La persona


La persona
La persona, eje de la Nota doctrinal sobre católicos y política.

I.- La participación de los católicos en la actividad política
La participación en la actividad política es uno de los modos en que se expresa el compromiso de los cristianos con el mundo. Muchos de ellos, algunos de ellos santos (Tomás Moro), han prestado (y prestan) con ella un servicio a los hombres, a las sociedades y a la humanidad. La Nota intenta repensar esta doctrina constante en el horizonte de las sociedades democráticas en las que se han extendido a todos las posibilidades de participación política y se han ampliado los ámbitos de su ejercicio.

El motivo o la ocasión es la difusión de algunas orientaciones y posiciones ambiguas relativas al tema de la libertad y el pluralismo de los católicos en la vida política (n. 1 in fine). Por ello su objetivo es ´´recordar algunos principios propios de la conciencia cristiana, que inspiran el compromiso social y político de los católicos en las sociedades democráticas´´ (n. 1 in fine) e ´´iluminar (así) uno de los aspectos más importantes de la unidad de vida del cristiano: la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura´´ (Nota 9).

La Nota está articulada en torno a tres enseñanzas nucleares:


La unidad de la razón práctica (=ley moral universal), es decir, de lo que constituye el bien o bienes fundamentales de la persona y la sociedad frente al pluralismo ético dominante (II: Algunos puntos críticos del actual debate cultural y político).

La coherencia, unidad de vida y conciencia de los católicos frente a algunas posiciones que separan público y privado, o malentienden la autonomía de los católicos en política, y frente al laicismo intolerante que, en nombre de la tolerancia, pretende negar a los cristianos legitimidad para actuar en política de acuerdo a sus convicciones acerca del bien común (III: Principios de la doctrina católica acerca del laicismo y el pluralismo).

Que el compromiso sociopolítico de los cristianos no puede reducirse a transformar las estructuras, sino que conlleva crear una propuesta cultural (IV: Consideraciones sobre aspectos particulares).



II.- La unidad de la razón práctica en las sociedades democráticas


1. El relativismo cultural y ético dominante y su influjo en las sociedades democráticas
La Nota constata que hoy domina un relativismo cultural (= no se sabe ni se puede saber quién ni qué es el hombre, ni en qué estriba su dignidad), que se manifiesta en la defensa de un pluralismo ético considerado insuperable (el bien del hombre no es objeto de conocimiento por la razón, sino de opción o preferencia individual) y condición de posibilidad de la democracia.

En este horizonte cultural, muchos ciudadanos defienden la completa autonomía para sus preferencias morales. Por su parte, los legisladores creen respetar esa libertad prescindiendo de los principios de la moral natural y condescendiendo con ciertas corrientes culturales y morales transitorias, y se pide a muchos (entre ellos, a los católicos) que renuncien a contribuir a la vida social y política de sus países desde la concepción de la persona y del bien común que consideran humanamente verdadera y justa, y a través de los medios lícitos que el orden jurídico democrático pone a disposición de todos (n. 2).


2. La libertad y el pluralismo político de los católicos no consisten ni se basan en el pluralismo ético, sino en el carácter concretísimo del contexto sociopolítico
La Nota reconoce la libertad y el legítimo pluralismo de los católicos a la hora de elegir, entre las diversas orientaciones o soluciones políticas compatibles con la fe y la ley moral natural, aquellas que según su propio criterio se adecuan mejor alas exigencias del bien común, y de militar en partidos políticos diversos. Pero sostiene que esa libertad y ese pluralismo no se fundamentan en un pluralismo ético según el cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas, tienen el mismo valor y son igualmente elegibles.

La legítima pluralidad mantiene íntegra la matriz de la que proviene el compromiso cristiano y que se expresa en la doctrina moral y social cristiana. Ciertamente, no es competencia de la Iglesia formular soluciones concretas -y menos todavía únicas- a cuestiones temporales que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno. Pero sí tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral (GS 77: Nota 3).

El conjunto de esos juicios está contenido en la doctrina moral y social cristiana. Dentro de ese marco, el pluralismo se explica y justifica de varias maneras:

* Por el hecho de que las actividades políticas apuntan caso por caso hacia la realización extremadamente concreta del verdadero bien humano y social en un contexto histórico, geográfico, económico, tecnológico y cultural.

* Por el carácter contingente de algunas opciones en materia social.

* Por el hecho de que moralmente son posibles diversas estrategias para realizar un mismo valor substancial de fondo.

* Por la posibilidad de interpretar de modo diferente algunos principios básicos de la teoría política.

* Por la complejidad técnica de buena parte de los problemas políticos (Nota 3).



3. La centralidad de la persona, el Estado moderno y la posibilidad de la vía verdaderamente democrática
La Iglesia aprecia el sistema de la democracia por varias razones, sobre todo porque asegura la participación directa de los ciudadanos en las opciones políticas.

Ahora bien, la Nota vuelve a recordar que es el respeto a la persona lo que hace posible la participación democrática, que la tutela de ´´los derechos de la persona es condición necesaria para que los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pública´´ (GS 73: Nota 3 in fine), y que la democracia sólo se hace posible en la medida en que se funda en una recta comprensión de la persona (OS 25: Nota 3).



4. La intangibilidad de la persona y la conciencia moral de los católicos
Las conquistas científicas permiten hoy alcanzar objetivos que sacuden a la conciencia e imponen la necesidad de encontrar soluciones que respeten, de manera coherente y sólida, los principios éticos. En cambio, hoy se hacen propuestas legislativas que se proponen destruir el principio de la intangibilidad de la vida humana. Ante este hecho, la Nota recuerda algunas enseñanzas eclesiales, y concretamente de Juan Pablo II, relativas a la actuación de los católicos:

* ´´El derecho y el deber de intervenir para recordar el sentido profundo de la vida y la responsabilidad que todos tienen ante ella´´ (Nota 4, a).

* ´´La precisa obligación (de los legisladores) de oponerse a toda ley que atente contra la vida humana´´ y la prohibición a todos (los católicos) de participar en campañas a su favor o apoyarla con su voto. Esto no impide... que un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública´´ (EV 73: Nota
4, a).

* Debido a la unidad inseparable de las verdades de fe, ´´la conciencia cristiana bien formada no permite favorecer con el propio voto la realización de un programa político o a la aprobación de una ley particular que contenga propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral… El católico no puede delegar en otros el compromiso cristiano que proviene del Evangelio de Jesucristo, para que la verdad sobre el hombre y el mundo pueda ser anunciada y realizada´´ (Nota 4, b).

* El compromiso de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogación y en los que está en juego la esencia del orden moral que concierne al bien integral de la persona: aborto, eutanasia (distinta del ensañamiento terapéutico), la defensa de los derechos del embrión, la defensa y tutela de la familia fundada en el matrimonio monógamo entre personas de diverso sexo y protegida en su unidad y estabilidad, tutela social de los menores, la liberación de las víctimas en las modernas formas de esclavitud (droga, prostitución), defensa de la libertad religiosa y la paz que exige el rechazo de la violencia y el terrorismo (Nota 4, c).




III.- Laicidad, unidad de vida y conciencia de los católicos, y laicismo


1. Reconocimiento de la laicidad como autonomía de la esfera civil y política respecto de la religiosa-eclesial
La Nota afirma que la laicidad entendida como autonomía de la esfera civil y política respecto de la religiosa-eclesiástica (no de la esfera moral) es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia y pertenece al patrimonio de la civilización ya alcanzado.

En este sentido, considera que identificar la ley religiosa con la civil puede llevar a sofocar la libertad religiosa y a limitar o negar los derechos inalienables; que los actos específicamente religiosos quedan fuera de la competencia del Estado, que no debe entrometerse ni para exigirlos ni para impedirlos, salvo por razones de orden público; y que el reconocimiento de los derechos civiles y políticos o la administración de servicios públicos no pueden estar condicionados por convicciones o prestaciones religiosas (Nota 6, a).



2. El derecho-deber de todos los ciudadanos de buscar y defender las verdades morales sobre la vida social no se opone a la laicidad
Los católicos -como todos los ciudadanos- tienen el ´´derecho-deber de buscar sinceramente la verdad y promover y defender, con medios lícitos, las verdades morales sobre la vida social´´ (Nota 6, b). El hecho de que algunas de estas verdades sean enseñadas por la Iglesia no disminuye el carácter civil y la laicidad de quienes se identifican con ellas, con independencia del papel que la búsqueda racional o la confirmación procedente de la fe hayan desenvuelto en su reconocimiento por parte de cada ciudadano particular.

´´La laicidad indica en primer lugar la actitud de quien respeta las verdades que emanan del conocimiento natural sobre el hombre que vive en sociedad, aunque tales verdades sean enseñadas al mismo tiempo por una religión específica´´ (Nota 6, b).



3. El magisterio de la Iglesia interviene en el ámbito sociopolítico para iluminar la conciencia de los fieles
La laicidad o autonomía de lo civil con respecto a la esfera religiosa-eclesiástica no puede entenderse como autonomía sobre la esfera moral (Nota 6, a), ni como la reivindicación de un principio que prescinda de la enseñanza moral y social de la Iglesia (Nota 6, b), ni como reducción de la vida cristiana a lo espiritual y privado (Nota 6, c).

Al proclamar su doctrina moral y social, la Iglesia no busca el poder político, ni intrometerse en el Gobierno de los diversos países, ni eliminar la libertad de opinión de los católicos en cuestiones contingentes, sino instruir e iluminar la conciencia de los fieles, sobre todo de los políticos, para que su acción esté siempre al servicio de la promoción integral de la persona y del bien común (Nota 6, c).

Tampoco pretende encuadrar en un esquema rígido o ideológico la cambiante realidad sociopolítica. Se limita a ratificar constantemente la dignidad trascendente de la persona humana y utiliza como método el respeto a la libertad (CA 46). Reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas, imperfectas y a menudo rápidamente cambiantes (Nota 7 c).

Su doctrina parte de una atenta observación de las realidades sociales a la luz de la fe y la tradición eclesial (SRS 41). Y los católicos que actúan en la vida sociopolítica tienen el derecho-deber de promoverla utilizando el método de la libertad y la convicción (CA 46).



4. La unidad de la existencia y la conciencia cristiana enraizada en Cristo y su aportación a una sociedad más justa y conforme a la dignidad de la persona humana
En la existencia del cristiano no puede haber dos vidas paralelas (la espiritual y la secular). Cada uno de los cristianos es como un sarmiento enraizado en la vida, que es Cristo, y da frutos en todos los ámbitos de su existencia: familia, trabajo, relaciones sociales, política, cultura...

Todos estos ámbitos de la vida laical son queridos por Dios como lugar histórico de la manifestación de la caridad de Jesucristo para la gloria del Padre y servicio de los hombres, como ocasiones providenciales para el ejercicio de la fe, la esperanza y la caridad.

Ahora bien, ´´vivir y actuar políticamente en conformidad con la propia conciencia no es un ciego acomodarse en posiciones extrañas al compromiso político o en una forma de confesionalismo, sino la expresión con que los cristianos ofrecen su aportación coherente para que, a través de la política, se instaure un ordenamiento social más justo y coherente con la dignidad de la persona humana´´ (Nota 6, c in fine).

En la democracia, todas las propuestas son discutidas y examinadas libremente. Incurrirían en una forma de laicismo intolerante quienes negaran a los cristianos la legitimidad de actuar de acuerdo con las propias convicciones acerca del bien común. Desde esta perspectiva, se quiere negar incluso la posibilidad de una ética natural. Pero ello abre el camino a una anarquía moral. La marginación del cristianismo implicaría poner en peligro los fundamentos espirituales y culturales de la civilización (Nota 6, d).




IV.- Necesidad de un renovado proyecto cultural cristiano
En este apartado analiza diversas cuestiones concretas. La dos principales son la necesidad de un proyecto cultural renovado y la mutua relación de libertad y verdad en la vida social y política:


1. El compromiso social de los católicos exige presentar en términos culturales modernos su herencia espiritual, intelectual y moral


Jesucristo se nos presenta -y la fe cristiana le reconoce- como el camino, la verdad y la vida. De esto deduce la Nota que los católicos tienen la exigencia de entregarse con mayor diligencia a la construcción de una cultura que, inspirada en el Evangelio, reproponga en términos modernos el patrimonio de valores y contenidos de la Tradición católica.

Un punto de partida de esa tarea se encuentra en la obra hecha por muchos católicos en los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Esa tarea cultural, por una parte, ayudaría a evitar la diáspora cultural de los católicos y, por otra, complementaría y proporcionaría una base más sólida al compromiso para transformar las estructuras, que en caso contrario sería insuficiente y reductivo (Nota 7, b).


2. Implicación mutua de libertad y verdad
La democracia y la cultura moderna valoran grandemente la libertad. A veces la pretenden separar de la verdad del hombre y de Dios. Pero la experiencia demuestra que el ejercicio de la libertad al margen de la verdad abre el camino al libertinaje e individualismo y se vuelve contra el bien de la persona y de la entera sociedad. ´´Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente.

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