La alegría del corazón.
La alegría del corazón.
La hondura y jugosidad de las Cartas: La alegría es el fruto de una actitud muy reflexiva y honda de ajuste al propio ser
"Debemos intentar que nuestro corazón esté alegre (froh). No divertido (lustig), que es otra cosa. Ser divertido es algo externo, hace ruido y desaparece rápidamente. Pero la alegría (Freudigkeit) vive dentro, silenciosamente, y echa raices profundas. Es la hermana de la seriedad; donde está la una, está también la otra" (15).
Esta alegría honda, serena, permanente ¿de dónde procede? Hay en la vida muchas fuentes de alegría verdadera, pero sólo una garantiza un estado de alegría inagotable: "acogerse a Dios con toda el alma y permanecer junto a El en silencio interior" (16). Cuando nos unimos a Dios y nos identificamos con Su voluntad, "abrimos el camino para la alegría de Dios". Si mantenemos esta actitud fielmente, con buen ánimo, confianza y libertad interior -"condiciones emparentadas con la alegría"-, estaremos inundados de gozo, "suceda fuera lo que suceda".
La voluntad de Dios se me manifiesta a través de lo que se me presenta como una obligación, "pues cada instante con su obligación propia es un mensajero de Dios". "Si prestamos oídos, tendremos madurez para entender rectamente el próximo mensaje y asumirlo. Así realizamos paso a paso la tarea de nuestra vida. (...) Entonces estamos alegres" (17).
Para determinar cuál es en cada momento nuestra obligación, debemos cultivar la virtud de la veracidad. Hay que sentir gusto internamente en hacer la voluntad de Dios, pero de veras. Es sumamente expresivo y convincente Guardini cuando se dirige directamente al lector y expresa así la idea antedicha:
"Esto es lo que debo hacer ahora. ¡Sí, Señor, y con gusto! Esta última expresión lo decide todo. Pues lo decisivo es no actuar a disgusto, sólo porque tiene que hacerse, indolentemente y medio dormido; sino ¡con gusto! Pero esta palabra hay que pronunciarla interiormente, no sólo con el pensamiento o con los labios. Hay que pronunciarla con toda la voluntad. Y siempre más y más adentro. ¿Comprendes esto? Debe penetrar cada vez más en el corazón. Pues dentro hay todavía mucha oposición, y ésta se pone en contra. Hasta ahí tiene que penetrar la expresión ´con gusto´. Donde aún hay apatía y pereza, debe brillar esta expresión como una luz brillante y fuerte, y siempre más hondamente, más radicalmente, hasta que todo esté claro ante Dios: Señor, lo quiero. Entonces estarás alegre. Esa fue la actitud de nuestro Señor. Toda el alma de Jesús era pura apertura gozosa: ´¡Yo hago siempre la voluntad de mi Padre´!" (18).
Esta proclamación sincera, hecha desde la hondura de nuestro ser, de cumplir la voluntad de Dios nos da una "alegre fuerza" para superar todas las dificultades, pues "Dios está ahí" (19).
Pero el hombre no sólo debe estar alegre en su espíritu, sino también en su cuerpo. Este debemos mantenerlo debidamente erguido: "la cabeza alta, la frente abierta a la luz, los hombros hacia atrás", como símbolo de que la persona entera se halla en forma. Para ello nos ayuda "tener en la habitación una fuente de alegría":
"Por ejemplo, una planta viva. Nos pone alegres cuando algo crece ahí incansablemente, y verdea y florece. O una imagen alegre, un paisaje por el que hemos paseado alguna vez. Contémplala de cuando en cuando con los ojos bien abiertos: ¡Qué amplitud hay ahí! ¡Qué fresco el bosque! ¡Qué claro el cielo! Qué libertad en las alturas..., y todo esto es mío, todo mío! O recuerda una canción y cántala para ti. Entonces se iluminará una luz en tu interior. O recita un bello poema. Esto nos va como un trago de agua fresca en una larga y polvorienta marcha. Y luego vuelve de nuevo al trabajo" (20).
Considerar los cantos, los poemas, los paisajes, las flores... como fuente de alegría indica que se sabe ver con profundidad, que se es capaz de ver en el perfume de una flor y en su bella forma la expresión viva de la naturaleza entera en estado de plenitud y sazón. Y, como la plenitud es fuente de alegría colmada, es decir, de entusiasmo, muy bien cabe afirmar que la contemplación de las flores nos llena el alma de un gozo perdurable (21).
Esto nos explica que, en otro lugar, haya puesto Guardini en relación la alegría con el conocimiento del bien, entendido en el profundo sentido platónico como "aquello cuyo realización es lo que de veras hace al hombre ser hombre". "La meta de este libro quedaría lograda si el lector percibiera que el conocimiento del bien es motivo de alegría" (22).
El enemigo de la alegría no es el dolor. "Éste nos hace fuertes y profundos. Nos dispone para la verdadera alegría. Déjalo entrar tranquilamente en tu corazón". Los enemigos que debemos desterrar, porque ciegan las fuentes del verdadero gozo, son el mal humor y la depresión. Malhumorarse a causa de ciertas incomodidades o contratiempos destierra de nuestro interior la disposición para la alegría, no nos permite crear ese ámbito de acogimiento de todo cuanto hay de bueno y bello en la existencia, y nos cierra en nosotros mismos como en una habitación mohosa. La depresión es "un poder sombrío que le destruye a uno el alma si lo deja medrar". Guardini, que tanto padeció a causa de ella, no duda en afirmar que se puede vencer la depresión si uno le cierra toda entrada al principio (23).
Comprendido el sentimiento de alegría en toda su envergadura, se percibe el largo alcance de la recomendación que hace Guardini al final del capítulo: "Por la noche, al acostarnos, digámonos tranquila y confiadamente: Mañana estaré alegre. Nos imaginamos lo que significa tratar a las gentes, jugar, trabajar, pasar el dia animados y con alegría y libertad, y decimos: ´Así estaré mañana todo el día´. Nos lo decimos varias veces. Este es un pensamiento creativo, que opera durante toda la noche en el alma, de modo silencioso pero seguro, como los duendes en los cuentos..." (24).
De lo antedicho se desprende que la alegría no es una mera cuestión de temperamento, o producto de circunstancias exteriores favorables; es el fruto de una actitud muy reflexiva y honda de ajuste al propio ser. Si somos finitos, nuestra misma realidad tiende por una especie de ley de gravedad hacia el Poder de que depende, en frase de Kierkegaard (25). Al unir nuestra persona y nuestro destino a la voluntad de Dios, nos vemos centrados, realizados plenamente en toda circunstancia, por dura que sea, y nuestra satisfacción y alegría es plena y duradera.
Si profundizamos en estas ideas y las asumimos interiormente, podemos responder con precisión a las cuestiones que nos propone Guardini como una especie de apéndice práctico al capítulo sobre la alegría (26).
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