¿Qué pasa con las suegras?


¿Qué pasa con las suegras?
Testimonios de un matrimonio

¡30 años de casados! Díganme, no más, si esto no es un milagro de la Providencia. Ya lo creo. Se dice rápido, pero para los tiempos que corren, ¡y ya lo creo que corren! Como corren también los divorciados, los solteros y los casados.

En nuestro caso muy particular, muy personal, lo que nos ha ayudado ha sido, pues, el amor a Dios y el amor al otro. Nos lo hemos demostrado con persistentes manifestaciones de afecto y de cariño. Sí, “el roce provoca el amor”, es una buena filosofía.

No estoy de acuerdo con la imposición, el “machismo”, y menos aún, la fuerza bruta. El otro día me contaron un chiste, con mucha sapiencia popular; se lo voy a contar, pero para que vea que éste no ha sido mi método:

“Cumplían 50 años de casados una pareja. Y la esposa fue entrevistada por un reportero:
-¡50 años! ¡Qué maravilla, qué aguante, qué amor! ¿Nos podría, por favor, decir su secreto para mantenerse unidos todo esto tiempo? Ha debido de ser muy duro.
-Oh no, fue muy sencillo, señor. Recuerdo el primer día, el de la boda…
-Sí, claro, la boda, es muy importante. Todos hacen referencia a ese día.
-Sí, pero déjeme que le cuente. Esto pasó antes de la boda. Íbamos en la carreta, mi novio y yo. Delante, jalando la carreta, teníamos a 3 caballos, ya algo viejitos. En una curva, un caballo resbaló muy feo. Mi casi-marido gritó: ‘¡una!’ Yo no entendí, pero seguimos adelante. El caballo debió estar lastimado porque volvió a deslizarse. Y él volvió a gritar: ‘¡dos!’ Llegamos a la iglesia y… nos casamos. ¡Qué día tan feliz! Y ya de regreso, en la carreta, el pobre animal, volvió a patinar. Y, ahora sí, mi marido gritó: ‘¡tres!’, paró la carreta, sacó una pistola y remató al animal con tres balazos. Y yo le dije: ‘Pero, querido, ¿cómo es que haces eso? No es para tanto’. Y él me respondió: ‘¡UNA!’…”

Como ve, estos métodos son un poco medio brutos. No es así como nosotros hemos vivido nuestro matrimonio, sino en paz y muy felices, sobre todo, como padres de familia, al ver nacer y crecer a nuestros hijos. Es una felicidad que no se puede explicar.

Hubo, claro que sí, momentos dificilillos. Por ejemplo, la intervención inoportuna de mi suegra. ¡Ay, ay, ay, con las suegras! Ud. ya sabe lo de las suegras. No le cuento los chistes que me sé de ellas porque le mandaría una enciclopedia. Ud. ya me entiende. Hasta San Pedro tenía problemas con la suya. Y fíjese que –puede ser una interpretación muy intrepretada- pero dicen que lo de la fiebre es puro cuento, o por lo menos no era lo principal. Jesucristo hizo un doble milagro aquella tarde: le curó la fiebre, y sobre todo le curó el genio –porque dice el Evangelio que después se puso a sevirles…-. ¡Qué suerte tuvo San Pedro! Pero bueno, a nosotros Dios también nos dio su fuerza, y poco a poco lo superamos aceptando y tolerando a la viejita.

Como le decía antes, pues, ha sido el amor lo que nos ha mantenido unidos. Desde luego que no cambiaríamos nuestro tipo de relación, nuestras atenciones mutuas. Mejoraríamos nuestra comunicación, pues sabemos que no hemos sido perfectos, pero pues no somos angelitos. Intentaríamos evitar los defectos y las debilidades.

Y queremos seguir viviendo nuestra vida muy unidos, el uno al otro, y con nuestros hijos, y con Dios nuestro Señor y bajo el amparo de la Santísima Virgen María. Este es brevemente nuestro testimonio. Ojalá y le sirva para algo.


Reflexión:

Parece ser que lo de “la suegra” es un fenómeno universal. Las suegras están en todas partes. Bueno, menos en el infierno. Están todas en el cielo. ¿Todas? Tal como lo oyes. Pues el diablo no las aguanta, y no acepta ninguna allá abajo…
Dejando a un lado los chistes y bromas, y “respetando” la hermeneútica e interpretación bíblica de nuestro amigo, parece ser que las suegras, del uno al otro confín, dan mucho de qué hablar y, en no pocas ocasiones, de qué discutir.
No pretendo yo ahora hacer ni un “elogio” a favor, ni lanzar una “filípica” en contra. Me pregunto tan sólo: ¿qué pasa con las suegras? Plantearse el problema en estos términos generales es algo peligroso, pues no se puede generalizar de modo absoluto, sin ser injusto en muchos casos particulares. Pero permíteme, aunque sea imperfectamente, decir dos palabras.
Primera: esposos, tened comprensión para con las suegras. Yo creo que en ocasiones su amor les traiciona. Muchas veces con sinceridad, ellas quieren ayudar, aconsejar, ofrecer soluciones. Aunque tengan muchos defectos, su buena voluntad y su experiencia merecen nuestro respeto.
Segunda: suegras, ¡sabed ser humildes! Humildad, que para vosotras, significará en ocasiones saber callar y no hablar, proponer y no imponer, dialogar y no corregir, orar y no criticar. Si eres una suegra –o si estás en potencia de llegar a ser una- no olvides que en el matrimonio de tu hijo, o hija, ellos son los protagonistas de su destino y de su vida familiar. ¡Ojalá encuentren en ti siempre una palabra de aliento, de ánimo y de apoyo!

1 Comentario:

Anónimo dijo...

Lupita¡¡¡¡, muy bueno su programa realmente que me encanta, da muy buenos consejos, Que Dios La Bendiga Siempre.