares; y podrán vivir todo el año con esa misma cantidad multiplicada por los 365 días del año, esto es, con menos de cuatro mil millones de dólares, que es menos del 10% de los cuarenta mil millones de dólares que los norteamericanos gastan anualmente en sus mascotas. No es una gran cantidad de dinero, mundialmente hablando.No es mucho, si con eso se resuelve al menos estrictamente el problema del hambre en el mundo. Hay personas, individuos, cuyas fortunas rebasan con mucho esa cantidad. Esto le llama mucho la atención a todo mundo, y también lo hará con los hijos y con el cónyuge. Hay que dirigirse a quienes mayormente se interesen; y es conveniente involucrar al cónyuge cuanto antes, y contar con su apoyo y colaboración.
¿Qué sucede entonces con las grandes fundaciones hechas por tantos multimillonarios? ¿Por qué todas esas fundaciones no han logrado la meta prioritaria de resolver el problema del hambre en el mundo? ¿Acaso esas fundaciones tienen otras prioridades, y por qué? El libro de Joel Bakan, The Corporation (Penguin Books), dice que esas fundaciones suelen tener —un prudente "suelen"— la finalidad de limpiar la imagen de las grandes corporaciones, y no tanto la de ayudar a los necesitados. Surge así el tema de que no sólo hay lavados de dinero, sino que también hay lavados de imagen. El dinero de esas fundaciones está bajo el control de quienes las manejan. Y mucho de ese dinero se gasta en grandes edificios e instalaciones —imagen y más imagen—, en los honorarios de sus ejecutivos, etcétera, etcétera, de modo que a los necesitados les llega un presupuesto significativamente reducido.
¿Qué soluciones se podrán encontrar a este tipo de dificultades? El problema quedará lanzado como un reto, o al menos como un acertijo, a todos los miembros de la familia, que empezarán a pensar en él. Se trata de un momento familiar muy interesante, en el que se podrán observar las reacciones de todos y cada uno. Quizás habrá quien se olvide del tema, quien piense que no tiene solución o que se trata de una utopía más; pero tal vez haya quien proponga alguna solución, más o menos buena u original.Y entonces será el momento de ponderarla y de proponer también nosotros alguna solución. En lo que sigue propondré una.
Una sencilla solución, en pequeño, al problema de la indigencia
Cada quien puede ayudar a solucionar el problema de la indigencia en la medida de sus posibilidades, ya sea en lo individual o como miembro o directivo de asociaciones, como pueden ser las empresas. Cada persona indigente es digna de ser ayudada, aunque sea en su individualidad. El hecho es que las ayudas individuales y las ayudas de las asociaciones, juntas todas ellas, nunca han logrado darse abasto. Ni las ayudas de las asociaciones han logrado suplir a las de los individuos, ni las de los individuos a las de las asociaciones. Tal vez esto haya venido siendo así porque ninguna de ambas ayudas se ha manejado bien.
Lo que se busca es que el presupuesto destinado a los necesitados llegue a ellos en el más alto porcentaje posible, sin que se diluya en el camino en cuantiosos gastos intermedios, como edificios, automóviles, honorarios, etcétera. También se busca que el dinero que llegue a los indigentes sea usado por ellos en lo que verdaderamente necesitan, y no que lo gasten en vino y cosas por el estilo. En fin, se busca enseñarlos a pescar, pero dándoles también el pez durante su proceso de aprendizaje y capacitación. Y sería de desear que se los humillara lo menos posible en dicho proceso.
Sin duda puede haber muchas formas de ayudar a los indigentes. Yo propongo una que me parece muy buena, por su facilidad para multiplicarse y por su ayuda a la educación familiar; es la siguiente:
No te doy nada. ¡Te ofrezco trabajo! Y el trabajo que te ofrezco es que estudies y te capacites. Y te pagaré dignamente por tu buen desempeño en ese trabajo.
No hay por qué humillar a los indigentes dándoles el pez, a modo de limosna, mientras aprenden a pescar. Ni hay por qué humillarlos dándoles lo necesario para que aprendan a pescar, también a modo de limosna. Lo que hay que hacer es pagarles dignamente por que aprendan a pescar, ya que ese aprendizaje es un trabajo digno. Así ellos, gracias a su trabajo, podrán comprar su propio pez mientras aprenden a pescar. Y así se resuelve todo: ellos tienen el pez, y aprenden a pescar, sin limosnas ni humillaciones.
Cómo llevar a la práctica este proyecto
Convendrá empezar por considerar qué sean unos honorarios o un sueldo dignos —independientemente de que el trabajo consista en estudiar y capacitarse—, pues con ese dinero deberá poder vivir dignamente la familia a la que se ayude. Y esto nos lleva al tema de qué sea una vida familiar digna. También debemos tener en cuenta que se trata de una familia que se encuentra en un nivel de pobreza extrema o casi extrema. ¿Qué será para ellos una vida digna?
Por ahora dejemos de lado si la dignidad de la vida humana sea o no relativa al nivel social de cada quien; en otro artículo se podrá volver sobre este tema. Lo que en este momento queremos es que la familia pobre piense y sienta que su nueva vida es humanamente digna. Desglosemos los aspectos básicos de esa vida. Se requiere la tranquilidad de tener asegurado lo siguiente:
.Trabajo y educación, que en este proyecto se identifican.
.Un enfoque dirigido al crecimiento de las personas.
.Casa.
.Vestido.
.Sustento.
.Seguro de atención médica.
.Instrumentos de trabajo y de cultura.
.Tiempo libre y entretenimiento.
.Nada tiene que ser lujoso, ni de marca, ni nuevo.
Una dignidad de vida enfocada al crecimiento de las personas se apoya en los aspectos espirituales, reduciendo en mucho los gastos y favoreciendo la vida austera. Nótese que los ricos suelen entender la dignidad de vida en el sentido de calidad de vida, apoyándola en la posesión de bienes materiales y dando mucha importancia a que éstos sean comprados nuevos, de marca, y preferentemente lujosos. Es prácticamente seguro que una familia que vive en pobreza extrema, o casi extrema, pensará y sentirá que al tener asegurados los aspectos mencionados su vida será humanamente digna. Y eso es todo lo que necesitamos para llevar adelante nuestro proyecto.
Lo siguiente será lograr que alguno o algunos de los miembros de la familia, de preferencia sin que falte el cónyuge, se interesen por un proyecto así. Tal interés podrá lograrse con mayor probabilidad, y aun incrementarse, al plantear la posibilidad de llevarlo a la práctica, es decir, de hacerlo real con la sola aportación económica del empresario como padre de familia —aquí usaría los ahorros de su austeridad estrictamente personal—, aunque no se tuviera la ayuda económica de nadie más. Pero ciertamente se requeriría la colaboración de tiempo y trabajo de algunos de los miembros de la familia, procurando que no falte la del cónyuge.
Se podría empezar por ayudar a una sola familia pobre, debidamente seleccionada, y de tal forma aprender, corregir, afinar, etcétera. Ver que el proyecto funciona, aunque sea ayudando a una sola familia pobre, será una motivación extraordinaria, además de abrir horizontes insospechados. Y con los conocimientos de la primera familia ya en funciones, se podría dar el paso de ayudar a una segunda familia pobre, quizá buscando alguna otra ayuda económica, además de la del padre. Tal ayuda sin duda podría provenir de ahorrar dinero gracias a que la propia familia empezara a vivir austeramente, al menos en cierta medida. Comenzarían a surgir preguntas como las siguientes:
¿Qué es preferible, ir de vacaciones a Europa o ayudar a otra familia pobre?
¿Qué es preferible, cambiar de modelo nuestros autos cada año o ayudar a otra familia pobre?
Y en general, ¿qué es preferible, vivir más austeramente y ayudar a más familias pobres, mostrando a otros que el proyecto funciona, o seguir viviendo y usando nuestros recursos sólo en beneficio y disfrute propios?
Como fácilmente puede comprenderse, todos estos planteamientos obligarán a cada uno de los miembros de la familia, y quizá a la familia en pleno, a hacerse importantes cuestionamientos de fondo, a modo de un serio examen de conciencia, tanto personal como familiar. Tendrán que decidir si caminar o no hacia la vida austera, no ya por la sola austeridad, sino por la libertad que ésta nos da para ayudar a los necesitados. Se habrá puesto a prueba la personal y familiar capacidad de amar.
En el siguiente artículo de esta serie veremos un plan más detallado del proyecto que se ha propuesto aquí, a fin de poder llevarlo a la práctica, esto es, de hacerlo realidad.
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