Carta a quienes sufren depresión, angustia y situaciones de grave necesidad


Carta a quienes sufren depresión, angustia y situaciones de grave necesidad
Depresión y angustia, males complejos dentro del misterio del sufrimiento

En el pasado año de 2006 tuve la ocasión de declarar a la Santísima Virgen, en su advocación de Ntra. Sra. del Pozo, o «Madonna del Pozzo», como Patrona para quienes sufren depresión y estados de angustia y situaciones de grave necesidad, en esta diócesis de Zárate-Campana. Entronizada su imagen en la parroquia de Santa Rosa de Lima, en Villa Rosa (Pilar) y en otras capillas de la diócesis (como Santa Teresita, en Manuel Alberti, y María de Nazaret, en Zárate) (1), allí han acudido miles de fieles a lo largo de este año, con el maravilloso don de la Fe, o bien pidiendo al Señor ese don, junto con las gracias que necesitan, también el don de la salud, viendo como del todo natural que el cristiano enfermo o deprimido vuelva sus ojos a la Santísima Virgen Maria, «Causa de nuestra alegría y Salud de los enfermos»(2). Nada hay de especialísimo en dicha advocación: «Casa de María» son todas las iglesias donde se encuentra Jesús Eucarístico y la presencia espiritual de la Madre. El tema sí es especial; me mueve a dirigirles ésta sobre todo la necesidad pastoral que veo de afrontar con Fe y Esperanza el panorama de angustia y depresión en que viven no pocos hermanos y hermanas nuestros.

Nos mueve la Fe, que es un magnífico don de gracia; es la Fe en Jesucristo, Hijo del Dios Vivo, a quien Su Madre, la Santísima Virgen, nos atrae a todos con singular predilección, especialmente a quienes más lo necesitan, abriéndonos caminos de alegría y paz. Es por ello que la Iglesia siempre ha tenido tan en alto la preocupación por los enfermos y sufrientes, a imitación del propio Jesús, como lo refería el Papa Benedicto XVI en una reciente visita pastoral a una clínica: “Encontrándome entre vosotros, pienso de modo espontáneo en Jesús, que durante su existencia terrena siempre mostró una particular atención a los que sufrían, curándolos y dándoles la posibilidad de volver a la vida de relación familiar y social, que la enfermedad había impedido. Pienso también en la primera comunidad cristiana, donde, (…) muchas curaciones y prodigios acompañaban la predicación de los Apóstoles. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Señor, manifiesta siempre una predilección especial por quienes sufren y (…) ve en el que sufre a Cristo mismo, y no cesa de prestar a los enfermos la ayuda necesaria, la ayuda técnica y el amor humano, consciente de que está llamada a manifestar el amor y la solicitud de Cristo a ellos y a quienes los atienden (…)”(3). Así también nosotros debemos tener una especial solicitud para con los enfermos y los que sufren, y en especial para con los deprimidos y angustiados; más aún, en nuestras parroquias, movimientos y asociaciones de fieles, todo ello debiera ser un aspecto más que destacado de la pastoral.

Sí sabemos que se sufre como persona, con las características físicas, psicológicas y espirituales que cada persona posee. Tiene mucho, muchísimo que ver con el sentido de la vida que cada uno tenga, como afirma Cassell(4). Así, la esencia del sufrimiento consiste en cierta desintegración del ser, incluyendo el pasado, el futuro, el sentido de la vida de alguien, sus intenciones y proyectos, sus ideas de fuerza y sus creencias. El sufrimiento se da, pues, en una cultura, que es propia del ser humano. A este respecto, un valioso Documento del Pontificio Consejo para la Cultura, llamado «Para una pastoral de la cultura», recuerda que esta última “(…) es tan connatural en el ser humano que la naturaleza de éste no posee rostro sino cuando se realiza en su cultura”(5) . Así también se realiza el rostro del sufrimiento, y por ende, de la depresión, la angustia, el sentimiento del estado de grave necesidad.

Ahora bien, la depresión y la angustia son siempre manifestaciones de sufrimiento. Pero la inversa no es igualmente cierta. Nos preguntamos, pues: ¿Qué es el sufrimiento?; ¿por qué el sufrimiento?. Y, todavía mejor, ¿para qué el sufrimiento?. ¿Existe un sentido de él?. Expongo estas preguntas (los cristianos tenemos una Respuesta, con mayúscula), pero, creo, no sería el momento de intentar dilucidar aquí cuestiones tan cruciales para el ser humano, y tampoco de establecer distinciones entre dolor y sufrimiento, y dentro de éstos, de profundizar en las causas psíquicas de la depresión y la angustia. Más que al sufrimiento en general, esta carta desea estar referida sobre todo a estas dos últimas, con una mirada pastoral.

Para introducirnos en tema, algo importante es no confundir el estado de ánimo triste, que constituye un malestar psicológico frecuente (y que conlleva el sentirse triste o deprimido) pero que no configura el padecimiento de una depresión en sí, puesto que ésta indica signos, síntomas, síndromes, un estado emocional permanente, una reacción clínica bien definida. En la depresión como estado pato-lógico se pierde la alegría y satisfacción de vivir, la capacidad de actuar y obrar, y la esperanza de recobrar el bienestar, cayendo en un sombrío ánimo. Precisamente, aquélla se acompaña de manifestaciones evaluables clínicamente en la esfera del estado de ánimo (6) del pensamiento (7), de la actividad psico-motriz (8) y de las manifestaciones somáticas (9) .

Siempre considerando el no ser especialistas, podemos también afirmar, lato sensu, que el fenómeno de la depresión es complejo y multicausal (10). En ese sentido, el Papa Juan Pablo II, quien trató en distintas ocasiones el tema de la depresión desde una perspectiva humana amplia, hacía referencia a “(…) los diferentes aspectos de la depresión en su complejidad: van desde la enfermedad profunda, más o menos duradera, hasta un estado pasajero, ligado a acontecimientos difíciles –conflictos conyugales y familiares, graves problemas laborales, estados de soledad...–, que comportan una fisura o una ruptura en las relaciones sociales, profesionales, familiares. La enfermedad es acompañada con frecuencia por una crisis existencial y espiritual, que lleva a dejar de percibir el sentido de la vida” (11). Se encuentran allí mencionados los diversos aspectos y causas de la depresión, difusos hoy como nunca, tal como se ha expresado más arriba, en la cultura moderna.

Sin entrar en especializaciones, podemos genéricamente constatar, esto sí, es que la depresión es un mal particularmente complejo y presente en nuestra época contemporánea (12), caracterizada –como ninguna otra época- por el avance de los conocimientos científicos y del dominio del hombre sobre el planeta, pero también signada por el abandono, la soledad, la incertidumbre y las mil y una posibilidades de frustración, tantas veces originadas en el sinsentido de la vida, esto es, en que la vida humana aparece para muchos desprovista de sentido, o bien en factores externos, como graves injusticias infligidas, injusta miseria, desengaños, calumnias, estafas, trágica pérdida de seres queridos, pérdida de fe y esperanza por escándalo o pereza o malevolencia de quienes debían ayudar.

En general, queridos hermanos y hermanas, hay a nuestro alrededor todo un mundo del dolor del que nos compadeceríamos mucho más, si miráramos aunque más no fuera un poco, saliendo de nuestro propio mundo –o mundillo- de auto-suficiencia y auto-miramiento, o del fárrago de nuestros propios problemas. ¡Si aunque sea siempre rezáramos un Padrenuestro por los que más sufren!. ¡O los incluyéramos siempre en las intenciones de la Santa Misa!. Puestos en el Corazón de Cristo, ya sería muchísimo, y también mucho es lo que podemos hacer, en Cristo, conforme a las exigencias de la vida cristiana, en la «eucaristía vivida» de nuestra vida diaria.

Actos del drama interior

¿Es un drama la vida?. En el ámbito de la filosofía, no pocos consideran que el grito de Friedrich Nietzche, acerca de «la muerte de Dios» plantea en realidad la trágica cuestión de «la muerte del ser humano». El declive postmoderno desde Michel Foucault a Claude Levi-Straus, desde el «sueño antropológico» del primero, que deviene en «muerte del hombre» hasta la mitológica tetralogía del segundo, con su «crepúsculo de los hombres», caracterizado por la «nada» (13).

No son éstas, pienso, consideraciones exquisitas y desprovistas de sentido. Nosotros, personas religiosas, tenemos mucho que orar y mucho que obrar por el bien; sin creernos más que nadie sino partiendo de las energías de Amor del «homo religiosus», energías que el Espíritu del Señor ha puesto para bien de los que lo aman. Frente al drama del vacío existencial, pongamos Amor, y allí donde haya odio, envidia, paranoia consentida, también. Como en la oración de San Francisco de Asís. Incluso frente al horror del campo de concentración, expresión sin par del vacío existencial al que nos referíamos, y de la ominosa Shoah, el gran neurólogo Viktor Frankl, vienés, hebreo, luego profesor de Harvard, Stanford, Pittsburgh e Dallas, fallecido a los 92 años en 1997, encontró el sentido de la vida y el sentido del Amor. En su obra, «Le dieu inconscient», nos habla del «poder de contestación del espíritu». Y parte del principio que «la exigencia fundamental del hombre –es- (…) la plenitud de sentido»(14).

He aquí un gran remedio a la tristeza y depresión. Aparece aquí el tema de la «voluntad de sentido», que abren vías de salida al ser frustrado, presa del vértigo del vacío existencial, que puede caracterizarse como pérdida de la capacidad para interesarse, ilusionarse y disfrutar de todas o casi todas las cosas y circunstancias de la vida, disminución general de la vitalidad, pérdida de la confianza en sí mismo, con sentimientos de inutilidad, inferioridad o de culpabilización excesiva, perspectiva negra del futuro, ideas de muerte e incluso de suicidio. Este vértigo en el que el ser humano puede caer se manifiesta como rampante tristeza, ideas negras, repliegue sobre sí mismo con obsesión de muerte, y caída en el vacío. Presas del miedo, tantos hermanos y hermanas nuestros ven todo con temor, hastío de vivir, voluntad abandonada. Es la náusea y la desesperación. Es el drama interior, que necesita de un profesional especializado, y también de atención pastoral.
A nivel humano en general, sin embargo, pienso que en el drama de la depresión pueden existir algunos factores de predisposición, pero aquí sí, más que nunca, no se debe generalizar, teniendo en cuenta, sobre todo, la multicausalidad a la que hemos hecho alusión más arriba.

Sin entrar ahora en estas líneas en el plano de la responsabilidad moral, creo que para nada menor puede constituir un factor a considerar como desencadenante de la depresión (más allá de todas las predisposiciones genéticas y otras causales), el excesivo perfeccionismo de la persona (¿es ésta una manifestación obsesiva?), es decir, el ansia desmesurada de obtener resultados «perfectos», que nadie pueda atacar o criticar (lo cual esto último, curiosamente, hace a la persona muy vulnerable a la frustración). El perfeccionismo podría ser confundido con el sentido genérico de la «responsabilidad», pero en realidad denota cierto sentimiento de omnipotencia y, diríamos, de «irrealismo», en el sentido de rehusar admitir las propias limitaciones. No es el caso la mayoría de las veces, pero puede ocurrir que dicho perfeccionismo hiperintencional (utilizando un lenguaje más o menos frankliano) se vea teledirigido a logros de anti-valores, como tantas veces son pregonados por algunos medios masivos de comunicación (15).

Ya más en el orden psíquico y psicológico, otro factor importante puede constituir la psico-estructura del sujeto con caracteres paranoicos o paranoides, factor que adquiere repercusión sobre el tema pues quien adolece de una tendencia paranoica es, en cierta medida, impermeable a la experiencia «fáctica» (16) teniendo, como lo tiene, afectado el sentido del discernimiento de sus propias limitaciones o responsabilidades y culpando a los demás(como normalmente su trastorno de personalidad lo lleva a hacerlo) de sus fracasos y frustraciones, los cuales serían otros tantos complots en su contra. Dicha actitud le hace ver a muchos de los que lo rodean (o a todos) como un conjunto de adversarios y enemigos conjurados. Ello le ocasiona aislamiento y rechazo, y, quizá, depresión. Reitero que no estamos tratando aquí de la falta moral (no hay que confundir esto, sin tampoco escindir).

En el mismo orden, tampoco podríamos dejar de mencionar como factores depresivos a la agobiante «soledad» (no la fecunda, sino esa soledad destructiva, que frustra, algunas veces causada por la desconfianza sistemática) y a la parálisis o atrofia de la actividad (mencionada magistralmente por Frankl como hiperintención paralizante) (17), en la cual la persona deprimida experimenta una exacerbación de su sentido de autocrítica y tiende a teñir de negativo sus posibilidades de actuación.
La actitud pastoral: desde un punto de vista psicológico, y humano, diríamos, una persona que ha caído en depresión necesita compañía y ayuda a fines de superar la soledad y aislamiento, necesita que alguien le abra camino a la luz en su vida, necesita ejercitar alguna actividad satisfactoria que le resulte exitosa, abrirse al Bien y a la Verdad, y para ello es preciso que descubra cuáles son las fisuras y grietas de su personalidad por dónde se han filtrado las aguas negras de la depresión. Para esto puede ayudar grandemente una perspectiva espiritual profunda, que redimensione enteramente los actos del drama, para transformarlos en una nueva actuación de vida.

Una recuperación desde la fuente de la dimensión espiritual
Lo primero es la aceptación de la propia realidad, la cual, en la medida en que Dios la quiso, o permitió por lo menos, llega a ser «historia sagrada» en el sentido en que ni un cabello cae de nuestra cabeza sin que el Padre celestial lo sepa. En la vida no estamos dejados «A la deriva», como dramática y genialmente lo narra el cuento de Horacio Quiroga… (lo recuerdo de la escuela primaria…) Porque para quienes tienen Fe, “(…) todo coopera al bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28).

Es claro que si la persona que sufre depresión es creyente, más aún, un cristiano, un católico con claro conocimiento de su fe y de la doctrina sobre Dios Providente y Misericordioso, que puede “(…) hacer de las mismas piedras hijos de Abrahám” (Mt 3, 9), hay elementos muy sólidos para superar el mundo de oscuridad y frustración y de parálisis psíquica.

Por ello, en la atención pastoral de quien padece angustia y depresión ocupa un lugar de primer plano todo lo que pueda robustecer la Fe, comprendiendo por ésta las certezas acerca de la bondad y sabiduría de Dios (en quien «vivimos, nos movemos y existimos» como reza Hch 17, 28), acerca de su presencia y su amoroso poder, acerca del destino de felicidad que Dios quiere para todos los seres humanos, al punto que nos dio a su propio Hijo (cf. Jn 3, 16). También acerca del recibimiento tierno que Dios prodiga a sus hijos descarriados (cf. Lc 15, 11-24), aun sabiendo perfectamente acerca de nuestras limitaciones, flaquezas, astucias y «agachadas» (cf. Salmo 103, 14).

La depresión y la angustia, en lo espiritual, constituyen una dura prueba. El papel de los que cuidan de la persona deprimida, y no tienen una tarea terapéutica específica (por ejemplo quienes atienden a nivel pastoral a quienes más sufren), consiste sobre todo en ayudarle a recuperar el interés por el futuro y el deseo de vivir (18). Por eso, es importante tender la mano a todos los enfermos, ayudarles a percibir el Amor y la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida donde puedan sentirse acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados. Para ellos, como para cualquier otro, contemplar a Cristo y dejarse "mirar" por él es una experiencia que los abre a la esperanza y los impulsa a abrirse a la vida en abundancia (cf. Dt 30, 19).

Algo muy importante en la búsqueda de sentido, para un creyente, es asumir el sufrimiento (y por ende la depresión y la angustia), sin quedantismo ni –ciertamente- como forma de trágico masoquismo sino como forma de «participación en la pasión y en la cruz de Cristo» y como una realidad dolorosa que nos habilita, en el decir de San Pablo, para “(…) completar lo que falta a la pasión de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).

Esto es causa de esperanza y de apertura de una gran ventana de luz, que da a la comprensión del destino de bienaventuranza de la persona humana, al punto que se haga prácticamente manifiesto cómo el camino hacia la vida eterna puede tener que atravesar por una prueba, casi como, en cierto sentido, un propio aniquilamiento y sentimiento de abandono, a imitación de Cristo (19). La oración (¡qué maravilloso es abrirnos a orar!), la participación fructuosa en los sacramentos de la Iglesia serán entonces de inmensa ayuda, en especial la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de los enfermos.

Una recuperación espiritual será de invalorable ayuda para quien sufre angustia, depresión y estados de urgente necesidad, porque lo ayudará a recobrar el sentido de la justa lucha, de la esperanza y de la salida a la oscuridad de la desesperación. Entonces la gracia y la paz se podrán derramarse como una fuente de bendición, porque siempre podemos salir para ayudar a otros que sufren, y esto trae bendición, porque lo dijo Jesús: “Cuanto ustedes hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicieron” (Mt. 25,40-45).

Así es para con los enfermos, los más pobres, los que sufren, los abandonados, angustiados y deprimidos.

Conclusión

La alegría pascual refulge siempre magnífica en la Iglesia y para la humanidad, pues el gozo es el don de Dios del cual, aquélla, la Iglesia, es portadora, en tanto portadora del Evangelio. «La alegría –escribía el converso Paul Claudel, convertido por intercesión de la Virgen durante el cántico del Magníficat en la catedral de Notre Dame– es la primera y la última palabra del Evangelio»(20).

Tanto el anticuerpo como el antídoto para la enfermedad de la oscuridad del corazón es la Fe en Aquél que nos dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Entonces nuestra vida se transforma en una Eucaristía vivida, aun con sufrimiento y dolor (de los cuales, cuanto más aborrecimiento tengamos, más expuestos al sufrimiento estaremos). La alegría cristiana, en cambio, proviene de la esperanza que no defrauda, ese «ya pero todavía no» que es anticipación de la Gloria del Cielo. El Nuevo Testamento está todo penetrado de la Vida que Jesús nos transmite y comunica, y Vida en abundancia (cf Mt 25,21-23; Lc 1,14; 2,10). Nos la comunica a todos sus discípulos; por ello el Evangelio de Juan afirma que la alegría de Jesús vive en el discípulo (Cf Jn 17,13; 1 Jn 1,4; 2 Jn 12), podemos decir, es una «alegría discipular», la cual no cesa incluso coexistiendo con el sufrimiento (Cf Jn 16,20-24; 14,28). El gran Obispo y Doctor de la Iglesia, San Agustín, tiene unas estupendas meditaciones sobre la alegría del discìpulo(21), que tantas veces los cristianos tendríamos que poner más en práctica, también los pastores del Pueblo de Dios; y me incluyo el primero.

Porque esa realidad de Fe y de Esperanza en nuestra vida hace irradiar de luz a todo nuestro ser, y se transforma en fuente de bendición y alegría para los demás, alentando el espíritu y el rostro feliz de cuantos entren en contacto con nosotros, como dice el Libro de los Proverbios sobre el «corazón» (en sentido bíblico: «Lev»): “Corazón contento, cara feliz, corazón abatido, desalienta el espíritu” (Prov. 15, 13).

Pedimos al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, en su advocación de «Nuestra Señora del Pozo», que saque a nuestros hermanos caídos en el pozo de oscuridad y angustia y nos haga ver su Luz –también a través de las causas segundas de la ciencia-, un Camino de Luz, para pasar «haciendo el bien».
En la Fiesta de Nuestra Señora de la Merced, la Libertadora de los cautivos, 24 de septiembre de 2007 Leer más...

Depresión y angustia, males complejos dentro del misterio de sufrimiento


Depresión y angustia, males complejos dentro del misterio de sufrimiento
Carta de monseñor Oscar Domingo Sarlinga, obispo de Zárate-Campana, en la celebración de la festividad de la Santísima Virgen María en su advocación de «Nuestra Señora del Pozo»

Septiembre de 2007

I. Depresión y angustia, males complejos dentro del misterio de sufrimiento

II. Actos del drama interior

III. Una recuperación desde la fuente de la dimensión espiritual

IV. Conclusión


I. Depresión y angustia, males complejos dentro del misterio de sufrimiento


En el pasado año de 2006 tuve la ocasión de declarar a la Santísima Virgen, en su advocación de Ntra. Sra. del Pozo, o «Madonna del Pozzo», como Patrona para quienes sufren depresión y estados de angustia y situaciones de grave necesidad, en esta diócesis de Zárate-Campana. Entronizada su imagen en la parroquia de Santa Rosa de Lima, en Villa Rosa (Pilar) y en otras capillas de la diócesis (como Santa Teresita, en Manuel Alberti, y María de Nazaret, en Zárate) (1), allí han acudido miles de fieles a lo largo de este año, con el maravilloso don de la Fe, o bien pidiendo al Señor ese don, junto con las gracias que necesitan, también el don de la salud, viendo como del todo natural que el cristiano enfermo o deprimido vuelva sus ojos a la Santísima Virgen Maria, «Causa de nuestra alegría y Salud de los enfermos»(2). Nada hay de especialísimo en dicha advocación: «Casa de María» son todas las iglesias donde se encuentra Jesús Eucarístico y la presencia espiritual de la Madre. El tema sí es especial; me mueve a dirigirles ésta sobre todo la necesidad pastoral que veo de afrontar con Fe y Esperanza el panorama de angustia y depresión en que viven no pocos hermanos y hermanas nuestros.

Nos mueve la Fe, que es un magnífico don de gracia; es la Fe en Jesucristo, Hijo del Dios Vivo, a quien Su Madre, la Santísima Virgen, nos atrae a todos con singular predilección, especialmente a quienes más lo necesitan, abriéndonos caminos de alegría y paz. Es por ello que la Iglesia siempre ha tenido tan en alto la preocupación por los enfermos y sufrientes, a imitación del propio Jesús, como lo refería el Papa Benedicto XVI en una reciente visita pastoral a una clínica: “Encontrándome entre vosotros, pienso de modo espontáneo en Jesús, que durante su existencia terrena siempre mostró una particular atención a los que sufrían, curándolos y dándoles la posibilidad de volver a la vida de relación familiar y social, que la enfermedad había impedido. Pienso también en la primera comunidad cristiana, donde, (…) muchas curaciones y prodigios acompañaban la predicación de los Apóstoles. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Señor, manifiesta siempre una predilección especial por quienes sufren y (…) ve en el que sufre a Cristo mismo, y no cesa de prestar a los enfermos la ayuda necesaria, la ayuda técnica y el amor humano, consciente de que está llamada a manifestar el amor y la solicitud de Cristo a ellos y a quienes los atienden (…)”(3). Así también nosotros debemos tener una especial solicitud para con los enfermos y los que sufren, y en especial para con los deprimidos y angustiados; más aún, en nuestras parroquias, movimientos y asociaciones de fieles, todo ello debiera ser un aspecto más que destacado de la pastoral.

Sí sabemos que se sufre como persona, con las características físicas, psicológicas y espirituales que cada persona posee. Tiene mucho, muchísimo que ver con el sentido de la vida que cada uno tenga, como afirma Cassell(4). Así, la esencia del sufrimiento consiste en cierta desintegración del ser, incluyendo el pasado, el futuro, el sentido de la vida de alguien, sus intenciones y proyectos, sus ideas de fuerza y sus creencias. El sufrimiento se da, pues, en una cultura, que es propia del ser humano. A este respecto, un valioso Documento del Pontificio Consejo para la Cultura, llamado «Para una pastoral de la cultura», recuerda que esta última “(…) es tan connatural en el ser humano que la naturaleza de éste no posee rostro sino cuando se realiza en su cultura”(5) . Así también se realiza el rostro del sufrimiento, y por ende, de la depresión, la angustia, el sentimiento del estado de grave necesidad.

Ahora bien, la depresión y la angustia son siempre manifestaciones de sufrimiento. Pero la inversa no es igualmente cierta. Nos preguntamos, pues: ¿Qué es el sufrimiento?; ¿por qué el sufrimiento?. Y, todavía mejor, ¿para qué el sufrimiento?. ¿Existe un sentido de él?. Expongo estas preguntas (los cristianos tenemos una Respuesta, con mayúscula), pero, creo, no sería el momento de intentar dilucidar aquí cuestiones tan cruciales para el ser humano, y tampoco de establecer distinciones entre dolor y sufrimiento, y dentro de éstos, de profundizar en las causas psíquicas de la depresión y la angustia. Más que al sufrimiento en general, esta carta desea estar referida sobre todo a estas dos últimas, con una mirada pastoral.

Para introducirnos en tema, algo importante es no confundir el estado de ánimo triste, que constituye un malestar psicológico frecuente (y que conlleva el sentirse triste o deprimido) pero que no configura el padecimiento de una depresión en sí, puesto que ésta indica signos, síntomas, síndromes, un estado emocional permanente, una reacción clínica bien definida. En la depresión como estado pato-lógico se pierde la alegría y satisfacción de vivir, la capacidad de actuar y obrar, y la esperanza de recobrar el bienestar, cayendo en un sombrío ánimo. Precisamente, aquélla se acompaña de manifestaciones evaluables clínicamente en la esfera del estado de ánimo (6) del pensamiento (7), de la actividad psico-motriz (8) y de las manifestaciones somáticas (9) .

Siempre considerando el no ser especialistas, podemos también afirmar, lato sensu, que el fenómeno de la depresión es complejo y multicausal (10). En ese sentido, el Papa Juan Pablo II, quien trató en distintas ocasiones el tema de la depresión desde una perspectiva humana amplia, hacía referencia a “(…) los diferentes aspectos de la depresión en su complejidad: van desde la enfermedad profunda, más o menos duradera, hasta un estado pasajero, ligado a acontecimientos difíciles –conflictos conyugales y familiares, graves problemas laborales, estados de soledad...–, que comportan una fisura o una ruptura en las relaciones sociales, profesionales, familiares. La enfermedad es acompañada con frecuencia por una crisis existencial y espiritual, que lleva a dejar de percibir el sentido de la vida” (11). Se encuentran allí mencionados los diversos aspectos y causas de la depresión, difusos hoy como nunca, tal como se ha expresado más arriba, en la cultura moderna.

Sin entrar en especializaciones, podemos genéricamente constatar, esto sí, es que la depresión es un mal particularmente complejo y presente en nuestra época contemporánea (12), caracterizada –como ninguna otra época- por el avance de los conocimientos científicos y del dominio del hombre sobre el planeta, pero también signada por el abandono, la soledad, la incertidumbre y las mil y una posibilidades de frustración, tantas veces originadas en el sinsentido de la vida, esto es, en que la vida humana aparece para muchos desprovista de sentido, o bien en factores externos, como graves injusticias infligidas, injusta miseria, desengaños, calumnias, estafas, trágica pérdida de seres queridos, pérdida de fe y esperanza por escándalo o pereza o malevolencia de quienes debían ayudar.

En general, queridos hermanos y hermanas, hay a nuestro alrededor todo un mundo del dolor del que nos compadeceríamos mucho más, si miráramos aunque más no fuera un poco, saliendo de nuestro propio mundo –o mundillo- de auto-suficiencia y auto-miramiento, o del fárrago de nuestros propios problemas. ¡Si aunque sea siempre rezáramos un Padrenuestro por los que más sufren!. ¡O los incluyéramos siempre en las intenciones de la Santa Misa!. Puestos en el Corazón de Cristo, ya sería muchísimo, y también mucho es lo que podemos hacer, en Cristo, conforme a las exigencias de la vida cristiana, en la «eucaristía vivida» de nuestra vida diaria.
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II. Actos del drama interior

¿Es un drama la vida?

En el ámbito de la filosofía, no pocos consideran que el grito de Friedrich Nietzche, acerca de «la muerte de Dios» plantea en realidad la trágica cuestión de «la muerte del ser humano». El declive postmoderno desde Michel Foucault a Claude Levi-Straus, desde el «sueño antropológico» del primero, que deviene en «muerte del hombre» hasta la mitológica tetralogía del segundo, con su «crepúsculo de los hombres», caracterizado por la «nada» (13).

No son éstas, pienso, consideraciones exquisitas y desprovistas de sentido. Nosotros, personas religiosas, tenemos mucho que orar y mucho que obrar por el bien; sin creernos más que nadie sino partiendo de las energías de Amor del «homo religiosus», energías que el Espíritu del Señor ha puesto para bien de los que lo aman. Frente al drama del vacío existencial, pongamos Amor, y allí donde haya odio, envidia, paranoia consentida, también. Como en la oración de San Francisco de Asís. Incluso frente al horror del campo de concentración, expresión sin par del vacío existencial al que nos referíamos, y de la ominosa Shoah, el gran neurólogo Viktor Frankl, vienés, hebreo, luego profesor de Harvard, Stanford, Pittsburgh e Dallas, fallecido a los 92 años en 1997, encontró el sentido de la vida y el sentido del Amor. En su obra, «Le dieu inconscient», nos habla del «poder de contestación del espíritu». Y parte del principio que «la exigencia fundamental del hombre –es- (…) la plenitud de sentido»(14).

He aquí un gran remedio a la tristeza y depresión. Aparece aquí el tema de la «voluntad de sentido», que abren vías de salida al ser frustrado, presa del vértigo del vacío existencial, que puede caracterizarse como pérdida de la capacidad para interesarse, ilusionarse y disfrutar de todas o casi todas las cosas y circunstancias de la vida, disminución general de la vitalidad, pérdida de la confianza en sí mismo, con sentimientos de inutilidad, inferioridad o de culpabilización excesiva, perspectiva negra del futuro, ideas de muerte e incluso de suicidio. Este vértigo en el que el ser humano puede caer se manifiesta como rampante tristeza, ideas negras, repliegue sobre sí mismo con obsesión de muerte, y caída en el vacío. Presas del miedo, tantos hermanos y hermanas nuestros ven todo con temor, hastío de vivir, voluntad abandonada. Es la náusea y la desesperación. Es el drama interior, que necesita de un profesional especializado, y también de atención pastoral.

A nivel humano en general, sin embargo, pienso que en el drama de la depresión pueden existir algunos factores de predisposición, pero aquí sí, más que nunca, no se debe generalizar, teniendo en cuenta, sobre todo, la multicausalidad a la que hemos hecho alusión más arriba.

Sin entrar ahora en estas líneas en el plano de la responsabilidad moral, creo que para nada menor puede constituir un factor a considerar como desencadenante de la depresión (más allá de todas las predisposiciones genéticas y otras causales), el excesivo perfeccionismo de la persona (¿es ésta una manifestación obsesiva?), es decir, el ansia desmesurada de obtener resultados «perfectos», que nadie pueda atacar o criticar (lo cual esto último, curiosamente, hace a la persona muy vulnerable a la frustración). El perfeccionismo podría ser confundido con el sentido genérico de la «responsabilidad», pero en realidad denota cierto sentimiento de omnipotencia y, diríamos, de «irrealismo», en el sentido de rehusar admitir las propias limitaciones. No es el caso la mayoría de las veces, pero puede ocurrir que dicho perfeccionismo hiperintencional (utilizando un lenguaje más o menos frankliano) se vea teledirigido a logros de anti-valores, como tantas veces son pregonados por algunos medios masivos de comunicación (15).

Ya más en el orden psíquico y psicológico, otro factor importante puede constituir la psico-estructura del sujeto con caracteres paranoicos o paranoides, factor que adquiere repercusión sobre el tema pues quien adolece de una tendencia paranoica es, en cierta medida, impermeable a la experiencia «fáctica» (16) teniendo, como lo tiene, afectado el sentido del discernimiento de sus propias limitaciones o responsabilidades y culpando a los demás(como normalmente su trastorno de personalidad lo lleva a hacerlo) de sus fracasos y frustraciones, los cuales serían otros tantos complots en su contra. Dicha actitud le hace ver a muchos de los que lo rodean (o a todos) como un conjunto de adversarios y enemigos conjurados. Ello le ocasiona aislamiento y rechazo, y, quizá, depresión. Reitero que no estamos tratando aquí de la falta moral (no hay que confundir esto, sin tampoco escindir).

En el mismo orden, tampoco podríamos dejar de mencionar como factores depresivos a la agobiante «soledad» (no la fecunda, sino esa soledad destructiva, que frustra, algunas veces causada por la desconfianza sistemática) y a la parálisis o atrofia de la actividad (mencionada magistralmente por Frankl como hiperintención paralizante) (17), en la cual la persona deprimida experimenta una exacerbación de su sentido de autocrítica y tiende a teñir de negativo sus posibilidades de actuación.

La actitud pastoral: desde un punto de vista psicológico, y humano, diríamos, una persona que ha caído en depresión necesita compañía y ayuda a fines de superar la soledad y aislamiento, necesita que alguien le abra camino a la luz en su vida, necesita ejercitar alguna actividad satisfactoria que le resulte exitosa, abrirse al Bien y a la Verdad, y para ello es preciso que descubra cuáles son las fisuras y grietas de su personalidad por dónde se han filtrado las aguas negras de la depresión. Para esto puede ayudar grandemente una perspectiva espiritual profunda, que redimensione enteramente los actos del drama, para transformarlos en una nueva actuación de vida.

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III. Una recuperación desde la fuente de la dimensión espiritual


Lo primero es la aceptación de la propia realidad, la cual, en la medida en que Dios la quiso, o permitió por lo menos, llega a ser «historia sagrada» en el sentido en que ni un cabello cae de nuestra cabeza sin que el Padre celestial lo sepa. En la vida no estamos dejados «A la deriva», como dramática y genialmente lo narra el cuento de Horacio Quiroga… (lo recuerdo de la escuela primaria…) Porque para quienes tienen Fe, “(…) todo coopera al bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28); también la autoestima coopera, y en grande, porque no puede amar a los otros quien no se ama (no «más allá del Sol y de las estrellas», en el decir de Dante Alighieri, sino en la justa medida), por debajo de Dios y amando al prójimo como a sí mismo.

Es claro que si la persona que sufre depresión es creyente, más aún, un cristiano, un católico con claro conocimiento de su fe y de la doctrina sobre Dios Providente y Misericordioso, que puede “(…) hacer de las mismas piedras hijos de Abrahám” (Mt 3, 9), hay elementos muy sólidos para superar el mundo de oscuridad y frustración y de parálisis psíquica.

Por ello, en la atención pastoral de quien padece angustia y depresión ocupa un lugar de primer plano todo lo que pueda robustecer la Fe, comprendiendo por ésta las certezas acerca de la bondad y sabiduría de Dios (en quien «vivimos, nos movemos y existimos» como reza Hch 17, 28), acerca de su presencia y su amoroso poder, acerca del destino de felicidad que Dios quiere para todos los seres humanos, al punto que nos dio a su propio Hijo (cf. Jn 3, 16). También acerca del recibimiento tierno que Dios prodiga a sus hijos descarriados (cf. Lc 15, 11-24), aun sabiendo perfectamente acerca de nuestras limitaciones, flaquezas, astucias y «agachadas» (cf. Salmo 103, 14).

La depresión y la angustia, en lo espiritual, constituyen una dura prueba. El papel de los que cuidan de la persona deprimida, y no tienen una tarea terapéutica específica (por ejemplo quienes atienden a nivel pastoral a quienes más sufren), consiste sobre todo en ayudarle a recuperar la estima de sí misma, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro y el deseo de vivir (18). Por eso, es importante tender la mano a todos los enfermos, ayudarles a percibir el Amor y la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida donde puedan sentirse acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados. Para ellos, como para cualquier otro, contemplar a Cristo y dejarse "mirar" por él es una experiencia que los abre a la esperanza y los impulsa a abrirse a la vida en abundancia (cf. Dt 30, 19).

Algo muy importante en la búsqueda de sentido, para un creyente, es asumir el sufrimiento (y por ende la depresión y la angustia), sin quedantismo ni –ciertamente- como forma de trágico masoquismo sino como forma de «participación en la pasión y en la cruz de Cristo» y como una realidad dolorosa que nos habilita, en el decir de San Pablo, para “(…) completar lo que falta a la pasión de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).

Esto es causa de esperanza y de apertura de una gran ventana de luz, que da a la comprensión del destino de bienaventuranza de la persona humana, al punto que se haga prácticamente manifiesto cómo el camino hacia la vida eterna puede tener que atravesar por una prueba, casi como, en cierto sentido, un propio aniquilamiento y sentimiento de abandono, a imitación de Cristo (19). La oración (¡qué maravilloso es abrirnos a orar!), la participación fructuosa en los sacramentos de la Iglesia serán entonces de inmensa ayuda, en especial la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de los enfermos.

Una recuperación espiritual será de invalorable ayuda para quien sufre angustia, depresión y estados de urgente necesidad, porque lo ayudará a amarse más, a valorarse más, y a recobrar el sentido de la justa lucha, de la esperanza y de la salida a la oscuridad de la desesperación. Entonces la gracia y la paz se podrán derramarse como una fuente de bendición, porque siempre podemos salir para ayudar a otros que sufren, y esto trae bendición, porque lo dijo Jesús: “Cuanto ustedes hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicieron” (Mt. 25,40-45).

Así es para con los enfermos, los más pobres, los que sufren, los abandonados, angustiados y deprimidos.

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IV. Conclusión

La alegría pascual refulge siempre magnífica en la Iglesia y para la humanidad, pues el gozo es el don de Dios del cual, aquélla, la Iglesia, es portadora, en tanto portadora del Evangelio. «La alegría –escribía el converso Paul Claudel, convertido por intercesión de la Virgen durante el cántico del Magníficat en la catedral de Notre Dame– es la primera y la última palabra del Evangelio»(20).

Tanto el anticuerpo como el antídoto para la enfermedad de la oscuridad del corazón es la Fe en Aquél que nos dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Entonces nuestra vida se transforma en una Eucaristía vivida, aun con sufrimiento y dolor (de los cuales, cuanto más aborrecimiento tengamos, más expuestos al sufrimiento estaremos). La alegría cristiana, en cambio, proviene de la esperanza que no defrauda, ese «ya pero todavía no» que es anticipación de la Gloria del Cielo. El Nuevo Testamento está todo penetrado de la Vida que Jesús nos transmite y comunica, y Vida en abundancia (cf Mt 25,21-23; Lc 1,14; 2,10). Nos la comunica a todos sus discípulos; por ello el Evangelio de Juan afirma que la alegría de Jesús vive en el discípulo (Cf Jn 17,13; 1 Jn 1,4; 2 Jn 12), podemos decir, es una «alegría discipular», la cual no cesa incluso coexistiendo con el sufrimiento (Cf Jn 16,20-24; 14,28). El gran Obispo y Doctor de la Iglesia, San Agustín, tiene unas estupendas meditaciones sobre la alegría del discìpulo(21), que tantas veces los cristianos tendríamos que poner más en práctica, también los pastores del Pueblo de Dios; y me incluyo el primero.

Porque esa realidad de Fe y de Esperanza en nuestra vida hace irradiar de luz a todo nuestro ser, y se transforma en fuente de bendición y alegría para los demás, alentando el espíritu y el rostro feliz de cuantos entren en contacto con nosotros, como dice el Libro de los Proverbios sobre el «corazón» (en sentido bíblico: «Lev»): “Corazón contento, cara feliz, corazón abatido, desalienta el espíritu” (Prov. 15, 13).

Pedimos al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, en su advocación de «Nuestra Señora del Pozo», que saque a nuestros hermanos caídos en el pozo de oscuridad y angustia y nos haga ver su Luz –también a través de las causas segundas de la ciencia-, un Camino de Luz, para pasar «haciendo el bien».

En la Fiesta de Nuestra Señora de la Merced, la Libertadora de los cautivos, 24 de septiembre de 2007 Leer más...

¿Por qué le llaman depresión si es desesperanza?


¿Por qué le llaman depresión si es desesperanza?
Depresión, la nueva epidemia

En 20 años la depresión será la enfermedad más habitual entre la población, según la Organización Mundial de la Salud
El número de personas afectadas por depresión aumenta y para el año 2030 se espera que este trastorno requiera una importante inversión por parte de la Administración sanitaria para su tratamiento. Por el contrario, y lejos de afrontar el problema, hoy la mayoría de países en desarrollo gastan menos del 2% de sus presupuestos nacionales en servicios de salud mental. Y son estos países los que albergan a la mayoría de personas afectadas de forma directa por algún trastorno o discapacidad mental, en total, más de 450 millones de personas en todo el mundo.



14 de septiembre de 2009

En 2030 se espera que este trastorno se convierta en la enfermedad más común en los seres humanos, superando al cáncer y las patologías cardiovasculares, según los expertos reunidos en la primera Cumbre Global en Salud Mental celebrada en Atenas. El evento ha sido el lugar escogido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para alertar de una nueva amenaza en los futuros años: la depresión. Con estas expectativas de aumento, se precisa con urgencia un cambio de actitud de la sociedad hacia las enfermedades mentales. Por eso, la organización advierte de que la depresión será el mayor problema de salud para la humanidad, tanto en el ámbito social como económico.

Crecimiento silencioso
Los adolescentes que sufren depresión leve sufren un alto riesgo de desarrollar trastornos mentales severos en la edad adulta
Aunque la depresión es una enfermedad común generalizada en todos los países, en realidad se habla poco de ella, incluso por parte de los propios afectados. Sin embargo, es una enfermedad tan real como cualquier otro trastorno fisiológico. Y quien la sufre tiene el derecho de obtener asesoría y tratamientos correctos en el mismo entorno de salud que se ofrece a los que padecen otras patologías.

Además, estas cifras crecientes de afectados será una cuestión importante para los países en desarrollo y para las personas pobres, que cuentan con menos recursos. Las cifras de la OMS muestran que los países con altos ingresos destinan 200 veces más medios a tratar este tipo de trastornos respecto a los que tienen ingresos bajos.

Las enfermedades mentales como la depresión se caracterizan por suponen un enorme impacto en la productividad de un país. Expertos del King´s College en Londres (Reino Unido) han calculado en términos financieros cuál es la carga de una persona con depresión con muy pocas posibilidades de trabajar o mantener un empleo. A esta falta de productividad debe sumarse, además, los costos de los beneficios de incapacidad o desempleo. Según el trabajo, estos gastos combinados suman cerca de 1% del PIB, una suma significativa.

Atención temprana
Cerca de la mitad de los trastornos psiquiátricos comienzan antes de que el afectado cumpla 14 años. Los expertos de la OMS subrayan la importancia de disponer de servicios de salud mental durante la infancia para prevenir una situación más grave en el futuro. Un estudio reciente, publicado en "British Journal of Psychiatry", asegura que los adolescentes que sufren depresión leve (decaimiento, pérdida de interés, alteraciones de sueño y mala concentración durante al menos dos semanas) registran un alto riesgo de desarrollar trastornos mentales severos en la edad adulta.

Los científicos elaboraron un registro de 750 personas que habían estudiado en dos ocasiones, primero entre 14 y 16 años y, después, entre 20 y 30 años. Descubrieron que la ansiedad, la depresión severa y los trastornos alimenticios eran mucho más comunes entre los adultos que habían padecido una depresión leve durante la adolescencia.

Los expertos opinan que los servicios de especialistas en la infancia son vitales, así como la importancia de ofrecer a los adolescentes el apoyo necesario cuando surge por primera vez el problema. Esta atención debería permitir que los jóvenes obtengan ayuda temprana antes de que la situación llegue a un punto crítico. También remarcan que este acceso todavía sigue siendo una traba en muchos países.( Nuria Llavina Rubio)





Ahora bien, ¿por qué le llaman depresión cuando están hablando de desesperanza?

Para vivir hay que darle un sentido a la vida, según el principio de Viktor E. Frankl: Quien tiene una razón para vivir, acabará por encontrar el cómo.

El hombre sólo necesita tres cosas para ser feliz: fe, esperanza y amor. Si se le niega el peso a las tres, especialmente a la esperanza, entonces simplemente la depresión no tiene solución. Leer más...

¿Malas Notas?


¿Malas Notas?
Claves para mejorar el rendimiento escolar en el próximo curso

A mi hijo le han quedado dos para septiembre. En 1° de la secundaria aprobó por los pelos, y ahora en 2°, ha suspendido dos asignaturas. ¿Podrá remontar y empezar a sacar mejores notas en 3°, le podemos ayudar? Sí, por su puesto. Hay que comenzar desde el principio, motivarle, observar sus dificultades, reflexionar sobre el ambiente familiar y sobre todo, hacerle responsable y consecuente de sus actos.

Quizás tu hijo esté ahora estudiando para recuperar en septiembre esas asignaturas suspensas. El que le repitas continuamente "ponte a estudiar", es poco. Tenéis que pensar sobre otras circunstancias que le pueden afectar. Una vez que apruebe estas asignaturas, enfrentaros al próximo curso como un tiempo de recomenzar, máxime si no ha conseguido superar el curso y tiene que repetir. No importa, no es un fracasado, tiene posibilidades de remontar y conseguir ser un buen estudiante y lograr éxito académico.

Todos deseamos que nuestros hijos lleguen a ser personas maduras, capaces de tomar decisiones y afrontar sus consecuencias, en definitiva adultos responsables y felices. Qué duda cabe que la formación escolar de nuestros hijos es un ingrediente nada despreciable para tan ambicioso proyecto.

Educar en forma integral

El papel de la familia es determinante en el desarrollo de la personalidad de cada hijo, también en el éxito académico. Si nos preocupa mucho su rendimiento escolar, lo primero que tenemos que tener claro es que no es lo más importante, aunque parezca un contrasentido. Igual que cuando ejercitamos sólo una parte de nuestro cuerpo se atrofian las demás, no podemos cargar las tintas sólo en una faceta de la vida de nuestro hijo, en este caso, los estudios.

Tenemos que pararnos a pensar cómo le estamos educando en otras facetas de su personalidad, no solamente en los estudios. Así, para educar de forma integral también nos preocupamos y ocupamos de otros aspectos, porque en materia de formación y educación, todo está relacionado, algunas cosas influyen en otras.

¿Cuáles son esos aspectos?

*) Educación en valores. Responsabilidad en encargos de la casa y fuera de ella. Si tienen hábitos de colaborar en casa ganarán en habilidades sociales, serán más trabajadores, solidarios, eficaces, y como consecuencia, tendrán una mayor autoestima al verse resolutivos, algo que les ayudará en sus estudios.

*) Aprecio y buena relación entre padres e hijos. Más que criticarles o castigarles por los objetivos no cumplidos sobre los estudios y otras facetas, hay que fomentar y motivar por los objetivos alcanzados.

*) Actividades sociales. Tiempo libre. Administrar su tiempo es vital. Es normal que nuestros hijos sólo busquen divertirse, están en la edad. De ahí lo importante que es enseñarles a pasarlo bien, el saber disfrutar de nuestro tiempo libre es una virtud.

*) Los amigos. Los amigos ahora son lo primero, antes que la familia y los estudios, se pasan el día con ellos y siguen en casa por teléfono, móvil, chats, internet... Su vida social se centra casi en exclusiva en la escuela. Es muy común ver que chicos estupendos bajan en sus calificaciones por frecuentar "amistades peligrosas". Los padres no podemos elegir los amigos de nuestros hijos, pero sí el ambiente donde se forjan las amistades: el tipo de colegio y la formación que se imparte, el equipo deportivo, el club... Según sean sus amigos así van a ser nuestros hijos y sus estudios.

*) Estudio. Hábitos y técnicas de estudio. «Pero ¡si le ha quedado hasta el recreo!». Cuando los padres me vienen preocupados por los malos resultados de sus hijos, les suelo preguntar, entre otras cosas, qué encargos tienen dentro de casa, si salen con amigos, cómo son esos amigos, qué programas de televisión ven y cuanto tiempo, si pasan mucho tiempo frente al ordenador... Normalmente me miran con desconfianza pensando "esta buena mujer no se ha enterado que a mi hija le ha quedado hasta el recreo", ya que esperan algunas "técnicas de estudio" que le ayuden a memorizar.

Si educamos a nuestros hijos dentro de unos valores, estamos poniendo los cimientos para construir una personalidad equilibrada, generosa, con espíritu de superación, que valora el trabajo como medio de crecimiento personal y mejora de la sociedad. Y como consecuencia, les estaremos proporcionando las herramientas para estudiar y aprender mejor, que se verá reflejado en sacar buenas notas.

¿Quieres pasar de suspensos a notables o sobresalientes?

Quizás seas uno de los lectores que piensas: ´Ya me lo sé´; o quizás no. En cualquier caso, recorta este cuadro y ponlo en el corcho de la mesa de tu hijo, para que lo recordéis ambos una vez que comience el curso escolar.

- Dedicar un tiempo al estudio todos los días. Hora y media diaria en la primaria y secundaria y tres horas en Bachillerato, aunque no se tengan deberes. Siempre se puede repasar la lección.

- Poner hora fija. Toda la familia trabajando en las horas de estudio. Esto es crear ambiente de estudio en casa. Los padres podemos aprovechar para hacer cosas de casa o trabajo, los hermanos pequeños "sus deberes" (colorear, recortar...). Si los hermanitos o los papás están viendo la tele, la radio está a toda pastilla, los pequeños jugando... Entonces parece que "la tarea" es una condena.

- Tener una habitación fija para trabajar. Sin teléfono, sin TV, sin ordenador, sin radio, bien sentados con mesa apropiada, no se estudia en la cama, ni recostados en el sillón bajo, las faldas de camilla calentitos...ya que entonces entran ganas de todo menos de estudiar.

- Orden en las tareas. El orden exterior, tener la mesa de estudio limpia y despejada, ayuda al orden interior, a la hora de memorizar, comprender. En el estudio-trabajo conviene empezar por la materia de mediana dificultad, se pasa a mayor dificultad y por último la de menor esfuerzo.

- Conocer cada día lo que le toca estudiar a tus hijos y los exámenes. En la primaria y secundaria, debemos estar muy al corriente de sus exámenes, sus trabajos.

- Que hagan solos los deberes. . En la secundaria ¡ya pueden hacerlos solos! Tenían que haber empezado en 3° de primaria. Sólo intervenir cuando no haya más remedio, hacerlos razonar.

- Acudir al profesor particular como último recurso. Para ello consultarlo con el tutor. Los niños que se acostumbran al profesor particular, se esfuerzan menos y se distraen más en clase, "porque ya se lo explica luego el "profe" en casa... "

- Fomentar la satisfacción del trabajo bien hecho. Sobre todo cuando son un poco "desastres", les hace ganar en seguridad personal.

- En los conflictos de clase no estar siempre de parte del profesor, ni siempre de parte de nuestro hijo. De entrada debemos tomar al profesor como nuestro principal aliado, dando por hecho su profesionalidad. Con los compañeros, lo mejor es no intervenir directamente, sino darle a nuestro hijo las herramientas suficientes, para que se sepa desenvolver.

- No magnificar los problemas. Cada curso es diferente. Hay profesores buenos y no tan buenos, y es muy educativo para nuestros hijos tratar con todo tipo de personas.

- Paciencia con los continuos conflictos dentro de casa. Los continuos enfrentamientos entre hijos adolescentes y padres, sólo son un pulso con el que el adolescente busca poner los límites. No podemos ceder ante sus berrinches.

- Ver sus capacidades y pedir lo que puede dar. Sobresalientes, si puede sacarlos y bienes, si no llega a más. Fomentar la asignatura que mejor se le da. ,

Para pensar…

* No lo digas a tu hijo que es un desastre. Motívale. Valórale. El puede estudiar mejor, concentrarse más. Habla con él de sus dificultades y pensar entre todos, vosotros y vuestro hijo, cuáles son las dificultades reales que tiene ante el estudio.

* Habla con el tutor con sinceridad. Él le conoce en clase y vosotros en casa. Observar si está desmotivado por algún problema con amigos, con el profesor, etc. Poner medios y preguntar cómo puede aprobar o sacar mejor nota en las asignaturas que se le dan peor.

* La lectura, como siempre, mejora el rendimiento escolar. Tus hijos tienen que entender que es una actividad muy ligada al estudio en lo referido al nivel de expresión y comprensión oral y escrita.

* No te obsesiones por tener hijos “magacualificados”, donde solo caben los currículum "diez". No queremos ratones de bibliotecas sino hijos felices. Ahora bien, donde pueda sacar un diez porque se le da mejor, que lo saque.

* Pregunta en el colegio sobre ciertas técnicas de estudio (subrayado, esquema, memorización) y comprueba que tu hijo las está aplicando.

* Los padres no debemos hacer a nuestros hijos blandos, ni demasiado exigentes. La palabra cansado la debemos borrar del vocabulario. Uno saca buenas notas cuando se cansa. No deben sentirse víctimas. Si él ha sacado horas de estudio de verdad, si le habéis comentado la asignatura, si le has preguntado, si hay buen ambiente en casa, lo normal es que saque buenas notas, pero si no lo consigue, resalta más su esfuerzo personal.

… y actuar

* Comenzar el curso informándoos sobre las materias, los exámenes, las dificultades que puede tener en el aprendizaje de cada asignatura, los refuerzos que le pueden ayudar a tu hijo. No esperes a octubre. En septiembre ya puedes hablar con el tutor o los profesores de las asignaturas que le cuestan más a tu hijo. Leer más...

La comunicación en la familia


La comunicación en la familia
¿Cómo generar un ambiente de confianza y vínculos comunicativos efectivos?, ¿de qué manera la familia contribuye en la formación de actitudes positivas a través del diálogo y el silencio?

RESUMEN

La relaciones familiares, debido al ambiente de seguridad y confianza y a los lazos emocionales y psicológicos que logran desarrollar entre sus miembros, se convierten en un medio natural para que sus integrantes descubran formas para ayudarse y complementarse, satisfaciendo muchas de sus necesidades, especialmente las más profundas y complejas como las emocionales y afectivas.

Cuando los miembros de una familia aprenden a comunicarse identificando el: cómo, cuándo, dónde y en que tono hablarse; de tal forma que logran construir una relación positiva y sólida, han dado un paso vital, contribuyendo a que la familia cumpla con su misión al crear condiciones para que todos los involucrados se sientan: queridos, apoyados, tomados en cuenta y con posibilidades reales de ser mejores personas.

Para aprender a comunicarse con efectividad dentro de la familia se requiere: tomar en cuenta las diferencias interpersonales, adecuar las formas de comunicación de acuerdo a personas, edades y circunstancias, emplear enfoques específicos para comunicarse con los hijos en sus diferentes etapas de desarrollo, principalmente en la edad adolescente, tener conciencia de los errores y fallas que pueden afectar negativamente el proceso, y saber aprovechar la comunicación como medio para transmitir valores y dar dirección y rumbo a la vida familiar.



CONTENIDO


1 Elementos básicos para la comunicación dentro de la familia.
2 La comunicación y el desarrollo de la relación.
3 Las diferencias Interpersonales y su influencia en la comunicación.
4 Los retos de la comunicación en la pareja.
5 Cómo lograr una comunicación efectiva y positiva con los hijos.
6 Cómo comunicarse con un hijo adolescente.
7 La comunicación y la transmisión de valores.


LA COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA

1 Elementos básicos para la comunicación dentro de la familia.

La sabiduría popular utiliza ejemplos y expresiones muy ilustrativos para facilitar la comprensión de situaciones complejas. Por ejemplo, se dice que se está llevando a cabo un “Diálogo de sordos”, cuando dos personas se tratan de comunicar, pero ninguna de ellas tiene la apertura suficiente para ponerse en el lugar del otro y tratar de comprenderlo.

La idea contenida en la expresión “Diálogo de sordos” pone en evidencia el hecho de que la comunicación implica un proceso completo, en el que interviene, por parte de todos los involucrados, tanto el hablar como el escuchar y tratar de comprender lo que se está comunicando. No se trata pues de un simple acto de mandar información.

Con frecuencia se considera que hablar es sinónimo de comunicación, sin embargo, el mero hecho de pronunciar palabras y transmitir sonidos no cumple con el verdadero propósito de la comunicación, que se centra en: establecer un lazo entre el que envía un mensaje y aquel que lo recibe.

Un ejemplo de esta situación se puede observar en los discursos de algunos políticos, a través de los cuales ponen en evidencia que es posible hablar, hablar y hablar, pero no obstante la avalancha de palabras que se emplean, en realidad no se está transmitiendo ningún mensaje, ni se está haciendo verdadero contacto con quienes escuchan.

Ese papel que juegan los mensajes entre las personas que se relacionan entre sí, ha sido analizado con mucha profundidad por expertos, que se han enfocado a analizar la forma como evolucionan los procesos de integración en equipos de trabajo dentro de las empresas, llegando a la conclusión de que cuando las personas reciben mensajes que les hacen sentirse valiosas, importantes, respetadas y apreciadas, tienden a tomar una actitud receptiva y abierta, facilitando la integración y el desarrollo de la relación.

A. Relación entre comunicación y relación interpersonal.

Los estudios realizados en ese sentido han puesto en evidencia que la comunicación constituye un elemento clave para el desarrollo de una relación, tanto en lo que se dice con palabras como en lo que se transmite a través de comportamientos actitudes y gestos.

La comunicación es esencial en las relaciones interpersonales, ya que constituye un medio insustituible para entrar en contacto con las demás personas, conocer sus ideas y captar sus intereses, preocupaciones y sentimientos.

También es uno de los mejores recursos disponibles para lograr un mayor acercamiento, desarrollar la intimidad, aclarar los hechos frente a malentendidos y ayudar a que las personas comprendan los puntos de vista de quienes las rodean o se relacionan con ellas.

Una relación crece cuando los mensajes que se transmiten entre las personas que la viven manifiestan aprecio, respeto y reconocimiento. Y en contrapartida, la relación se deteriora cuando se transmite desinterés, sarcasmo, cinismo o desprecio.

Cuando la comunicación se enfoca en forma constructiva, constituye un poderoso medio para lograr el desarrollo de relaciones positivas, facilitar la comprensión y el apoyo mutuos y un poderoso mecanismo para prevenir o desactivar conflictos.

Sin embargo, con frecuencia se hace mal uso de ella, ya que se utiliza para agredir, ofender y lastimar, provocando que en lugar de ser un medio de acercamiento y conocimiento mutuos, sea causa de distanciamiento, separación y ruptura.

Cuando la comunicación se utiliza para manipular y agredir, se transforma en enemiga, en vez de ser aliada, en el cultivo de las relaciones entre las personas.

B.- La comunicación dentro de la familia.

La relaciones familiares, debido a los lazos emocionales y psicológicos que logran desarrollar entre sus integrantes, y al ambiente de seguridad y confianza que pueden llegar a generar, se convierten en un medio en el que sus integrantes, en forma natural y espontánea, pueden ayudarse y complementarse, satisfaciendo muchas de sus necesidades, especialmente las más profundas y complejas como las emocionales y afectivas.

Hace poco, un joven de 20 años se suicidó. En la carta que dejó explicando los motivos de su decisión, mencionaba que su vida “no valía la pena porque se daba cuenta de que le resultaba imposible comunicarse con sus padres, pues no lo tomaban en cuenta y solamente lo consideraban como alguien que estaba allí por accidente y a quien debían alimentar, mantener y tolerar”. Un caso dramático y real, que pone en evidencia la importancia de las relaciones familiares en el desarrollo de los lazos emocionales, psicológicos y del ambiente de confianza y seguridad, que todo ser humano requiere para poder dar sentido a su vida.

El desarrollo de procesos y formas de comunicación dentro de la familia, juega un papel vital en el establecimiento de relaciones significativas para quienes conviven en el núcleo familiar. Hay estudios que ponen en evidencia que en la mayoría de las familias conflictivas existen serios problemas de comunicación, sea debido a que no han desarrollado mecanismos para favorecer el intercambio de ideas y puntos de vista, o a que tienen muy poca habilidad para comunicarse, provocando que los intentos que hacen para comunicarse, en lugar de convertirse en mecanismos de ayuda, se transformen en fuentes de nuevos y mayores conflictos.

Cuando los miembros de una familia aprenden a comunicarse identificando el: cómo, cuándo, dónde y en que tono hablarse; de tal forma que logran construir una relación positiva y sólida, están dando un paso vital, al crear condiciones para que todos los involucrados se sientan: queridos, apoyados, tomados en cuenta y con posibilidades reales de ser mejores personas. Es decir, que al facilitar la construcción de una relación positiva y sólida, están totalmente enfocados a lograr que la familia cumpla con su misión.

Para lograr que la comunicación se convierta un recurso a favor de la familia, los integrantes del núcleo familiar deben plantearse con cierta regularidad la siguiente pregunta: ¿La forma como nos comunicamos nos está ayudando a lograr un mayor acercamiento y a desarrollar la intimidad, o es un medio que utilizamos, consciente o inconscientemente, para manipular, ofendernos o agredir?

Si se responde con toda honestidad a esa pregunta, el análisis de las respuestas permitirá definir hacia donde se deben enfocar las acciones tendientes a lograr que la comunicación dentro de la familia, o comunicación intra-familiar, les ayude a lograr una dinámica familiar positiva, que actúe a favor de todos sus miembros, creando condiciones favorables que les permitan hacer lo necesario para apoyarse mutuamente, desarrollarse y ser mejores.

C. Elementos que influyen en la comunicación intrafamiliar.

No es fácil lograr el equilibrio necesario para que la convivencia y la comunicación entre los integrantes de la familia, mantenga un enfoque positivo y constructivo.

El proceso de convivir, compartir y desarrollarse a través del contacto intenso y diario con otras personas, es todo un arte, que requiere una actitud positiva y propositiva y el desarrollo de habilidades enfocadas a lograr que la convivencia produzca resultados positivos para todos los involucrados.

El desarrollo de esa actitud y habilidades, solo puede darse a plenitud cuando se fundamente en el amor, es decir en el verdadero propósito de aportar lo mejor de uno mismo para contribuir a la felicidad y realización de la otra o las otras personas involucradas. El amor pues, se convierte en el principal motor y motivador, para lograr armonía al convivir con quienes se comparten: las cualidades y defectos, los momentos alegres y tristes y los estados de ánimo positivos y depresivos.

Si se quiere asegurar que la comunicación trabaje a favor de la familia, es importante hacer lo necesario para lograr que todo intercambio de palabras tenga un propósito positivo: ayudar, mejorar, aclarar, acercar.

Cuando la comunicación pierde ese propósito, fácilmente se distorsiona y se enfoca a: molestar, castigar, maltratar o afectar, provocando un resultado destructivo que va a ser contraproducente para los involucrados, pues se va a revertir, y tarde o temprano los va a golpear, provocando que en vez de ser un factor de unión, se convierta en elemento de distanciamiento y deterioro de las relaciones familiares.

Así como en las empresas se buscan resultados, la comunicación en la vida familiar debe enfocarse a lograr objetivos. Es importante que esos objetivos estén claramente definidos, se compartan y se conviertan en un compromiso, adquirido libremente y de común acuerdo primero por los padres, para luego en su momento, involucrar a los hijos.

Si en la propia experiencia, la comunicación familiar no está logrado lo descrito anteriormente, seguramente es debido a que se está dejando que los procesos ocurran al azar, en lugar de hacer lo necesario para que los procesos de comunicación, principalmente cuando se trata de aspectos importantes en la vida familiar, tenga un propósito claro y siga un orden para lograrlo.

Al comunicar aspectos importantes para la vida familiar, es necesario prever lo siguiente:


* Qué decir. Es difícil comunicarse cuando no se ha definido con claridad qué es lo que se quiere decir. Si no hay esa claridad se corre el riesgo de confundir el mensaje con los propios deseos, sentimientos, temores o necesidades, deformando su contenido.

* Cómo decirlo. Toda comunicación debe ser respetuosa, pero también tiene que ser adecuada a la temática, a la persona a quien está dirigida y a la situación particular en la que ésta se presenta.

* Cuándo decirlo. Siempre hay un mejor momento y un estado emocional adecuado, para lograr mayor receptividad. A veces es conveniente esperar ese momento para lograr una comunicación eficaz.



Y luego, ya durante el proceso mismo de comunicación, es importante poner en práctica lo siguiente:





* Escuchar con comprensión. Puesto que la comunicación es un proceso de ida y vuelta, se requiere combinar el hablar con el escuchar. Escuchar implica receptividad y disposición a entrar en sintonía con los sentimientos del otro.

* Tomar en cuenta los aspectos no verbales. No basta con escuchar las palabras, se requiere disposición y receptividad para poder captar todo lo que la pareja transmite con sus miradas, gestos y posturas. Tomando conciencia también de los propios gestos. Para lo cual se requiere un contacto visual continuo, asegurando que la expresión de la cara demuestre atención.

* Verificar la recepción. Al parafrasear algunas de las ideas que ha expresado el otro y realizar preguntas aclaratorias, se puede verificar si realmente se está captando e interpretando correctamente lo que el otro quiere expresar.

2 La comunicación y el desarrollo de la relación.

Así como hay evidencia de que las relaciones entre las personas son responsables en gran parte de la felicidad que experimentan los seres humanos, también está demostrado que las relaciones no se dan en forma automática e instantánea.

Toda relación humana es el resultado de un proceso, es decir, de una serie de: acciones, situaciones, elementos y decisiones, que al irse sumando, van llevando a un resultado. El resultado logrado conforme se avanza en ese proceso, puede ser positivo y favorable, o destructivo e insatisfactorio.

Las acciones que se realizan en el día a día, en cualquier tipo de relación, y de manera especial en las relaciones familiares, llevan a los involucrados a una serie de resultados que los hace sentirse mas humanos, comprendidos, apoyados, alegres y satisfechos; o por el contrario, los lleva a experimentar frustración y vacío.

Las relaciones familiares no pueden dejarse al azar. Si los integrantes de una familia realmente quieren lograr que la convivencia entre ellos sea un medio que les ayude a complementarse, apoyarse y crecer como personas, es decir, a lograr que predominen los aspectos positivos, deben actuar de manera enfocada, propiciando los aspectos que nutren y refuerzan la relación y evitando las situaciones que la afectan negativamente, o la destruyen.

Si se parte de la base de que la formación de la familia comienza con la integración y el desarrollo de la pareja, todo lo que se haga para lograr el entendimiento mutuo entre los integrantes de la pareja va a influir en la totalidad de la familia. Por lo mismo, es importante que los esfuerzos enfocados a lograr una comunicación positiva y enfocada a nivel familiar, comiencen en la propia pareja.

A. Papel de la comunicación.

“La comunicación es uno de los mejores mecanismos con los que cuenta la pareja para desarrollar el entendimiento mutuo; un combustible indispensable para impulsar, consolidar y acrecentar la relación, y a la vez mantener viva la llama del amor; pero para que logre su cometido, es indispensable aprender a dominar su arte, de la misma forma que el pintor experto sabe combinar los colores y aplicar la pintura con trazos armónicos, en mayor o menor cantidad, para generar el efecto deseado”. (1)

Una relación crece cuando los mensajes que se transmiten entre las personas que la viven manifiestan aprecio, respeto y reconocimiento. Y en contrapartida, la relación se deteriora cuando se transmite desinterés, sarcasmo, cinismo o desprecio.

Ese papel que juegan los mensajes entre las personas que se relacionan entre sí, ha sido analizado con mucha profundidad por expertos, que se han enfocado a analizar la forma como evolucionan los procesos de integración en equipos de trabajo dentro de las empresas, llegando a la conclusión de que cuando las personas reciben mensajes que les hacen sentirse valiosas, importantes, respetadas y apreciadas, tienden a tomar una actitud receptiva y abierta, facilitando la integración y el desarrollo de la relación.

“Cuando los integrantes de una pareja se comunican de manera adecuada, se sienten bien consigo mismos, porque logran hacer contacto positivo y real con la persona a quien aman, y ese contacto, les permite expresar sus deseos, preocupaciones y sentimientos, de tal forma que se les facilita sentirse comprendidos y resolver los problemas, normales en toda relación, sin necesidad de agredirse ni ofenderse”. (2)

B. La relación como un proyecto.

Un proyecto es un proceso planeado, enfocado a lograr un resultado previamente establecido en un tiempo determinado. Para todo matrimonio su relación como pareja debería ser un proyecto enfocado a la felicidad de sus integrantes y en consecuencia, tendrían que trabajar de manera sistemática para asegurar que ese proyecto logre su objetivo.

(1) Zuloaga, Jorge y Franco de Zuloaga, Norah. Cómo comunicarse con su pareja para disfrutar más su relación. México: Ediciones Paulinas, 2004, Pág. 15
(2) Ibid. Pág. 16

Cuando se inicia un proyecto, se definen con claridad los recursos requeridos, el capital con el que se cuenta y las limitaciones y riesgos involucrados en el mismo, y a partir de allí, se hace lo necesario para sacar el máximo provecho de lo que se está poniendo en juego.

En el proyecto familiar, sus miembros, comenzando por los padres, deben analizar con qué cuentan y qué les hace falta, es decir, cuáles son sus fuerzas, cualidades, deficiencias y áreas de oportunidad, para que teniendo presente todo eso, aprovechen al máximo lo que tienen y eviten querer construir con lo que no tienen o no podrán conseguir.

El desarrollo, fortalecimiento y crecimiento de una relación depende de los involucrados. Si la vida está enfocada a buscar la felicidad, y las relaciones constructivas entre las personas son un factor importante para avanzar por ese camino, vale la pena dedicar tiempo y esfuerzo para que la convivencia diaria, especialmente en la relación matrimonial y familiar, sea un factor de acercamiento, unión y crecimiento humano. Para lograr ese enfoque se pueden realizar numerosas acciones, de entre las cuales es importante tomar en cuenta aquellas que tienen particular impacto.


* Aceptación. Cada integrante de la familia tiene cualidades y defectos. Solo se acepta a cada persona con sus características positivas y negativas y se hace lo necesario para tener presente y aprovechar al máximo todo lo positivo, la relación se reforzará y el trato será agradable y constructivo.

* Responsabilidad. Todos los integrantes de la familia, pero en primera instancia los padres, deben asumir la responsabilidad de la relación y hacer lo necesario para que avance hacia su verdadero propósito: la realización y felicidad de todos los miembros de la familia. Para avanzar en esa dirección, deben elegir las actitudes, pensamientos y sentimientos que les pueden ayudar para dirigir las relaciones en la dirección deseada.

* Manejo de problemas. Si en la relación familiar las cosas no están saliendo bien, hay que evitar la búsqueda de culpables y esforzarse para encontrar las causas y aplicar soluciones adecuadas.

* Poner lo mejor. La familia es un proyecto en el que está involucrada la felicidad de sus integrantes y que para lograr su propósito requiere de: enfoque, decisión y acción, es decir que cada uno de los involucrados ponga en él lo mejor de si mismo.

3 Las diferencias interpersonales y su influencia en la comunicación.

“En una ocasión, estando de viaje en una ciudad poco conocida para ellos, un matrimonio se vio en la necesidad de rentar un auto para realizar sus traslados hacia diferentes lugares de la periferia. El esposo conducía el auto mientras se dirigían hacia un lugar específico, cuando cayeron en la cuenta de que ya habían pasado varias veces por el mismo lugar y aparentemente estaban perdidos. De inmediato ella propuso: - Vamos a detenernos en una estación de gasolina, para que pidas información y te orienten- …”

“Quienes están leyendo este relato, sin lugar a dudas podrán suponer la reacción y la respuesta del esposo. ¡Efectivamente, acertaron! El esposo respondió: - Yo sé perfectamente por donde andamos, no necesito preguntar.- “

“Y siguieron recorriendo las calles de la zona sin llegar al lugar buscado. Finalmente, después de que la esposa insistió dos o tres veces más, el despistado conductor se detuvo junto a un negocio, pidió indicaciones y en unos cuantos minutos más llegaron a su destino. Pero obviamente, no sin que la esposa reivindicara que todo el tiempo había tenido la razón, utilizando la temida frase…. ¡Te lo dije!” (3)

Este tipo de historias, forman parte de la convivencia y la relación diaria en la vida familiar y se repiten de mil formas diferentes y con matices muy variados en cada familia, poniendo en evidencia la realidad de esas diferencias, que van mucho más allá de lo físico. Diferencias que pueden resultar de gran valor si se aprovechan para complementar, construir y enriquecer; o que pueden causar enojos y conflictos cuando son ignoradas, incomprendidas o mal manejadas.

A. La realidad de las diferencias.

Existen numerosos estudios enfocados a detectar y explicar las diferencias existentes entre ambos sexos, menos visibles que las físicas, pero no por eso menos reales. “Hombres y mujeres tienen distintas maneras de pensar y de sentir, hablan idiomas distintos y si no se cae en la cuenta de esas diferencias, se corre el riesgo de malinterpretar”(4)

Además de las diferencias entre sexos, en una familia hay diferencias de edad, de personalidad, caracterológicas, de intereses y habilidades y muchas más que podrían formar parte de una larga lista.

(3) Zuloaga, Jorge y Franco de Zuloaga, Norah. Cómo comunicarse con su pareja para disfrutar más su relación. México: Ediciones Paulinas, 2004, Pág. 43
(4) Zuloaga, Jorge y Norah. Secretos para el éxito en la relación de pareja. México: Ediciones Paulinas, 2002, Págs. 51 a 53

Sin embargo, conviene enfocar la atención en algunas de ellas, por el impacto que tienen en la dinámica de la vida familiar.


* Diferencias de carácter. Puede haber personas con mucha decisión y que demuestran una gran seguridad en sí mismas, así como personas que necesitan mucho apoyo y a quienes se les dificulta tomar una decisión sin tener la aprobación de otros. Hay quienes muestran una

* Manejo de sentimientos. La forma como los integrantes de una familia manejan sus sentimientos suele diferir. Hay quienes demuestran una gran emotividad y quienes ante una situación complicada se mantienen demasiado ecuánimes, dando la impresión de que no les importa.

* Formas de expresión: Hay quienes manifiestan lo que sienten por medio de palabras, les gusta explayarse cuando hablan y les agrada que los escuchen mientras comentan todo con lujo de detalles. En cambio, hay otros que hablan tan poco, que parece que tienen consigna de emplear las menos palabras posibles para transmitir sus ideas.

* Formas de relación. A algunas personas les cuesta trabajo abrirse y expresar sus sentimientos, por eso cuando están molestos o enojados, tienden a encerrarse en sí mismos y evitan hablar. También hay quienes necesitan compartir lo que sienten o piensan, por lo cual aprovechan cuanta oportunidad se les presenta para hablar, buscando que se les escuche, se les preste atención, se les demuestre interés, que se les haga sentirse apreciados y tomados en cuenta.

B. Cómo capitalizar las diferencias.

Todos los seres humanos merecen el mismo respeto, tienen los mismos derechos y comparten la misma dignidad, por el mero hecho de ser personas. Sin embargo, eso no quiere decir que todas las personas sean iguales; afortunadamente existen diferencias y esas diferencias son valiosas porque complementan y enriquecen.

Al conocer a los integrantes de cualquier familia, no es difícil caer en la cuenta de que además de las obvias diferencias físicas entre hombres y mujeres, se puede fácilmente observar que entre los integrantes de una misma familia, se encuentran personas que: piensan, sienten, reaccionan y se comunican de formas diferentes.


Tomar conciencia de algunas de esas diferencias psicológicas, sociales de comunicación y de relación, resulta de gran utilidad en la vida familiar, pues una mayor comprensión y aceptación de las diferencias, ayuda a manejar la comunicación y las relaciones con mayor habilidad, evitando muchos malos entendidos y permitiendo aprovechar esas diferencias para nutrir la relación, incrementar el respeto y desarrollar la aceptación, el cariño y el amor.

La falta de comprensión de las diferencias provoca errores de interpretación, que en lugar de ayudar a lograr una mejor comunicación y entendimiento, provocan distanciamiento y conflicto.

Querer que un miembro de la familia piensa, sienta, razone y valore las cosas de la misma manara como lo hace uno mismo es un grave error. Aceptar que los miembros de una familia son diferentes, comprender las diferencias, respetarlas, aprovecharlas como complemento, usarlas para construir, puede ser una fuente enorme de riqueza dentro de las relaciones familiares, pues cuando se piensa así y se actúa así, la relación se alimenta y se da el acercamiento y la comprensión, que generan gran satisfacción en los involucrados.

Mejorar la comunicación y la relación a través de la capitalización de las diferencias, en realidad no es tan complicado como parece. No se requiere de una nueva energía extraordinaria. Basta con utilizar el mismo nivel de energía que se está utilizando ahora, pero enfocándola de manera distinta, es decir, tratando a cada persona de acuerdo a sus características particulares, tomando en cuenta sus sentimientos y su manera de pensar.

Si se actúa de esa manera, sin lugar a dudas se lograrán resultados muy positivos a favor de la armonía y convivencia familiares.

4 Los retos de la comunicación en la pareja.

“Existe un juego divertido y revelador, que se utiliza como entretenimiento en algunas reuniones, se trata del “teléfono descompuesto”.

“En dicho juego los participantes, entre más mejor, se colocan formando un amplio círculo y alguien transmite un mensaje en voz baja, al oído de alguno de los jugadores; éste a su vez, pasa el mensaje al siguiente jugador, en secreto, cuidando que nadie más lo escuche; el segundo pasa el mensaje al tercero, bajo las mismas condiciones y así sucesivamente, hasta que el mensaje ha llegado al último jugador.

“Cuando el último jugador recibe el mensaje, tiene que decirlo en voz alta a todo el grupo y… ¡Oh sorpresa!, es común que el mensaje que se expresa al aire, no tiene nada que ver, e incluso, en muchas ocasiones es hasta contradictorio con el mensaje original”.

“El juego sirve como una ejemplificación de lo que ocurre en la vida real, cuando se transmiten mensajes orales. Las personas creen decir una cosa y en realidad dicen otra. Hay quienes creen escuchar algo, cuando en realidad no están escuchando con atención y tienden a interpretar, adaptar o hasta cambiar lo que se les dijo. Otros, ya están pensando en lo que van a decir, cuando todavía no se les ha terminado de transmitir el mensaje”. (5)

A. Importancia de la comunicación con la pareja.

Deficiencias en la comunicación como las ilustradas a través de ese juego, que ocurren tanto al escuchar como al transmitir mensajes, son comunes en los procesos de comunicación dentro de la familia y de manera particular en la relación de pareja, en donde la interacción tiende a ser más intensa y profunda.

La comunicación es uno de los mejores mecanismos con los que cuenta la pareja para desarrollar el entendimiento mutuo; un combustible indispensable para impulsar, consolidar y acrecentar la relación, y a la vez mantener viva la llama del amor; pero para que logre su cometido, es indispensable aprender a dominar su arte, de la misma forma que el pintor experto sabe combinar los colores y aplicar la pintura con trazos armónicos, en mayor o menor cantidad, para generar el efecto deseado.

Cuando los integrantes de una pareja se comunican de manera adecuada, se sienten bien consigo mismos, porque logran hacer contacto positivo y real con la persona a quien aman, y ese contacto, les permite expresar sus deseos, preocupaciones y sentimientos, de tal forma que se les facilita sentirse comprendidos y resolver los problemas, normales en toda relación, sin necesidad de agredirse ni ofenderse.

Una comunicación sana alimenta la auto estima, pues cualquier persona al sentirse escuchada y tomada en cuenta, se siente bien consigo misma y ese sentimiento positivo, provoca que le resulte más fácil expresarse, sabiendo que hay otra persona dispuesta a comprenderla y ayudarla a conseguir sus objetivos.

Si este proceso se da en ambos sentidos, el resultado será que los integrantes de la pareja se aprecien más a sí mismos y valoren más a su pareja.


(5) Zuloaga, Jorge y Norah. Secretos para el éxito en la relación de pareja. México: Ediciones Paulinas, 2002, Págs. 90 y 91



B. Cómo mejorar la comunicación con la pareja.

Para lograr que la comunicación responda a las necesidades especiales de cada pareja, conviene tomar en cuenta lo siguiente:



* Comunicarse con un enfoque positivo. Para ello se debe hacer lo necesario para lograr que todo intercambio de palabras tenga un propósito positivo: ayudar, mejorar, lograr un mayor acercamiento, desarrollar la intimidad, aclarar los hechos frente a malentendidos y evitar que la comunicación sea utilizada como arma para demostrar superioridad, hacer sentir mal al otro, lastimarlo u ofenderlo.

* Hablar con honestidad y con respeto. Es sano que las dificultades y malentendidos propios de toda relación sean puestos sobre la mesa; sin embargo, hablar de situaciones difíciles no significa falta de respeto, al contrario, cuando se tratan situaciones complicadas es importante que la honestidad se vea acompañada de calma, prudencia y respeto.

* Buscar el momento, lugar y forma adecuados. Los miembros de la pareja deben desarrollar la habilidad para decir las cosas en forma constructiva y si además de utilizar las palabras adecuadas, éstas se expresan en el momento y en el lugar oportuno, entonces platicar con la pareja, aún de los temas más difíciles, será una delicia.

* Hacer crecer la autoestima. Si en la comunicación de pareja se logra que las personas involucradas se sientan escuchadas y tomadas en cuenta, ambas se sentirán bien consigo mismas, y ese sentimiento positivo, provocará que les resulte más fácil expresarse, sabiendo que hay otra persona dispuesta a comprender y ayudar. El resultado será que los integrantes de la pareja se aprecien más a sí mismos y valoren más a su pareja.

5 Cómo lograr una comunicación efectiva y positiva con los
hijos.

Ya se ha enfatizado el hecho de que el desarrollo de una verdadera comunicación entre los miembros de una familia, es uno de los medios que más contribuyen a desarrollar relaciones interpersonales positivas.

Partiendo de ese principio, los padres deben establecer como una de sus prioridades el lograr crear condiciones que les ayuden a comunicarse efectivamente con sus hijos.

En ocasiones no se da importancia a la creación de un ambiente que propicie la comunicación franca y abierta, hasta que se presentan los momentos de crisis, o las épocas particularmente difíciles, como la preadolescencia o la adolescencia.

Esperar a que aparezcan las crisis para tratar de iniciar procesos de comunicación es algo muy arriesgado y poco eficaz. Por lo mismo, los padres deben estar conscientes de que es necesario sembrar para poder cosechar, y esa siembra se tiene que realizar, en forma continua, desde las primeras etapas del desarrollo de sus hijos.

A. Recordando lo básico.

La comunicación es la base de toda relación humana, por lo mismo, todos los seres humanos somos capaces de comunicarnos, sin embargo, habrá que preguntarse ¿de qué manera nos estamos comunicando y cuáles son las consecuencias de esa comunicación?

Una verdadera comunicación implica diálogo, es decir, que se habla y se escucha, pero sobre todo esto último: se escucha, no solamente se oye, sino que se ponen en juego los oídos y la mente. Se busca: captar, comprender, sintonizarse con lo que la otra persona está queriendo decir, no solo a través de sus palabras, sino también por medio de su cuerpo, sus actitudes, miradas, e incluso, por medio de sus silencios.

Los padres tienen que darse la oportunidad y tomarse el tiempo necesario para hacer un alto en el camino, y analizar la forma como se están manejando los momentos de comunicación con cada uno de los hijos.

Es válido preguntarse si esos momentos realmente son de dialogo, o se han convertido en un monólogo, en sermones, en críticas o en regaños.

Al analizar la realidad que están viviendo en los procesos de comunicación con los hijos, deben surgir cuestionamientos como: ¿Qué consecuencias están surgiendo como resultado de esa comunicación? ¿Los padres están realmente escuchando lo que los hijos les quieren decir?

B. Por qué falla la comunicación con los hijos.

Muchas veces los problemas son un simple resultado que era de esperarse, pues simplemente son el fruto lógico de lo que se ha ido sembrando durante el proceso de desarrollo de los hijos.

Suele suceder que cuando los hijos son pequeños, los padres no les prestan suficiente atención, pensando que llegará un momento en el que podrán hablar con ellos de adulto a adulto y entonces sí se podrán comunicar de una manera adecuada.

Partiendo de esa idea, tratan a sus hijos pequeños como individuos sin voz ni voto, e incluso se muestran molestos cuando los niños tratan de expresar alguna idea, enfatizando en el hecho de que “las conversaciones son entre adultos” y los niños deben retirarse y callarse, para que no interrumpan ni molesten.

Les hacen sentir que todo lo que dicen es irrelevante, y en ocasiones dan más importancia al programa de televisión que están mirando, o al periódico que están leyendo, que a lo que el hijo les quiere comunicar. Se demuestra a los niños, una y otra vez, que hay muchas cosas tienen mayor prioridad que dedicar tiempo a escuchar al hijo, o prestar atención a lo que éste quiere preguntar o compartir.

Cuando ese tipo de comportamientos por parte de uno o ambos padres, se presenta en forma repetitiva, los hijos se dan cuenta de que no les resulta positivo buscar la opinión o el consejo de sus padres y aprenden a guardarse sus inquietudes y pensamientos, procurando acudir a sus amigos para comunicarse, sentirse escuchados y tomados en cuenta, y de esa manera, poco a poco, de forma casi imperceptible, se va construyendo un muro, una barrera que marca distancia entre padres e hijos impidiendo el flujo de la comunicación.

A veces los padres consideran que les es más cómodo dejar que sus hijos sean atendidos por alguien más, procurando que sean otros quienes los escuchen, los entretengan, jueguen con ellos, los hagan reír o los consuelen; porque consideran que las preocupaciones de sus hijos, son cosas de niños, y ellos como padres, tienen cosas más importantes que hacer.

Desgraciadamente, los padres muchas veces no se dan cuenta de eso hasta que ya es demasiado tarde, es decir, cuando comienzan a aparecer las situaciones problemáticas y las crisis, particularmente durante la adolescencia.

Al llegar los momentos de crisis, algunos padres reaccionan y quieren abrir caminos de comunicación en donde se han estado levantando barreras, encontrándose con que están a destiempo, pues los muchachos van entrando en un proceso, que en forma natural, los lleva a marcar una sana distancia con sus padres, para ir forjando su propia identidad, y por lo mismo, los esfuerzos de los padres por tratar de acercarse, no encuentran el eco requerido.

Si se hace un análisis honesto de este tipo de situaciones, no debe resultar extraño que los hijos, especialmente al llegar a cierta edad, encuentren difícil y hasta molesto el comunicarse con sus padres. Por eso es muy importante sembrar un ambiente de apertura y receptividad, para poder cosechar disponibilidad y confianza por parte de los hijos.


C. Cómo abrir caminos de comunicación.

“Querer formar caminos de comunicación cuando los hijos están en plena crisis resulta sumamente difícil, por eso es importante adelantarse y comenzar a desarrollar la apertura, la confianza y la comunicación desde mucho antes”.

“Entre los medios que hay ayudado a algunas familias a establecer una comunicación abierta con sus hijos, desde que éstos eran pequeños, se pueden citar los siguientes:” (6)



* Contar con momentos especiales. Definir tiempos específicos, dedicados totalmente a “platicar en familia”

* Aprovechar oportunidades. Capitalizar situaciones como las charlas de sobremesa para dejar que los niños hablen, sin que los interrumpan ni los adultos, ni sus hermanos y dando oportunidad a todos.

* Enfoque total. Cuando un hijo de manera espontánea se acerca a hablar con alguno de sus padres, dejar lo que se está haciendo y hacer contacto visual con él para escucharlo atentamente, demostrándole que lo que tiene que decir es realmente importante para sus padres.

* Tiempos individuales. Propiciar ocasiones para estar a solas con cada hijo en particular, y en forma espontánea pedirle que platique algo que sea de su interés: su deporte favorito, sus amigos, la película que vio.


“Existen muchos más, pero lo importante es que esto no ocurra una vez, sino que se repita muchísimas, en forma consistente. De esta manera, cada uno se sentirá importante, elevará su autoestima, establecerá una relación de confianza con sus padres y aprenderá que es posible un dialogo sin temor, porque no se le va a juzgar ni a regañar, simplemente se le va a escuchar.:” (7)




(6) Zuloaga, Jorge y Franco de Zuloaga, Norah. Adolescencia ¡Padres en acción! México: Mc. Graw Hill 2002, Pág., 14 y 15
(7) Ibíd. Pág. 15

4.5.6 Cómo comunicarse con un hijo adolescente

Resulta incomprensible para los padres los padres de adolescentes, el constatar que sus hijos prácticamente no hablan cuando están con ellos; pero cuando se comunican con sus amigos, sufren una verdadera transformación pues ya sea por teléfono o personalmente, hablan sin parar y el tiempo les resulta insuficiente para expresar todo lo que traen en mente.

Una mamá comentaba que cuando lleva a su hija con sus amigas a una reunión, su automóvil parece un auténtico “mercado sobre ruedas”: todas hablan al mismo tiempo, platican entre sí sobre infinidad de temas y prácticamente no hay un segundo de silencio. Sin embargo, cuando va en el auto solamente con su hija, impera el silencio; si la mamá no habla, no habla nadie, pues la adolescente no parece tener tema de conversación, ni interés por hablar y cuando se ve forzada a hacerlo, da respuestas cortas, utilizando las menos palabras posibles, como si le cobraran una cuota por palabra empleada.

Para algunos padres resulta difícil sostener una conversación con sus hijos adolescentes. No porque los padres no quieran conversar, sino porque parece que los adolescentes sienten una especie de “alergia” a hablar con sus padres, por lo que evitan a toda costa que las pláticas vayan más allá de lo indispensable y para lograrlo, han desarrollado el ingenioso arte de responder con gruñidos, ruidos extraños y monosílabos de múltiples usos como el mmm... y el “okey”.

Parece ser que esa cultura de incomunicación con los padres va en aumento. ¿Qué es lo que está pasando? Estudios de investigación revelan que los niños y jóvenes actuales son más dependientes de sus amigos y compañeros de lo que sus predecesores solían ser. Por lo mismo: hablan más con sus amigos, creen en lo que ellos dicen y los imitan, especialmente copiando sus comportamientos de falta de respeto a la autoridad, a las normas, a los buenos modales y al cumplimiento del deber. Eso los predispone a evitar hablar con quienes pudieran cuestionar el comportamiento que ven en sus amigos.

Los resultados de esos estudios, no son ningún consuelo para los padres, pero ponen en evidencia el hecho de que los padres de hoy, debemos esforzarnos mucho más, para poder comunicarnos con nuestros hijos adolescentes. Si se logra que la comunicación con los hijos sea buena, la relación en general será buena y tendremos mayores posibilidades de ayudarles.
Aunque no se pueden conseguir resultados sin trabajo y esfuerzo, si se puede lograr que loa esfuerzos se enfoquen adecuadamente, especialmente si se toma en cuenta lo siguiente:

* Crear momentos especiales. En cada familia se puede instituir que al menos una vez a la semana, haya un evento que congregue a la familia de manera informa y en un ambiente agradable para todos: preparar una carne asada, o mandar traer una pizza y hacer lo necesario para que ese evento sea un punto de convivencia y de plática tan atractivo, que todos los miembros de la familia estén esperando con gusto ese momento. Si el ambiente es realmente positivo, la comunicación se dará sin problemas, en forma espontánea y natural.

* Presencia física. Cuando los hijos se hacen más independientes y pasan más tiempo fuera de casa, es común que los padres aprovechen también para salir de casa. Sin embargo, es importante que los papás busquen “intencionalmente coincidir” para que al menos uno de ellos esté en casa cuando los hijos llegan. Los hijos se darán cuenta de que hay alguien que los recibe y está disponible para hablar con ellos cuando lo requieran. Y aunque en muchas ocasiones no se suscite un diálogo, con una vez que ocurra, la espera valdrá la pena, porque mantendrá vivo ese canal de comunicación.

* Cultivar las oportunidades. Hay ocasiones, aunque no frecuentes, en que los hijos espontáneamente se acercan a alguno de los padres para comentar algo. Son oportunidades que hay que aprovechar para que el hijo se sienta escuchado, tomado en cuenta, respetado y apoyado. Pero para que eso suceda, los padres tienen que hacer lo necesario para que en ese momento el hijo sea su único centro de atención. Por desgracia, muchas veces ganan las ocupaciones y esas oportunidades, que difícilmente se repiten, se escapan de las manos.

* Aprovechar experiencias de alto impacto. A veces sucede que alguno de los hijos es sacudido por algún acontecimiento cercano a él, como: la muerte de un compañero; el arresto de algún conocido; el éxito espectacular de alguien cercano, o el embarazo de una compañera adolescente. Situaciones como las citadas, son oportunidades de oro par escuchar la opinión de los hijos, conocer su manera de pensar ante esos hechos, e inducirlos a que saquen conclusiones y aplicaciones prácticas.

7 La comunicación y la transmisión de valores.

Las noticias que se transmiten a diario a través de los medios, nos llevan a tomar conciencia de situaciones alarmantes: guerras, genocidios, asesinatos, suicidios, robos, violación de derechos… Todo eso pone en evidencia una falta de claridad en relación a lo que es realmente importante y una crisis de valores en la sociedad.

Los cambios en el entorno y sus impactos en la sociedad son evidentes. Se ha pasado de una ética del esfuerzo a una de la diversión. Se promueve la ley del menor esfuerzo, el recibir sin aportar, disfrutar sin compromiso, en tanto que las fórmulas de “hágase rico sin esfuerzo” y “disfrute sin preocupaciones”, han llevado a muchas personas a convencerse de que se merecen todo y que por lo mismo tienen derecho a recibir sin aportar nada a cambio.

Esa manera de pensar provoca que las personas vean como normal dejarse llevar por sus sensaciones y emociones, teniendo como meta lo instantáneo y el placer por el placer, utilizando como argumento el que “todos lo hacen” y si todos lo hacen ¿qué tiene de malo?

A. El papel de los valores.

La esencia de los valores se encuentra en las virtudes y cualidades que vuelven a una persona más humana, en todo aquello que lleva al hombre a crecer en su dignidad y en su persona.

Se les llama valores porque son valiosos, porque valen tanto que se convierten en algo que mueve a quien lo vive, de manera que da rumbo y significado a su vida.

B. Importancia de la comunicación familiar.

Si se quiere lograr que la familia utilice la comunicación como medio para transmitir valores, vale la pena detenerse por un momento y analizar cuáles son los principios que rigen la propia vida, principios como: la honestidad, el respeto a los demás, la responsabilidad o el espíritu de superación. Al realizar ese análisis es posible darse cuenta de que la semilla de dichos principios cada quien la recibió de su propia familia. Esa semilla pudo germinar y crecer, primero porque fue sembrada, pero también, porque en muchos casos, el entorno familiar, escolar y social la reforzó y ayudó a su desarrollo.

Las familias de hoy se encuentran inmersas en un entorno que no solamente no ayuda, sino que al contrario, ataca y obstaculiza. En estas condiciones, si nos limitamos a seguir actuando como se actuaba cuando el entorno ayudaba, obviamente no vamos a lograr los resultados que buscamos.

Lo primero que los padres deben preguntarse es: ¿Cuáles son los valores que vivimos como pareja? ¿Cuáles son los valores que estamos adoptando, viviendo y proyectando como familia? Y a partir de esa realidad, cuestionarse sobre lo que está ocurriendo en su propia familia y ponerse de acuerdo en relación a qué valores quieren reforzar, desarrollar y vivir como pareja y como familia, a fin de que una vez definido lo anterior, puedan planear la forma de hacer lo que sea necesario para llevarlos a la práctica.

C. La formación en valores no se da por accidente.

Una vez definidos los valores que se desean promover en la familia, los esposos deben observarse a sí mismos y asegurarse de que sus comportamientos no sólo no vayan en contra de esos valores, sino que los modelen, refuercen y promuevan.

Cuando los padres estén seguros de que su comportamiento está enfocado en la dirección deseada, deberán trabajar para que ese comportamiento se siga dando de manera consistente, puesto que el primer modelo que sirve de guía a los hijos es el comportamiento de los padres.

Contando con esas bases, se debe avanzar en el desarrollo de los valores familiares, propiciando primero entre los esposos y luego entre los hijos, conductas y comportamientos específicos que vayan desarrollando hábitos, enfocados a los valores que buscan promover.

Para tener éxito en esta labor tan importante se requiere trabajar de manera enfocada y sistemática, para lo cual puede ser de gran utilidad tomar considerar y llevar a la práctica las siguientes acciones:


* Involucrar. Si los miembros de la pareja están tratando de cultivar en su familia un determinado valor, no basta con que uno de ellos tome conciencia de esa necesidad y decida actuar en consecuencia. Los padres deben primero involucrase como pareja y en su momento incluir a los hijos, animándolos a participar activamente en el proyecto.


Si por citar un caso, consideran conveniente trabajar sobre el “respeto”, deben platicar al respecto, invitando al otro a que sugiera formas que ayuden a que ese valor se desarrolle en la relación de pareja y animándose mutuamente a realizar acciones que refuercen dicho valor.

Si sucede que alguien falla, por ejemplo: utilizando sin autorización algo que no le pertenece, o empleando un lenguaje ofensivo hacia la pareja o hacia otra persona, es importante hablar sobre ese hecho, haciendo ver al integrante de la pareja que falló, que con esas acciones está actuando en contra del respeto que se busca desarrollar. Pero no es suficiente señalar la falla, es importante involucrar a la persona e invitarla a que sugiera qué hacer para que esos comportamientos no se repitan.


* Reforzar. Si uno de los integrantes de la familia realiza alguna acción destacada relativa a alguno de los valores sobre los que se ha decidido trabajar, es importante resaltar el hecho haciendo ver que de esa manera se está avanzando en la dirección deseada.


Por ejemplo, di uno de los hijos hizo un esfuerzo especial para cumplir con alguna de sus obligaciones, hacer ver que esa acción es un ejemplo claro de responsabilidad y animarlo a que siga actuando de esa manera.


* Respeto a la individualidad. Al ayudarse a mejorar y desarrollarse, los integrantes de la familia, especialmente los padres, deben estar conscientes de que cada persona es diferente y que por lo mismo, aunque se parta de una base común, no se puede ni se debe forzar a que todos actúen de la misma forma. Esta actitud de respeto debe extenderse a todos los miembros de la familia. De manera particular al ayudar a los hijos en su proceso de formación, los padres deben estar conscientes de que cada hijo es diferente


Es conveniente fijar bases de respeto y promover el “trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”, pero aceptando que partiendo de una base de respeto, necesariamente existirán diferencias: uno de los cónyuges puede ser muy ordenado y otro no necesariamente, siempre y cuando el exagerado orden de uno o el “desorden organizado” del otro, no afecten a los demás miembros de la familia, ni dañen a los propios involucrados.


* Tenacidad. Roma no se hizo en un día y las cosas que valen la pena tampoco. Por lo mismo, para desarrollar valores, no basta con hacer uno o dos buenos intentos. La labor de formación y sobre todo la formación en valores, tiene su origen principalmente en la familia y requiere por parte de los esposos: primero que nada enfoque y acción, y luego, constancia y tiempo.


Por lo mismo, si se comienza a trabajar y no se ven resultados inmediatos, no hay que desanimarse, al contrario, es necesaria mucha creatividad para encontrar formas adecuadas a cada caso y una gran dosis de tenacidad, para continuar sembrando una semilla que tarde o temprano va a fructificar, a pesar del ambiente adverso. Leer más...