¿Cómo hacer del deporte una expresión de la vida cristiana?


¿Cómo hacer del deporte una expresión de la vida cristiana?

Gran importancia cobra hoy la práctica del deporte, porque puede favorecer en todos la afirmación de valores importantes como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la comunión y la solidaridad.

Precisamente por eso el deporte ha ido desarrollándose cada vez más como uno de los fenómenos típicos de la modernidad, casi como un «signo de los tiempos» capaz de interpretar nuevas exigencias y nuevas expectativas de la humanidad.


¿La Iglesia recomienda el deporte?

La Iglesia no cesa de recomendar la valoración del cuerpo humano mediante una apropiada educación física, la cual, mientras, por una parte, hace que se eviten las desviaciones del «culto al cuerpo», por otra, entrenan al cuerpo y al espíritu en el esfuerzo, ánimo, equilibrio, sacrificio, nobleza, fraternidad, cortesía y, en una palabra, en el fair-play.


¿Qué deportes valora la Iglesia?

La Iglesia valora y respeta todos los deportes que son verdaderamente dignos de la persona humana. Son tales cuando favorecen el desarrollo ordenado y armonioso del cuerpo al servicio del espíritu y cuando dan lugar a una competición inteligente y formativa que promueve el interés y el entusiasmo, y son fuente de sano esparcimiento.


¿Por qué la Iglesia promueve el deporte?

El deporte, incluso bajo el aspecto de educación física, encuentra en la Iglesia apoyo por todo lo que comporta bueno y sano. Sin duda, la Iglesia no puede menos de estimular todo lo que sirve para el desarrollo integral del cuerpo humano, sobre todo porque Dios ha hecho de él morada e instrumento de un alma inmortal, infundiéndole ese «soplo de vida» (cf. Gén 2,7), por el cual el hombre es hecho a su imagen y semejanza.


¿Qué valores ve la Iglesia en el deporte?

Las actividades deportivas hacen que se desarrollen determinadas cualidades en cada uno. Nos impulsan a dar lo mejor de nosotros mismos, tanto en el aspecto físico como en la competición deportiva, y nos invitan constantemente a descubrir los lazos que nos unen a los demás. Los deportes son un medio muy eficaz para suscitar la estima y el respeto mutuos, la solidaridad humana, la amistad y la buena voluntad entre las personas.


¿Y sobre las competencias deportivas?

La Iglesia señala que el deporte nos ayudará, sobre todo, a convertirnos en ciudadanos amantes del orden social y de la paz; nos enseñará a ver que las competencias deportivas no son luchas entre rivales ni factores de división, sino pacíficas manifestaciones competitivas, en las cuales no debe faltar, incluso en el obligado esfuerzo por conseguir la victoria, el sentido de respeto hacia el oponente.


¿Qué debe tener toda práctica deportiva?

El deporte se vería privado de su mensaje espiritual, si no se basara y tomara fuerza e inspiración en aquellos valores que precisamente llevan consigo un espíritu de sacrificio, es decir: la lealtad, el dominio de sí, la prudencia, el respeto a la persona del rival, etc.

De este modo el deporte se convierte en una palestra de adiestramiento de la voluntad, una escuela de promoción humana y espiritual que la Iglesia no cesa de reafirmar en sus enseñanzas.


¿Y sobre el juego en equipo?

Los deportes que se practican en equipo permiten ejercitar las cualidades morales de un grupo comprometido de aficionados o deportistas. Un equipo no sólo es fruto de condiciones y prestancia física; sino que es también el resultado de una rica serie de virtudes humanas, de las cuales depende el éxito: el entendimiento, la colaboración y la capacidad de amistad y de diálogo; en una palabra, los valores espirituales, sin los cuales el equipo no existe y no es eficaz.


¿Existe algún riesgo a tomar en cuenta?

Debemos considerar siempre que cada persona antes de ser un individuo dotado de músculos fuertes y de rápidos reflejos, es una persona humana, en grado de trascender cualquier reducido condicionamiento en virtud de su inteligencia, de su libertad; y por tanto también capaz de demostrar con sus acciones lo que objetivamente está de acuerdo con la justicia, la verdad y el bien.

En ese sentido, el Papa Juan Pablo II nos ha invitado a que «el hombre jamás sea sacrificado por el deportista». Y ha pedido que promovamos siempre todo lo que es auténticamente bueno, mediante un leal testimonio de los valores exigidos por el auténtico deporte.


¿Cómo descubrimos a Dios en el deporte?

Toda práctica deportiva es ocasión propicia para dar gracias a Dios por el don del deporte, con el que el hombre ejercita su cuerpo, su inteligencia y su voluntad, reconociendo que estas capacidades son dones de su Creador.

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